miércoles, 13 de noviembre de 2013

Carta a Robledillo 13 de noviembre de 2013

Estimado Robledillo:

Como te dije en mi carta de 20 de octubre, se celebró la fiesta del XXX de la Vaguada y la boda de mi sobrino que me impidió ir a la primera. De ésta tengo noticias de que tuvo gran brillantez aunque con poca asistencia de las personas convocadas. Algo debió fallar; sé que hubo gente que no se enteró. Para justificar mi ausencia les escribí a mis colegas de entonces la carta que te adjunto y les envié copia de la que te mandé. Supongo que no te molesta.
La boda de mi sobrino fue como casi todas las bodas, aunque para mí supuso un encuentro familiar deseado que resultó muy agradable. Otro día te contaré más, que hoy tengo muchas cosas que hacer.

Hasta otra, pues.

Carta a los Vaguadistas:

23 de octubre de 2013

Queridos amigos:

A mi paisano Robledillo, un tío cabal, cachazudo y algo desabrido que me sirve de confidente y consultor de cuitas, le he pedido por carta una admonición reconfortante que me abrevie la pesadumbre que me importuna porque, a una fiesta que nunca me perdería aunque tuviera que buscar en el ropero la corbata más vistosa, -que hace años no me pongo-, y vestirme el traje de los domingos, no podré asistir. Me refiero a la de nuestro XXX aniversario Vaguadista.

Una circunstancia familiar insospechada me deja en fuera de juego de la fiesta del mentado Aniversario que, con tanto mérito, han organizado algunos –los de siempre- de los 80 de los 80, y no podré encontrarme con vosotros, y compartir unas horas agradables entre tanta buena gente, sin escatimar saludos y abrazos apretaos pero comedidos.

Robledillo es un chaval de casi 80 años a quien los jóvenes llaman con respeto Don Robledo, porque en el trato de tú a tú es muy “mirao”. Le suelo pedir sugerencias o apreciaciones sobre asuntos a cual más variopinto, -personales, impersonales o neutros- y siempre tiene a mano un juicio certero. Sé que hablarle de la Vaguada le aburre por las veces que le he contado la misma historia de aquel tiempo que vivimos, y es que nunca ese tiempo pasado fue tan bueno y nunca se podrá echar en el olvido. A ver por dónde me sale esta vez. Espero con impaciencia una receta reconstituyente.   

Aunque la carta es personal, os la envío en confidencia, junto a un saludo afectuoso, esperando de la benevolencia de todos, -que vestiréis como árbitros de la elegancia-, solo tarjeta amarilla, por fallar esta gran ocasión.

Un fuerte abrazo,

Pepe G. Soria.

Esta es la carta a mi amigo Robledillo:

20 de octubre de 2013

Estimado Robledillo:
No lo podrás creer pero, tal día como hoy va para treinta años, hora más o menos, nací para la historia. No una Historia en mayúscula como la enciclopedia Alvarez de nuestra infancia, es una historia, según el que llevaba las cuentas, de 80 personas entre ellos y ellas, 80 magníficos (lee también barra as, que es lo moderno), que se dejaron, unos la piel, y otros el pelo, y está escrita piedra sobre piedra.
¡Hombre sí!, es otra vez la Vaguada, pero no pongas cara de aceite de ricino que no te lo voy a repetir de nuevo, es tan solo un suceso concerniente, así que sigue leyendo, joé, que estoy insurrecto y muy “enojao” y, necesito decírtelo para desahogarme.  

Resulta que este día los 80 magníficos celebramos el 30 aniversario de la Vaguada con una cena por todo lo alto, fíjate si será de postín que hay que llevar corbata e ir bien “peinao” (el que pueda claro), pero mira tú si hay días en el almanaque, que no podré ir porque al hijo de mi hermana, que lleva la tira de años “arrejuntao” con la moza del Rosao que tú conoces, le ha “dao” porque el cura le eche las bendiciones, para estar legales, y coincide con los días del aniversario. Esto me ha producido lo que tú llamas un sofoco intimidatorio que necesito evacuar cuanto antes, y por eso te reclamo una pócima mágica que me alivie la rabia que tengo.   


