Todavía tengo
metidos en mis oídos el sonar de tambores y cornetas que han atronado las
calles y las plazas de nuestro pueblo en la pasada Semana Santa y sigo “viendo”
en mis retinas las imágenes sagradas de las procesiones que, con más o menos acierto y fervor, han recorrido esas
calles, contemplativas de un Misterio que revive cada año las últimas horas en
nuestro mundo de un hombre que nació como Mesías y se decía Hijo de Dios. Pero
no temas, no te voy a escribir de esto último por ser un tema que lo tenemos desbrozado
a más no poder, solo te contaré mis pasos en esos días “santos”.
Mediada la
semana dejé el alboroto de la ciudad que me cobija –así evitaba ir pisando los
restos de cera de las procesiones-, y me
fui al pueblo del que habías huido vete tú a saber porqué. Sin compadre con quien
platicar, me arrimé a los más allegados y puedo decirte, para que no tengas
regomello, que no te eché de menos.
El Jueves Santo por la tarde fui al Triduo
Pascual en la Parroquia: los Oficios ahora los llaman la Cena del Señor. El
párroco empezó explicando que no conmemoraba un hecho concreto sino una historia
de dos mil años; una historia centrada en la Eucaristía y en el Lavatorio de los
pies, con una liturgia atractiva por su trascendencia y su vistosidad. El
Lavatorio de los pies, que ahora se hace a hombres y mujeres, fue la gran
lección de humildad de la tarde. Como dice el papa emérito Benedicto XVI: Cristo, «se despoja
de su esplendor divino, se arrodilla ante nosotros, lava y enjuga nuestros pies
para hacernos dignos de participar en el banquete de Dios». Esto mismo hizo el cura
con 7 hombres y 5 mujeres a quien lavó y besó los pies. Todo un ejemplo. Tras la comunión hizo la Reserva del Santísimo en
el Sagrario del Monumento. El celebrante, los acólitos, el incienso, el canto,
todo un acto de culto rodeado de un ceremonial sencillo y emotivo, que me hizo
olvidar las horas. Eché de menos la mayor suntuosidad de los Monumentos de
antaño, el de esta ocasión me pareció muy pobre.
También estuve el
Viernes Santo en los oficios de la Muerte del Señor. Me tocó leer la Pasión de
San Juan como hago desde hace 8 o 10 años, agilizando la lectura porque es larga
y la gente mayor acaba sentándose. De este día te destaco la adoración a la
Cruz que sostuve alzada el rato que los asistentes besaban los pies del
Crucificado. La liturgia de este día es muy sobria; no se celebra la Eucaristía
pero se comulga con las formas consagradas el día anterior. Fue cuando más me
acordé de ti, pensado donde estarías y la espiritualidad que te estabas
perdiendo.
De las procesiones esperaba algo más. Se
sigue una rutina, la de los últimos años, que invita poco a sentirse en
presencia del Señor y de la Virgen. En la “nuestra” noté un cierto quebranto de
la solemnidad en lo que pude ver desde “mi sitio” en la presidencia detrás del
Sepulcro. De este “paso” me tragué la falta de compostura de los anderos y
anderas –algunos hablando por teléfono móvil- y la desconexión entre la música
y el paso del Trono, pues cuando la banda tocaba el Trono se paraba y al revés.
Si en otros sitios he visto cómo la música acompaña al caminar del trono formando
un conjunto armónico, lo del pueblo da repelús por la descoordinación que hay
entre el Mayordomo del Trono y el Director de la Banda, incapaces de acoplar música
y movimiento. La música inspirada en los hechos de la Semana Santa aporta a la
procesión una estética que despierta en el espectador
el sentido de lo trascendente, lo religioso, lo sagrado. Si además el ritmo musical se acomoda
musical al paso del Trono la contemplación suscita una indecible devoción que
no se puede echar en saco roto. Me temo que aquí eso se considere secundario.
Como digo me situaron en la presidencia
con el Alcalde, nuevo para mí; la Señora Juez de Paz, una dama en todos
sentidos, y me tocó al lado de la Concejal de Urbanismo, que supongo conoces. Mi trato con la señora Concejal fue
cortés, con una limitada confianza al cabo de las tres horas de procesión que
calificaría de correcta. Me pareció una persona tratable.
Te dejo ya que tengo visita de médico
y no quiero llegar tarde. Seguiré otro día.