Aunque seas hombre de pocas
letras, pero sí de muchas luces, bien sabes que Navidad
significa nacimiento y que así
llamamos al del Niño Jesús que los cristianos celebramos el 25 de
diciembre, aunque no es seguro que el parto de Belén se produjera en esa fecha.
Fuese
cual fuese el día del alumbramiento que hace más de dos mil años se convirtió
en cuna de nuestra civilización, hoy la postmodernidad le resta valor porque a
las cosas de religión y del espíritu se las tiene por creencias anacrónicas en
estos tiempos del relativismo y progresismo que nos venden y compramos
enlatados sin fecha de caducidad.
Verás
que hoy nadie liga la Navidad a un hecho que cambió la ética y la moral del
mundo, el embrión del cristianismo; ahora se asocia la Navidad al culto
individualista del buen comer y del buen regalar: al consumo desmesurado sin
ton ni son. Antes se hablaba de estrellas en el cielo, del portal de Belén, de
los Magos de Oriente, de villancicos, de
polvorones, de la cena familiar de Noche Buena, como símbolos del bienestar
espiritual de la humanidad. La nueva era, la de la tecnología, se ha sacudido
el meollo de la fiesta y se agarra a lo inane, a lo superficial. Es la era de
ir de tiendas. La era de disfrutar del momento
mágico con una señora estupenda que anuncia el aroma de una colonia; de la gula
excesiva con salmón noruego y vino bodeguero de una cosecha de marca; de la glotonería
a espuertas con bombones de variados gustos; del ambiente de fiesta a deshora
hasta ver amanecer. Todo bajo el pálido ornato de unas risas de diseño que
disimulan la vaciedad de las horas. ¿Y el espíritu?
Para
los que creemos, el misterio de la Navidad no ha quedado para el baúl de la
ropa usada envuelta en naftalina; para los que creemos será siempre el escaparate
que hace
siglos un tal Miqueas con oficio de profeta rural anunció que la justicia de
Dios actuaría contra la maldad e injusticia con la llegada de un futuro rey
mesiánico y señaló a Belén como punto de su nacimiento.
“Y tú, Belén, Efrata,
la más pequeña entre las familias de Judá,
de ti saldrá el que ha de reinar en Israel…” (Miq. 5,1)
la más pequeña entre las familias de Judá,
de ti saldrá el que ha de reinar en Israel…” (Miq. 5,1)
Belén
estaba predestinada a ser cuna del Mesías. Belén es sinónimo
de Natividad o Nacimiento de Jesús. Una fiesta cristiana que desde entonces
viene siendo y será una fiesta íntima que se vive con la alegría que brota de
poner a Dios en el centro de nuestra vida.
Antes del punto final de esta carta vaya mi deseo
de que goces de la Navidad, no deslumbrado con luces de neón y florecillas de
hoja caduca, sino con el colorido de la presencia de un Niño que llega cargado
de ilusiones que no se marchitan.