domingo, 10 de mayo de 2015

Carta a Robledillo 10 de mayo de 2015

Estimado Robledillo:

Sé que te debo carta, mas como no tengo excusa verídica, omito las disculpas por la demora, que aunque seas de natural generoso en la clemencia, pudiera darte un mal aire   y mandarme con viento fresco a las ollas del infierno. Valga como pretexto las fiestas que hemos tenido y una campaña electoral, tiempo inhábil (sic) para coger pluma y papel.

Sabrás que mi carta, la de los piropos, Antonio, el menor de los Ramblas, la comentó con su amigo Pedro el “Arrancao”, que, según dice, montó en cólera, y quiso desahogarse escribiendo unas letras y soltar la rabia que tenía: «Dicen que una de las que mandan en las altas jerarquías, ha propuesto que el piropo se prohíba porque atenta al pudor de la mocicas. ¡Válgame san Juan Bendito, santa Engracia y santa Rita! ¿Pero es que estamos mochales o es que nos “pue” la malicia? Señora mía, el requiebro, por más que su señoría dé en pensar cosas raras, es una expresión bien linda que el hombre hace a la mujer por guapa, maja y bonica. Así que al piropo deje tranquilo su señoría y siga este consejo que me dio la Benita, que por aquí la llamamos “filosofa” con justicia: Lo que en los tiempos que corren las mujeres “nesecitan” es que “naide” las maneje a su antojo, ni les digan que es lo que “puen” o no hacer, que ellas “solicas” se endilgan lo que a “ca” cosa conviene sin “tonteos” ni cortapisas». Colijo yo, que a quien menta el gachó como “su señoría” no ha pateado en su vida una calle o una plaza de un pueblo cualquiera; será por tener estrecho su horizonte, que no irá más allá del edificio que tiene frente a su despacho en la gran capital, y le da por “tonteos” y cortapisas, como filosofa Benita.

El arrebato de Pedro y la “filosofía” de Benita, me ha recordado un chisme o cuentecillo que viene al pelo en los tiempos hueros que vivimos. El chisme cuenta cómo vino al mundo y cómo vivió una moza entrada en años. Ahí va…

«Mi madre recogía las gavillas del bancal, cuando le entraron los dolores del parto. Y entonces nací yo. La pobre pasó lo suyo porque yo tenía la cabeza como la mitra de san Braulio, dicho por mis abuelas. Cuatro días mal contados y... ¡al bancal otra vez! Mientras trabajaba de sol a sol agachada con la azada, no perdía ripio para impartirnos deberes, obligaciones y enseñanzas de aquel tiempo, hoy arrumbadas en los barrancos del olvido, como la urbanidad. “Déjale la silla a la abuela, que es mayor”, me decía… igualito que ahora. En hacer deporte, así nos animaba: “Echad a correr que llegáis tarde a la escuela”. Para acomodar visitas familiares la solución era fácil: “Os va a tocar dormir en el suelo en el colchón a rayas, que vienen los tíos de Francia a pasar unos días”. A su manera nos enseñaba lo que hoy llaman Naturaleza: “En acabar los deberes hay que segar hierba para echar de comer a los conejos”. Mereció un Máster Chef con esta fórmula: “Cuando hierva el puchero con las judías, échale dos patatas y luego a por caracoles a ver si este domingo podemos hacer un arroz”. Y no digamos en el arte; era algo muy simple: “Coge la brocha y dale cal a esa pared que ya tiene desconchones”. Como enfermera, su remedio lo mismo valía para un roto que para un descosido: “Ven acá que te pongo un pañuelo en el rasguño”. Era única repartiendo justicia: “¡Dale la mitad a tu hermana! Que como me quite la alpargata…”. Y para los domingos y fiestas de guardar: “Calienta agua en caldero, échala en el barreño y lávate con jabón y estropajo, y arréglate para la misa”. Vivió entre espigas y amapolas; con frio o calor; con sol o con nubes, sin una queja.»

De ella aprendió su hija esta escuela, y, aunque en otra época y en otro ambiente, siempre estará agradecida a su madre que le enseñó a vivir sin remilgos; como una buena mujer –con piropos o ellos- sin afectaciones rebuscadas y sin egoísmos de ninguna especie; femenina, que no feminista, maneja a su familia con vocación y descaro, y agradece un buen requiebro… dicho con salero y educado.

Como todo esto me ha salido después del dicho que Pedro el “Arrancao” hizo a Antonio, el menor de los Ramblas, si te lo encuentras en alguna bocacalle, háblale de este chismecillo, que seguro le gusta.

Cuídate, y echa por la sombra que ya empiezan “las calores”.