Con el reconcomio me ha invadido “mono” de recuerdos. El primero ha sido el de las piedras para los muros sustraídas de la sierra de Madrid. ¡Cuánta piedra! La sierra quedó como la cabeza de Yul Brynner. Fueron tantas que se podía decir como el texto bíblico, “La arena de los mares, las gotas de la lluvia, ¿quién podrá contarlas?”. Así las piedras ¿quién podría contarlas? Ah, y si las piedras hablaran, ¡qué de historias contarían! Sobre ellas se izaron unas velas para flotar aquel buque insignia, que a falta de mar buena fue “una vaguada”. Así le quedó cara ecológica.
Otro recuerdo es el del Magnifico Mayor cuyo lema era trabajar 24 horas sobre 24. Yo me levantaba una hora antes y trabajaba 25 para hacer méritos. Una mañana llegó a la reunión de trabajo con un hatillo que dejó en el suelo. Al terminar puso el hatillo sobre la mesa y lo deslió. Era un mono de trabajo. “Me voy a poner el mono –dijo- para ir personalmente a quitar la basura del muelle norte, que lo dije hace dos días y aún sigue allí”. ¡Horror, que pasmo! En un par de horas el muelle quedó listo para revista.

Decían que esta historia tuvo una prehistoria que duró más que la Prehistoria de verdad, pero no te la puedo contar porque entonces estaba yo de meritorio y no me la sé. Lo que sí sé es que, entre los 80 de los 80, ninguno quiso adelantar a otro. Del compañerismo se pasó a la amistad, trabajando siempre con un objetivo común: Que un día la Vaguada fuese nuestra, como así fue.
Y mientras fue nuestra, la historia quedó retratada en los muros de piedra, no con letras de oro, sino con pinturas de siluetas personales que allí estuvieron muchos años, hasta que una mano invisible las borró de un brochazo. Sería por lo de la memoria histórica, colijo yo.

Los recuerdos me han desahogado. Siempre son bien recibidos, pero me hace falta tu arreo final para completar el des-ahogamiento. ¡Dale vueltas y no te hagas el remolón!    


Tu amigo.
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viernes, 11 de octubre de 2013

Carta a Robledillo 11 de octubre de 2013

Estimado Robledillo:

A la vuelta del veraneo fui al Centro de Salud donde estoy abonado cada mes para que mi enfermera, Luz Divina, saque una gota de sangre de mi dedo para controlar el INR que es el índice que los profanos llamamos el Sintrom.

En la espera, siempre corta, leí algún aviso de recomendaciones. En uno decía “Si desea saber su nivel de monóxido de carbono (CO) pregunte en admisión”, pero el más gracioso ponía: “Taller ola de calor”, con un dibujo del sol y el sitio donde hacer el taller, gratuito faltaría más.

Después del pinchazo de Luz Divina y ver que “todo sigue igual”, volvía a casa pensando lo mal que se redacta ahora, y el neo-significado que se da a algunas palabras. He estado tentado de preguntar en admisión por mi nivel de CO seguro de que el funcionario me enviaría a otro sitio para alguna prueba, sin atender la literalidad del texto del aviso.

El nuevo uso del vocablo ´taller´ es de la modernidad y por tanto no apto para carcas como yo, que lo asocio a un sitio donde se hacen trabajos con mano de obra. Será que desde pequeño conocí el taller donde mi padre trabajaba con otros mecánicos reparando coches, y más tarde el de mi suegro, que era de carpintería, donde él y sus operarios, arreglaban o fabricaban sillas, mesas, camas, etc. Aquello eran talleres, mecánico en un caso y de carpintería en el otro, y no eso de “Taller ola de calor” que será para explicar cómo ir por la sombra, digo yo, y luego justificar en qué se gastan los cuartos.

Ahora lo moderno es “hacer talleres” para todo. Lo mismo se aplica a los parvulillos que hacen talleres de pintarrajear papeles en blanco o a los jubilados que, para llevarlos al museo, pasan antes por un taller museístico que es lo didáctico. En lo de cambiar el lenguaje somos maestros. Hay quien inventa un oficio como el de “Paseador de perros” que leí en un anuncio de uno que buscaba trabajo -no diplomado pero si con experiencia-, o el de guisantera, en vez de guisandera, que le oí a una mujer que hacía la comida a una familia que la contrataba en el verano. O sea que les guisaba.

