martes, 7 de febrero de 2012

Carta a Robledillo 7 de febrero de 2012

Estimado Robledillo:

Recibí hace días tu carta contándome las últimas noticias del pueblo y la charla con tu sobrino Juan Andrés, el estudiante de Ingeniería Industrial.

Me dices que el Ayuntamiento anda ya metido en el Carnaval y que va a dar dinero para arreglar los desperfectos de la Iglesia parroquial con cargo a los presupuestos del cuatrienio 2012-2015. Como sé que tú eres más del Ayuntamiento que de la Iglesia, eso lo das por hecho pero yo, que soy al revés que tú, creo lo contrario. Seguro que el Ayuntamiento ha pagado ya algo a las peñas del Carnaval, pero lo del arreglo de la Iglesia tendrá que esperar. Está muy bien airearlo, pero ¿cuánto dinero dará?, y ¿para qué año lo prevé ese pomposo Plan Cuatrienal 2012-2015? Y a propósito a ver si te rascas un poco el bolsillo y das algo que te haces mucho de rogar. Ya sabes que hay una cuenta bancaria abierta en pro de la restauración de la iglesia.

Lo de tu sobrino me ha recordado mis primeros tiempos en la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid, por lo que refieres de su profesor que, según parece, le ha dicho que para un ingeniero es tan importante aprobar todas las asignaturas como saber bailar bien un vals. Leído así no sé qué decir, pero voy a contarte algo que yo viví.

Sería el año 1960 o 1961 y en la Escuela de Madrid, donde yo estudié, había un profesor que era Catedrático de Calculo Diferencial y de Cálculo Integral (o sea matemáticas a lo bestia para que me entiendas), en dos libros del que era autor. Se llamaba don Pedro Puig Adam. Tenía pinta de honorable, muy correcto, y era un señor muy sosegado, cuya sola presencia imponía. Antes de empezar el primer examen escrito de la asignatura que nos hizo a los principiantes como yo en una sala enorme, se subió en la base de la máquina que está en medio de la sala y dijo: “Señores para ser ingeniero primero hay que ser caballero; con esto quiero decir que aquel a quien se le pille copiando no será un caballero, y por tanto no podrá ser Ingeniero”. Con semejante sentencia no hizo falta más advertencias, y todos nos dedicamos a la tarea del examen. Entonces, además de aprender la técnica, desde el primer momento se nos iba concienciando en la profesionalidad y en el esfuerzo, cosas algo “raras” hoy en los tiempos que corren como se ve por lo de tu sobrino.

El vals, el tango, o el pasodoble lo aprendíamos en las tardes de los domingos bailando con las chicas en las discotecas hasta las 10 de la noche que cerraban, y había que irse a casita.

O sea que también nos divertíamos y lo pasábamos bien. Me despido deseándote que disfrutes del Carnaval con tu Ayuntamiento