sábado, 12 de febrero de 2011

DOS AMIGOS DEL ALMA.

Hace días, en una conversación telefónica con mi amigo Pepe Reche, con quien no hablaba desde hace muchos años, mientras recordábamos nuestros tiempos de estudios en Madrid y hacíamos un recuento de lo que fuimos y de lo que hemos llegado a ser, yo pensaba en cómo Dios habría distribuido los talentos del Evangelio en cada uno de nosotros, y qué uso le habíamos dado. Como no era momento de echar cuentas, deseché el pensamiento y seguí la charla hablando de nosotros y de Juan Miguel, cuyo recuerdo se coló de rondón en el charloteo. Al fin y al cabo los tres fuimos muy amigos, nos separaban solo meses en la edad y nos conocíamos desde muy jóvenes, aunque luego seguimos oficios diferentes y trabajos distantes.

A Pepe Reche y Juan Miguel la amistad les vino por la vecindad de ambas familias en la calle Cervantes de Albox, y a mí me unió con Juan Miguel un hermanamiento que surgió cuando un agente de la guardia civil nos paró en la carretera yendo ambos en el “biscuter” y nos preguntó si éramos hermanos ante nuestra sorpresa porque no nos parecíamos en nada. Luego, cosas de la vida, llegué a ser su “hermano político” (con perdón), o sea su cuñado.

No mucho después de aquella charla, un día mi pensamiento voló sobre lo mucho que estos amigos del alma, cada uno en su oficio, habían servido a la sociedad, y no tuve más remedio que concluir que sus balances eran positivos.

Pepe Reche estudió en Madrid peritaje Agrícola para convertirse más tarde en Ingeniero. Empleó sus talentos en Almería dedicado al estudio del campo y los cultivos. Son conocidos sus libros especializados en “Cultivos en Invernadero” de especies como la sandia, el melón, la berenjena, la judía verde, o el tratado “Agua, suelo y fertirrigación de cultivos hortícolas en invernadero” editados por el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, y por la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, y divulgados por todo el mundo agrícola nacional y extranjero.

También en su haber, fruto de una vocación literaria que le llegó desde joven, hay tres novelas, “El Sueño”, “La suave caída de las hojas” o “Del amanecer al ocaso” donde el alma del autor y los íntimos rincones de su vida familiar se vislumbran en sus protagonistas. En ellas la pluma del autor deja sentir su apego por la naturaleza, virtud que ha mantenido desde su niñez hasta la madurez que disfruta. Me atrevo a decir que sus talentos los ha cultivado en tierra fértil.

Mi hermano Juan Miguel Sánchez se decantó por las Letras. Va para tres años que falleció. Sospecho que habrá rendido cuentas ante el Dador de sus talentos y habrá salió airoso.

Primero fue Maestro, y luego cursó estudios de Filosofía en la Universidad de Madrid. Cuando acabó la carrera fundó un colegio en Alcobendas para educar, -algo que ahora parece estar pasado de moda-, en el que, con sabia pedagogía, enseñó a sus alumnos, no solo lenguaje, historia, cultura, sino a saber escuchar a la gente, a ayudarse unos a otros y a respetar a las personas, lecciones que sembró año tras año entre sus numerosos alumnos en los que dejó huella.

Si Pepe Reche es un vocacional de la tierra, Juan Miguel empleó sus dotes en cultivar valores en el intelecto de los chavales a los que instruyó con paciente laboriosidad. En ambos casos las semillas sembradas no cayeron en tierras baldías.

Mucho más podría decir de los dos, pero como se trata de un recuerdo personal e intransferible, surgido al hilo de una conversación telefónica acabo como nos gustaba hacer en nuestros tiempos mozos de Madrid, echándonos unas risas.