Los políticos que, salvo excepciones, destrozan el arte de hablar bien, deben tener un asesor de “Hacedor de frases”, flojo de sesera a juzgar por cómo junta cuatro palabras inanes para decir la chorrada más gorda que el oponente. No hay fin de semana –el finde- que no salgan en su púlpito moderno, la tele, para soltar algún engendro merecedor de encerrar al autor en la Cárcel de Papel, aquella sección tan divertida de la Codorniz de otros tiempos. Un sábado uno dijo algo de “Ordinalidad” y a otro de “Territorializar”, y todavía no sé qué querían decir.

A otro político le oí decir que el objetivo era “Reducir la emisión de CO2 para el transporte en un 60% en 2050 frente a una aumentación de movilidad” en una charla sobre los corredores ferroviarios de Andalucía. Pudo decir aumento de la movilidad, pero usó el término aumentación, más vistoso. No faltó la manida frase de que el corredor será “motor de desarrollo y empleo”.

Cuando oí la primera vez lo de finde, recordé que una vez mi padre me contó que los ingleses no trabajaban los sábados por la tarde y eso lo llamaban “semana inglesa”. El tiempo trajo la “semana inglesa” a España, que la convirtió en “española”, o sea no trabajar en la mañana del sábado, luego amplió a la tarde del viernes, y hoy casi nadie trabaja el viernes completo. Por eso los hoteles idearon lo de “escapada de finde” y “perderse”, una jerga que ilusiona a los de las grandes ciudades, creídos de que huyen para cambiar el chip, otra modernidad, del trajín semanal, cuando no pueden vivir sin el móvil. Pero en España hemos ido más allá. Del finde hemos pasado al “puente” o al “acueducto”, caprichos del almanaque, que hay meses que no se da un palo al agua.

Termino, que me estoy alargando mucho, con la jerigonza de los políticos. Leí en un periódico que a una persona premiada en un certamen de novela de la Diputación de Jaén, lo desposeían del premio porque “su novela atentaba contra los principios de igualdad de género”. El premiado puso una demanda judicial contra esa Diputación y se lo advirtió con un mensaje que decía “veamos si la justicia piensa como ustedes y pretende parametrizar políticamente la literatura”. Leí eso varias veces haciéndome cruces, como dicen en mi pueblo, pensado si quiso decir que no se puede manipular la literatura al antojo de los políticos, y ahí me quedé. Hay quien asegura que en España no cabe un tonto más. Yo añado que hay ignorantes a granel, como al que le preguntaron qué es la hipotenusa y no sabía. ¿Y los catetos?, y dijo que si eran los de Lepe. Habría oído chistes de leperos que hay que ver lo que les ha caído.

Queda con Dios.

 

miércoles, 14 de agosto de 2013

Carta a Robledillo 14 de agosto de 2013

Estimado Robledillo:

Llevo una docena de días lejos de la gran ciudad, en el pueblo del altiplano granadino donde paso el mes de agosto, alejado del tostón televisivo de tertulias y conspiraciones periodísticas, y hasta de las películas del oeste que tanto me gustan. Disfruto paseando y viendo pasar el tiempo, hora tras hora, sin más sobresalto que el ladrido de algún perro callejero.

No echo de menos ni a Rajoy, ni al columnista habitual del periódico, ni siquiera al futbol, aunque éste ya se anuncia para la próxima semana. En la breve tertulia del café de la mañana se habla de las cosechas, del calor, del compadre que está en el hospital, de las fiestas del patrón, de la menor afluencia al bar por la situación económica, o de que en el invierno ha llovido mucho.  

En estos sitios hay una vida distinta a como nos la cuentan los que se tiran todo el año en la tele o en la radio “inventando” una vida a su manera, ignorando las percepciones que tiene la mayoría de la gente de un pueblo o de una pequeña ciudad. Hay una vida real de personas a las que Bárcenas, por ejemplo, les resulta un tío que está en la cárcel por robar, y si oyen hablar de un tal Madina, -uno del Psoe- creerán que es el último fichaje del Granada C.F. y de ahí no pasan. ¿Para qué? Creo que están inmunizados contra políticos y periodistas.
Lo de las encuestas de opinión, la intención de voto, el share de la tele, la prima de riesgo o las hipotecas, o el futbolista estrella del verano, se ignora. Interesan más asuntos del momento, de los que se habla cada mañana tomado el café y la copita de anís, o cada tarde con una cerveza de barril y una tapa de conejo frito. Hay quien se echa la siesta, o siestarrón, y otros que juegan la partida de tute con un cubata cargadito. A la mayoría de los vecinos los vaticinios u opiniones que salen en los medios, hasta el hartazgo, les importan un pimiento. Charlan de sus cosas.

