sábado, 7 de enero de 2012

Carta a Robledillo 6 de enero de 2012

Estimado Robledillo:

En mi última carta te decía que el día de matanza en mi casa yo madrugaba. Había otro día del año que también madrugaba: era el día de Reyes. También de casado madrugábamos con los hijos rebuscando en cada rincón de la casa los regalos que traían Melchor, Gaspar y Baltasar, y que mi mujer y yo, la noche antes, habíamos escondido o disimulado en los sitios más extraños del salón y del pasillo.

La Noche de Reyes siempre quedará en la memoria. ¿Te acuerdas cuando la víspera bajaban del barrio Alto del pueblo las mujeres gitanas con aquellas cesticas hechas de cartón que llamaban “de los Santos Reyes”, adornadas con papelillos de colores llamativos que las llevaban colgadas de una caña para vender a nuestras madres por un par de reales? Alguna vez los Reyes me trajeron una de aquellas cesticas con caramelos, un trozo de morcilla o de pan de higo, y un camión de madera para jugar en el patio de la casa. ¡Eran tiempos de escasez que se compensaban con un regalo mejor: disfrutar de la ilusión que teníamos cuando todavía nadie nos había revelado el misterio de los reyes magos!

También recordarás cuando, aún con pantalón corto, íbamos a la tienda de Adolfo y al bazar de Justo y nos dedicábamos a atar los flecos de los mantones de las mujeres que hacían sus compras distraídas, para reírnos cuando una de ellas se marchaba y se llevaba arrastrando la ristra de mantones de las demás. ¡Qué sofoco pasaban algunas! Por entonces ya tuve como regalo de reyes una bicicleta que llamaban de cadete, de dos ruedas, y unos años después me pusieron una bicicleta grande y la otra la heredó mi hermano.

Los tiempos han cambiado. Ya no hay camiones de madera ni caballos de cartón. Supongo que tus nietos pedirán ropa o calzado de marca, una Nintendo o una muñeca que hace pis. Digo los tuyos porque los míos aun son muy pequeños, pero todo se andará. Espero que la aparición del gordo Papa Noel no afecte a esa referencia de nuestra niñez que es la fiesta de los Reyes Magos, arraigada en los hijos e intentando que los nietos crezcan con la misma ilusión.

En fin seguiré otro día. Voy a mirar si Gaspar me ha traído unos calcetines que le he pedido.