miércoles, 13 de marzo de 2013

Carta a Robledillo 13 de marzo de 2013

Estimado Robledillo:

En tu última carta, -se notaba que la escribiste de prisa-, me preguntas sobre la renuncia del Papa y qué opinaba. Mis cortas luces no dan para opinar sobre algo tan primordial de una persona tan relevante que lo ha debido meditar a fondo en presencia de Dios, y los designios de Dios son inescrutables, como sabes. Me coges a pocas horas de que se elija el sucesor de Benedicto XVI en el Cónclave que acaba de empezar y, aunque no pierdo ripio, me voy a enrollar un poco.
Me he dado cuenta de que no hay nada en el mundo que suscite un interés comparable. Dicen  que hay más de 5.000 periodistas cercando la Capilla Sixtina, lo que evidencia la importancia que  tiene la fe católica en la vida del hombre y, aunque a algunos les importe un pepino, no pierden detalle del ceremonial que se repite siglo tras siglo. El Cónclave es un rito, tal vez anticuado pero eficaz, donde los “ancianos del lugar” deciden un “líder” (uso este palabro a sabiendas de lo poco que me gusta), o mejor dicho, un guía espiritual para millones de personas que creen, no en el invento llamado partícula de Dios, sino en Dios entero y verdadero. Y ¡fíjate!, cuando “los ancianos del lugar” lo tienen elegido, en lugar de una conexión ultrarrápida y supermoderna, usan una humareda para anunciarlo, como los indios de las películas.

Así es la Iglesia, y así ha sobrevivido a revoluciones, a ideologías, o a filosofías de diverso pelaje, durante más de veinte siglos manteniendo rutinas ancestrales alejadas del ruido de la calle. Será porque el Espíritu Santo, del que tantas burlas hacen estos días, está presente en su propia esencia, y el Espíritu Santo, algo más anciano que los reunidos, va a lo suyo.
Como digo, en pocas horas habrá nuevo Papa. Cuando salió Benedicto XVI se decía que había sucedido a un coloso. Veremos la de frases que se dicen de su sucesor: habrá para todos los gustos. Me imagino que prensa, radio y televisión tendrán predeterminado un titular, o tal vez dos, acorde con su particular ideología, para lanzarlo a los cuatro vientos acicalado con juicios de valor sobre la personalidad del elegido, al que muy pocos conocerán. Muchos serán falsos o faltos de fundamento como se ha visto con el Papa Emérito Benedicto XVI que los vaticinios más falaces que se lanzaron sobre él, han resultado errados.

No sigo porque voy a ver de qué color es la próxima humareda.