Una vez alcancé a oír un dicho atribuido a dos hermanos que vivían en un sitio cercano llamado Cantarranas. Le apodaban “los Colirios” y eran muy exagerados relatando hechos y sucedidos.
Se sentaban por la tarde a la fresca mirando el cerro de enfrente. Una de las veces, el que se las daba de más espabilado dijo: “He visto un rebaño de más de cien ovejas a la sombra de una coliflor”. ¡Puf!, pensó el que parecía menos avispado, y siguió con la vista puesta en el cerro. A los pocos minutos soltó: “Pues yo he visto hacer una sartén entre 200 hojalateros, que los golpes que daban unos no los oían los otros”. ¡Arrea!, caviló el que se las daba de listo y dijo: “¡Quita quita!, cuentista, una sartén con 200 hombres dando golpes que no se oyen unos a otros, ¿para qué?”. “Pues para freír la coliflor esa que daba sombra al rebaño”, y volvió a mirar al cerro.
Como verás todo distinto a como lo pintan los opinadores oficiales del reino desde su sede en la súper gran ciudad. Ya te digo, aquí me tienes en ese ambiente, caluroso de día, fresco de noche.

sábado, 22 de junio de 2013

Carta a Robledillo 22 de junio de 2013

Estimado Robledillo:

Hoy estoy un poco malhumorado porque llevo más de media hora al teléfono intentando una cita médica –en Hospital privado- pero me he rendido harto de oír la misma grabación, “Todos nuestros agentes están ocupados”, repetida doce veces, y sin poder concertar la cita. Como conozco el paño, sé que “todos los agentes” se reducen a una señorita que atiende el teléfono y a las visitas que van al hospital por diversos motivos. Con el paro que hay, en vez de poner otro agente como le llaman, el sistema coloca una trinchera tan moderna como poco eficiente.

Esto me recuerda que, hace cincuenta años, María, la telefonista que manejaba la centralita del pueblo cuando los teléfonos eran de manivela decía, “Hay demora”, frase que repetía como un loro cuando pedías una conferencia con el pueblo de al lado. Entonces podías desahogarte con la telefonista la larga espera, pero hoy no puedes regañar al dichoso artilugio parlante.

A esto tan moderno se le llama eficiencia, otro palabro de moda que, hasta para vender o alquilar un piso, hay que tener un “certificado de eficiencia energética”, otro papel para dar por saco y crear más burocracia, justo lo contrario que dice el Gobierno que va a hacer.

En lo de inventar frases son maestros ciruelas los políticos y los tertulianos, ese neo-oficio de periodistas (comunicadores dicen) que saltan de un plató a otro de la tele o de la radio desde que amanece hasta las tantas de la madrugada, lavándonos el coco con monsergas de la más diversa actualidad, pues lo mismo te lanzan una perorata de economía que de las virtudes cardinales, aunque no sepan ni patata. Eso sí, todo hablado en tertulianés, su jerga favorita, que da mucho porte pero nada parecido a la prosa y el vocabulario que desarrolló Tertuliano, el escritor cristiano de finales del siglo II, con una esmerada educación en derecho, filosofía y retórica, que pudo acuñar nuevas y cultas expresiones del lenguaje.

No sé tú, pero yo opino que el dichoso tertulianés tiene mucho de pedante para que parezca que quienes lo hablan son eruditos, cosa que casi nunca pasa. ¡Con lo fácil que es hablar de forma sencilla!  Mira todo lo que se me viene a la memoria mientras te escribo.

Por ejemplo, la palabra “entorno” la usan para decir “los países de nuestro entorno” en vez de “los países limítrofes o cercanos”, y “entorno familiar” en vez de familia, que es más fácil.  Si el tema es de Economía y no sabes de “Ingeniería financiera”, de “déficit asimétrico”, o de “crecimiento negativo” (toma castaña) ¡tiembla! y no te quejes de que no llegas a fin de mes con la pensión. 

Si quisieras “hacer país”, que es memez supina de los políticos para no decir España o nación, tendrías que hablar con alguna perla progresista como estas: "hasta donde yo sé", "visto lo visto", "dicho lo cual", "largo recorrido", "hondo calado", “ambicioso proyecto”, “un antes y un después”, “sí o sí”, o “con la que está cayendo”. Esta frase se está convirtiendo en muletilla nacional, tanto que creo que la van a traducir al esperanto para conquistar el mundo.

