Va para dos meses que el amigo Antonio, el
menor de los Ramblas, apostillaba con gran tino y sapiencia sobre el párrafo
del artículo de Ana de la Maza que te copié en mi carta anterior, titulado “El regalo de la vida”, que dice “En
estos tiempos de soberbia, aliada a la falta de amor en que se ha instalado
nuestra sociedad, se está permitiendo poner en peligro el concepto de familia.
Los hijos, que siempre han sido hijos del Amor, con esta falta de Amor se
eliminan, y asunto resuelto”. A Antonio, el menor de los Ramblas, que le
repugna el aborto, este párrafo le estremece y se subleva: “La postura de los
políticos ante el tema, nada de extraño tiene. El ser así lo llevan en su
adeene, algo que se ha agudizado en los últimos tiempos; gente mediocre y
ramplona, que toma las decisiones a golpe de encuesta –que suele fluctuar, por
otra parte, más que el péndulo de un reloj de pared–. Pero estos señores, que
no confunden la ética con la estética –pues son para ellos dos conceptos
exóticos– no se andan con muchas cavilaciones, y si hoy piensan que una postura
les va a dar catorce votos más…, ¿qué quieres que te diga?..., “la duda
ofende”. Antonio acierta de pleno con este corolario.
Esos políticos, a los que se refiere Antonio,
el menor de los Ramblas, son los que cuando llega la Navidad hablan de “fiestas
de invierno”, ocultando adrede que la Navidad es la cuna de la Vida, para conseguir
–o así lo creen- catorce votos más de los ignorantes que se arriman a esas
bobadas extasiados bajo un cielo artificial de miles de watios colgados de las
calles que trata de esconder la revolución que supuso el nacimiento de Jesús,
que ocurrió, como sabes, en un sitio pobre en contraste con la ostentación de
consumo, de gasto y hasta de lujo que se lleva en los tiempos actuales.
Para los que nos gustaban –y nos siguen
gustando- el mazapán, el mantecado casero y una copita de anís, aun disfrutamos
el regusto de la Navidad familiar. Primero con nuestros padres, luego con
nuestras novias, después con los hijos y ahora con los nietos. Aunque
desmejorada respecto a otros tiempos, en la Nochebuena la condición humana
sigue sintiéndose sacudida por un Misterio que solo puede venir de un cielo más
alto que las estrellas. Un Misterio que la Misa de Gallo en la Iglesia más
cercana nos ayuda a celebrar como la Mejor Noticia.
¡Vaya! que me he puesto solemne o como le dijo
una vecina a mi tía al verla acomodada pomposamente en su sillón: “¡Hija, estas
reverenda!”. Solemne o no, el caso es que celebrar la Navidad sin mencionar lo
que se conmemora, su porqué, su cómo o su cuándo, es un absurdo, por no decir
un disparate que roza la sinrazón.
Cuídate estos días, toma mantecados hechos
con aceite de oliva, y enseña a tus nietos (si se dejan) que la Navidad es la
fiesta de un cumpleaños de un Niño que no tuvo ni un juguete.