domingo, 1 de febrero de 2015

Carta a Robledillo 1 de febrero de 2015

Estimado Robledillo:

Me preguntas en tu carta si yo he oído que van a poner punto en boca el piropear a las mujeres por no sé qué enmienda, cosa de la que te habló un paisano viendo la tele en la taberna donde te tomabas una cervecita y unos boquerones en vinagre, y oyó que lo de piropear a las muchachas no es bueno porque algunas se ponen “colorás”, vaya que se les sube el pavo, y se les va su color natural, que es más ecológico que cuando se untan con potingues, y eso no es bueno para su estado de bienestar.  

Dices que en la misma taberna, los más doctos te dijeron que si ahora pasa por la puerta de tu casa una de esas gachises de aquí te espero, de las que pisan fuerte,  o “de las de no te menés”, que hay  muchas formas de expresarlo, no le vas a poder decir “¡Maciza!”, o algo más grueso como acostumbras, no sea que te llame al orden el municipal y te ponga una multa por tu mal comportar con el sexo ¿débil?, y por eso me preguntas que sé yo de esto y si es cosa del Gobierno.

Vamos a ver. Que yo sepa eso no es cosa del Gobierno, que no está para muchos piropos; lo que he leído es que una jefa de un organismo que se dedica al Observatorio de la Violencia de género (¡toma organismo, Mariquilla!), provista de unos anteojos, gemelos o binoculares, ha debido ver a un gachó arrimarse a una mocica y decirle supuestamente una grosería, porque la moza le ha arreado un mandoble con el bolso que lo ha echado por tierra. Tal suceso ha dado en tales habladurías, que la tal jefa ha tomado partido y trata de meter el piropo en el saco de los recortes. Hasta aquí lo que yo he oído. Esto pasa porque los hay tan aborregados, tan mal encarados, tan mal olientes y tan poco leídos, que no han aprendido a decir un halago como Dios manda, sin ofender, una frase que reconozca la belleza de una mujer, con respeto, porque lo único que saben es leer la gramática parda del whatsapp, y así les luce el pelo.

Hace algunos años, cuando solo existía el Observatorio Astronómico Nacional, en la caseta que teníamos a pie de obra había una chica de las de “toma pan y moja”, o sea de muy buen ver y mejor vestir: vaya, una mujer de tronío, aunque de armas tomar, que cuando entraba o salía de la caseta, el gremio de albañilería paraba el tajo para admirar su singular bellezón, salvo algún paleta despistado que solo reaccionaba al oír el concierto de silbidos y se unía al coro de mirones embobados, hasta que la mozuela doblaba la esquina. El que cuidaba la entrada a la obra, Pepe, apodado el Verde por vestir un mono de ese color, debía tener la consigna de avisar cuando salía o entraba la susodicha, y así ponía en pie de guerra a los oficiales y ayudantes. Colijo pues y según parece, que si eso ocurriera hoy tendríamos a pie de tajo un notable observador del dichoso Observatorio, otro funcionario que cobraría del erario público, vigilando el comportamiento de albañiles, peones, camioneros, maquinistas, listeros y hasta del jefe de obra, para llevar cuenta de su comportamiento piropeador. Nos sobraría hasta Pepe el Verde, al que daríamos la boleta, pues su puesto de acusica de las idas y venidas de la guapa damisela estaría extinguido por ley anti halagos.

Si eso que te han dicho, y yo he leído, se aplica al pie de la letra y de la música, ¡válgame el Dios de los cielos!: habrá que enchironar a don Mendo por decirle a su amada doña Magdalena esta lista de requiebros: “¡Magdalena, blando pecho, que envidia diera a las aves!¡Corazón de suaves pétalos! ¡Alma pura! ¡Rosa, luz, espejo, rayo, linfa, luna, ángel, joya, vida, cielo…!”, o empapelar a Don Juan Tenorio por llamar a Doña Inés, “Ángel de  amor…, paloma mía…, gacela mía…, estrella mía…, hermosa mía, luz de mis ojos”, que como puedes ver son palabras muy, pero que muy ofensivas.

Por si las moscas, y por si esto ocurre, guárdate siquiera de guiñar un ojo a tu parienta, o soltarle un “¡Ole las mujeres guapetonas!” que las palabras las carga el diablo disfrazado de observante melindroso, y tampoco lances un bocinazo con el coche a alguna que veas por la acera, que te puede acarrear un castigo de “do re mi, en sol mayor”. 

Otro que engrosaría las filas del paro sería Cupido, uno de los símbolos del amor que tendría que dejar arco y flechas, y buscarse la vida con unas oposiciones a algún cargo remunerado de clasificación de piropos entre aptos, no aptos y regulares; un trabajo que le vendría de perlas a un experimentado como él, con la de frases de enamorados o ligones que habrá escuchado en su larga vida, desde que su madre, la diosa Venus, lo parió.

Si sabes algo más me lo cuentas, que yo te tendré al tanto de lo que me llegue.