Otro. A los políticos se les hace la boca agua con “sostenibilidad” que, por si no lo sabes, debe ser el nuevo estado de un sistema físico que, además de estar en equilibrio estable, inestable o indiferente (como siempre), ahora está en “sostenible”. No te pierdas su carácter universal porque ya no hay nada que no sea “sostenible” o susceptible de serlo. No dirás que no es algo grandioso. Hasta el planeta Tierra es “sostenible” en la Galaxia. ¡Ay como falle el cable que lo sujeta!

Otra parida política es la de observatorio, nuevo ente para distraer gastos. Sabes que existe el Observatorio Astronómico de Calar Alto en Almeria, o el Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos en la isla La Palma en Canarias, para observar las estrellas. Pues nuestras estrellas políticas han ideado otros. Los hay de la mujer, de la violencia de género, del agua, de la deuda, de la biodiversidad, de empleo estatal, de logística, de igualdad de género, de la ecología y así hasta el infinito. Yo voy crear uno para observarme la caída de la cana, la única que me queda. Tú crea el Observatorio Robledillo Especial para ver si las gallinas del corral te engañan con otro gallo.

Voy a ir terminando pero antes apunta una cosa más seria. Si alguien te pregunta por tu perfil no te pongas de canto para que te mire y te haga una foto, no. El “perfil” es lo que antes se llamaba biografía: datos personales, académicos o profesionales. Luego lo llamaron historial, después curriculum y ahora “perfil”, que parece una pintura de una mujer egipcia.

El uso de jergas grotescas no es nuevo. Cuando estudiaba en Madrid, -años 60, sigo XX- en la zona de la calle Serrano se juntaban los niños y niñas de familias bien que les dio por hablar en plan engolado y cursi. Creo que allí nació lo de niños pijos. Entonces no había ese excesivo besuqueo que ahora se estila, simplemente se daba la mano. Cuando los chicos llagaban con el coche de papá para fardar, con aire petulante decían: “No os doy la mano porque apesta a volante” y luego añadían “Vengo de tumbar la aguja en Perdices”, que se traducía por salir de Madrid por la carretera de La Coruña y poner el coche a 100, que no daba para más. Yo tenía un compañero que tenía un Land Rover de los antiguos con un parachoques delantero como una viga. Cuando nos invitaba a pasear por Madrid, decía “Vamos a meter la viga”, o sea vamos a incordiar a los demás coches para que se aparten porque temen la viga del Land Rover.

Como esta jerga da par mucha juerga, otro día más.

lunes, 20 de mayo de 2013

Carta a Robledillo 20 de mayo de 2013

Estimado Robledillo:

Paseaba la otra tarde cuando me abordó una moza, libreta y boli en ristre, y me preguntó si podía contestar a unas preguntas. Pensé que era una encuesta, y me dije: ¡Qué raro!: Todos los días me cruzo con entrevistadores y ninguno me pide nada, será porque las encuestas las hacen a gente de mediana edad, y yo ya sumo unas cuantas canas. Dije, vale.
Después de anotar mis datos personales, edad, profesión, lugar donde vivía, la chica quiso saber qué calificación –entre el 1 y el 5- daba al gobierno, a la monarquía, a los partidos, a los sindicatos, a la iglesia, a la justicia, y algo más que no recuerdo. Ella rellenaba los cuadritos del papel con mis respuestas con agilidad pasmosa. Al final me preguntó mi intención de voto si en este momento hubiese elecciones. Intenté resistirme, y contesté saliendo por la tangente: A uno de los dos grandes partidos,… ¡o tal vez a ninguno!. ¿Por qué no votaría a ninguno?, insistió. Entonces le solté una perorata. Mira,- le dije- al principio de la democracia el trabajo era una oportunidad para progresar; se vivía con honradez; no se gastaba lo que no se tenía. La educación era un valor seguro; en la escuela se aprendía a vivir en sociedad con sentido ético; y de la universidad salía gente muy preparada, grandes profesionales. El sistema político recién instaurado era atractivo e ilusionante. Hoy, sin embargo, todo se ha desmoronado por la incapacidad de la clase política. La gente pide subvenciones en vez de trabajo; gasta lo que no tiene; en la escuela se ha perdido la autoridad de los maestros en perjuicio de la educación; y la formación universitaria está devaluada: se regalan títulos académicos con nombre rimbombantes, como si fueran rosquillas. La chica que había empezado anotando mis palabras, optó por cerrar la entrevista y me dio las gracias. Supongo que se cansó. Me quedé con ganas de decirle que no votaría al PSOE porque ha perdido lozanía y ha retomado un discurso de los años 30 del siglo pasado que la mayoría de la gente ni ha vivido. Arremete contra la Iglesia Católica olvidando que su adversario es el PP, y para arreglar la economía pide dinero para dádivas y dilapidar como si fuéramos ricos. Tampoco votaría al PP porque demuestra que es gente acomplejada y débil que, sin duda, arreglará la economía, pero, a pesar de su mayoría absoluta, se retrae en temas como el aborto; en no poner en su sitio a los separatismos, y en eso que llaman regenerar la vida pública. Zapatero fue un maestro en destrozar principios, pero Rajoy no sabe construir para el futuro porque le falta valentía ética, o, si la tiene, se le nota poco.

