Como en
tu reciente carta me cuentas travesuras de tus nietos, te voy a contar algo de
los míos que, aun siendo más pequeños, ya apuntan maneras de traviesos, propio
de su edad.
Sabrás que tengo dos nietos y
tres cuartos de otro,-o sea casi tres,- pero iba camino de un cuarto que, por
causas que solo Dios sabe, se frustró a las pocas semanas y no llegó a ver la
luz del Sol. El “pequeño Angel”, como lo he bautizado en mi fuero interno, espero
que “viva” donde la claridad es permanente, y que nos haya cogido la delantera,
cosa que me consuela.
La que hace número tres, -pues es
una niña-, nacerá cuando 2013 lleve recorridas unas cuatro semanas, y será entonces
cuando los abuelos, los tíos y demás familia, de acuerdo con la rutina del
momento, le sacaremos parecido con la madre, o con la abuela, o incluso con el
padre…
De los otros, Pablo es el mayor
con tres años, y ya va al Colegio. Le sigue su prima Myriam, que desde octubre
va a la guardería. A los dos los “madrugan” sus padres para dejarlos en el Cole
o en la guardería, mientras papás y mamás van a sus respectivos trabajos. Lo
mismo que les pasa a casi todos. A esas
edades yo iba a la escuela de Doña Felicidad, sin madrugar claro, con un babero
para no mancharme y así empecé a conocer las primeras letras y los primeros
números, y a rezar, cosa que hoy no se lleva. Cómo ha cambiado el modo de
vivir.
Un día estaba Pablo sentado en la
salita de casa y le dio por apagar y encender la luz. Le insistí para que no lo
hiciera y como no hacía caso, retiré la silla donde estaba lejos de la llave de
la luz, y… ¡cómo se puso! Alzó la voz y con su media lengua empezó a regañar. Le
oí decir que me fuera a la pared a pensar. ¿A pensar? Resulta que cuando en el
Cole se pelean, “la seño” los manda “a la pared a pensar” como si fuese un
castigo. Me dije: Algo no casa bien, ¿un mocoso de tres años asocia el castigo
con pensar? Y a esa edad, ¿en qué puede pensar el crio? A nosotros nos ponían de cara a la pared y eso
era leve; si contara lo de la vara de Don Diego, o los pescozones del Hermano
José en el Colegio por no saber el teorema de Pitágoras, más de uno se
escandalizaba.
Myriam
se enrabieta mucho cuando están sus padres y chilla como una condenada, pero es
más pacifica si se queda sola con nosotros. Si está de “buen humor”, en cuanto
oye música se pone a bailar a su aire y le salen las gracietas. Como buena
señorita, es muy cariñosa. La otra tarde alguien dijo algo de la Navidad y le pregunté a Pablo si sabía lo que era la Navidad. Me contestó que eran las luces y Papá Noel. Conseguí captar su atención unos segundos, y le expliqué que la Navidad es una fiesta donde nace el Niño Jesús. Aunque estaba en sus juegos creo que se lo aprendió, veremos cuando se lo pregunte otro día. Insistiré de nuevo cuando montemos el belén, para que cuando tenga un par de años más no diga que la Navidad son las luces del Corte Inglés…y los regalos.
En fin
cosas de los nuevos tiempos, donde los críos perciben lo que ven en los mayores
para quienes la Navidad es sinónimo de regalos, de compras, de comer y beber, desvirtuando
su auténtico significado. Que lo pases bien.