Volví a mi casa pensando en ello. A llegar leí en una revista que astrónomos de la NASA han descubierto dos planetas en la constelación Lyra a unos 1.200 años-luz de la Tierra que giran en torno a una estrella llamada Kepler 62 de diámetro algo menor que el Sol. Me sonreí: Mientras hay quien te pregunta por el voto de las próximas elecciones, otros “dicen” que hay dos planetas allá donde se tardarían siglos en llegar viajando a toda pastilla. Seguramente la encuesta de la chica servirá para algo, pero lo de los planetas, ¿será útil para alguien? Concluyo: Ante la política y la ciencia del espacio, me rindo.
A ver si otro día te cuento algo más de andar por casa que hoy me he perdido entre políticas y planetas. Un abrazo

viernes, 19 de abril de 2013

Carta a Robledillo 19 de abril de 2013

Estimado Robledillo:

Parece que fue ayer cuando nos fuimos a ver en Granada “El último cuplé”, medio de tapadillo por lo de la censura, y hace más de cuarenta años. He recordado aquella tarde en la muerte de Sarita Montiel, nuestro ídolo femenino de juventud. Y mira por donde Margaret Thatcher, -la que hizo del muro de Berlín, con R. Reagan y Juan Pablo II, un montón de escombros- ha seguido el mismo camino. En fin, que la vida no es para siempre.
Como ahora evito las tertulias de la tele, ¡qué horror de invento!, hoy te invito a leer historias de amigos o conocidos. La primera me la cuenta un madrileño casado con una sevillana que, como es abril, han ido a la feria. Dice que en Sevilla la gente no tiene la prisa que hay en Madrid, y lo achaca a “la caló”. Hombre, le digo, la prisa de Madrid es única y no se puede exportar a ningún sitio y menos a Andalucía, donde todo es quietud. Mira, la hija de un amigo que trabajaba en un Juzgado de Barcelona, donde todo era muy ordenado, vino a Marbella y al segundo día de estar en el Juzgado marbellí, le dijeron que “allí no había prisa” en despachar los asuntos pendientes, que están amontonados sobre una mesa sin orden alguno. Aquí somos más de cafelito.

Otra historia. Un conocido de tomar el cafelito de las mañanas, notó que en Méjico, a donde viajó hace meses, no hay saleros en las mesas de las cafeterías porque los mejicanos han puesto en marcha el lema “menos sal y más salud”, para luchar contra la hipertensión. Dice que lo de aquí, que pides una tostada con aceite y enseguida llega el camarero con el salero, allí es una mala costumbre ya desparecida, incluso entre las amas de casa. Si no cumplen te multan.

A veces este casi amiguete se pierde por semanas porque viaja mucho y gasta sus cuartos por el mundo. Hace poco el angelito ha estado en Sydney y en Moscú. De Sydney cuenta que entró en una tienda de moda y su mujer quiso probarse un vestidito y la dependienta le pidió 5 dólares. Le explicó que es una norma de la casa porque hay quien se prueba el vestido, anota la referencia, y se va a otra tienda a comprar uno de imitación más barato made in China que da el pego. Eso me recordó a mi amiga Lola que compraba un vestido en el Corte Ingles, copiaba el patrón, devolvía el vestido y luego lo confecciona ella en su casa con tela de otro sitio.

Lo de Moscú es para ejecutivos en ejercicio, no como nosotros ahora. Cuenta que iba en un taxi por la capital rusa y se percató del enorme trafico que había, mucho peor que el de Madrid en plena hora punta. También observó la cantidad de ambulancias de corrían de un lado para otro con sus sirenas y sus luces a tope. Al tercer día dio con un taxista de origen italiano y mal que bien se entendió con él. El taxista le explicó que muchas ambulancias eran taxis camuflados que usan los adinerados rusos para sortear el denso trafico y llegar a tiempo a sus destinos. El hombre se quejaba porque era una competencia que solo pueden pagar clientes con pasta. En  vez de camilla y un maletín de primeros auxilios, llevan bar, pantallas de tele, y cómodos asientos. Luego supo que la policía persigue a las ambulancias taxis y ya no se ven tantas.

Como verás lo divertido y la picaresca no son exclusivos de los españolitos. Si este amiguete me cuenta alguna historia más te la escribiré. Y no abuses de la sal, cuídate.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Carta a Robledillo 13 de marzo de 2013

Estimado Robledillo:

En tu última carta, -se notaba que la escribiste de prisa-, me preguntas sobre la renuncia del Papa y qué opinaba. Mis cortas luces no dan para opinar sobre algo tan primordial de una persona tan relevante que lo ha debido meditar a fondo en presencia de Dios, y los designios de Dios son inescrutables, como sabes. Me coges a pocas horas de que se elija el sucesor de Benedicto XVI en el Cónclave que acaba de empezar y, aunque no pierdo ripio, me voy a enrollar un poco.
Me he dado cuenta de que no hay nada en el mundo que suscite un interés comparable. Dicen  que hay más de 5.000 periodistas cercando la Capilla Sixtina, lo que evidencia la importancia que  tiene la fe católica en la vida del hombre y, aunque a algunos les importe un pepino, no pierden detalle del ceremonial que se repite siglo tras siglo. El Cónclave es un rito, tal vez anticuado pero eficaz, donde los “ancianos del lugar” deciden un “líder” (uso este palabro a sabiendas de lo poco que me gusta), o mejor dicho, un guía espiritual para millones de personas que creen, no en el invento llamado partícula de Dios, sino en Dios entero y verdadero. Y ¡fíjate!, cuando “los ancianos del lugar” lo tienen elegido, en lugar de una conexión ultrarrápida y supermoderna, usan una humareda para anunciarlo, como los indios de las películas.

Así es la Iglesia, y así ha sobrevivido a revoluciones, a ideologías, o a filosofías de diverso pelaje, durante más de veinte siglos manteniendo rutinas ancestrales alejadas del ruido de la calle. Será porque el Espíritu Santo, del que tantas burlas hacen estos días, está presente en su propia esencia, y el Espíritu Santo, algo más anciano que los reunidos, va a lo suyo.
Como digo, en pocas horas habrá nuevo Papa. Cuando salió Benedicto XVI se decía que había sucedido a un coloso. Veremos la de frases que se dicen de su sucesor: habrá para todos los gustos. Me imagino que prensa, radio y televisión tendrán predeterminado un titular, o tal vez dos, acorde con su particular ideología, para lanzarlo a los cuatro vientos acicalado con juicios de valor sobre la personalidad del elegido, al que muy pocos conocerán. Muchos serán falsos o faltos de fundamento como se ha visto con el Papa Emérito Benedicto XVI que los vaticinios más falaces que se lanzaron sobre él, han resultado errados.

No sigo porque voy a ver de qué color es la próxima humareda.

sábado, 9 de febrero de 2013

Mis viajes en avión

Estimado Robledillo:

No te lo vas a creer, pero he viajado a la capital en avión cosa que me resistía desde hacía años. Un vecino que hizo su bautismo de vuelo a la capital y vino encantado, me animó. Me aventuré con una compañía de las que llaman low cost, o sea de precio barato, y volví añorando los tiempos en que la calidad del servicio era de sobresaliente.

Recuerdo que mis primeros vuelos era todo un cumulo de atenciones desde que entrabas en el aeropuerto de salida hasta que salías del que llegabas. Viajar en avión estaba reservado a una selecta elite que podía permitirse comprar un pasaje para llegar rápido a un destino donde le esperaba un buen negocio o unas buenas vacaciones. Las azafatas te identificaban por tu nombre y apellidos escritos en el billete. Ahora eres un simple código de barras y las azafatas, cuando las hay, casi ni te miran.

Lo de la identificación con nombre y apellidos trae a mi memoria lo de un antiguo jefe que, cuando iba a la capital, se hacía el remolón para acceder el último a su asiento. Así conseguía que lo avisaran por megafonía dos o tres veces. Era muy presumido y se las daba de importante viajero de avión, (el llamado vip). Una vez logrado su propósito, entraba en la cabina con porte engreído al haber oído su nombre por los altavoces para que el pasaje se fijara en él. Sus conocidos le llamaban “el varitas” porque siempre llevaba una varita para azuzar a un caballo que montaba.

Mi primer viaje en avión fue en uno de hélice con un compañero de trabajo. Fue cuando trabajaba en la fábrica de materiales de construcción de los cinco hermanos que ya te conté otra vez, cuyo padre fue un maestro albañil que empezó haciendo losetas y logró montar un próspero negocio que aún sigue. Aquel hombre hoy se llamaría “emprendedor” que es la palabra de moda para llamar a lo que siempre ha sido empresario. En ese primer viaje fuimos a la capital.
 
Luego hice un viaje a Copenhague en compañía de uno de los hermanos a comprar maquinaria para hacer losas. Volamos en Iberia, Sabena, SAS y Lufthansa porque la vuelta fue vía Alemania. La hartura de un viaje largo, por las escalas, lo compensaba la belleza de las azafatas y su exquisita atención. Entre mi compañero y yo hicimos quinielas para ver quiénes de ellas- españolas, belgas, suecas, o alemanas- eran las más guapas y darles un imaginario título de miss. Cuando el viaje de regreso tocaba a su fin, las suecas eran las favoritas, pero tras la última escala, ya en suelo español, nos tocaron tres azafatas de Iberia que dieron vuelta a la quiniela.

Como te digo tanto han cambiado los viajes en avión, que no les daría sobresaliente. He leído que algunas compañías van a mejorar la calidad del servicio para atraer a la clientela, empezando por habilitar espacios de espera cómodos con vistas a las pistas para ver aterrizar o despegar a los aviones, como nos gustaba hacer al llegar al aeropuerto. Ahora entras en una terminal y no sabes si es un aeropuerto, un centro comercial, un expositor de cosas diversas, un batiburrillo de razas humanas, una muestra arquitectónica horrorosa, o una pasarela de modas que visten hombres y mujeres poseídos por la gran prisa de nuestro tiempo, sin ninguna anécdota que contar como la de mi antiguo jefe. Es otra clase de vida.
Podría contarte algo, seguiré otro día que se me acaba el papel

miércoles, 23 de enero de 2013

Carta a Robledillo 23 de enero de 2013.

Estimado Robledillo:

Estos últimos días estoy perplejo porque siempre he creído en la buena fe de la gente, basada en el honor, ese concepto que nadie menciona por temor a ser tratado de reaccionario, o por no parecer antiguo, pero lo de la corrupción está destrozando mi visión generosa del ser humano.
No temas, no voy a repetir lo de la súper-corrupción de los políticos –lo mismo da un partido que otro- porque es para malhumorarse, sino otro tipo de corrupción que podría ser “mini-corrupción. Sabes que sus señorías, diputados y senadores, tienen un móvil, una Ipad o una Tablet para su “trabajo”, artilugios que pagamos con nuestros impuestos, como las facturas por su uso. Cuando algunos están en su escaño, según veo en la prensa, su “trabajo” consiste en engancharse a las redes sociales y pasarse todo el rato que dura la sesión de la cámara entretenidos Dios sabe en qué, ajenos a lo allí que cuece, sin levantar la vista del artilugio.

Este apego a los móviles, Ipad o Tablets me recuerda a uno del pueblo que se compró una Iso-Moto. Entonces yo tenía unos diez años o más, y jugábamos en medio de la calle. El motorista se apellidaba Fábregas y no dejaba la moto ni para la siesta. Cuando estábamos en pleno juego aparecía el Fábregas en su moto y nos fastidiaba porque teníamos que apartarnos. Le tomamos ojeriza, y como no podíamos con él porque era mayor, nos dio por llamarle “ahí viene la moto y su Fábregas”. Eso le molestaba pero como a correr no nos ganaba, se tenía que aguantar. Es como ahora que un vecino mío va siempre, mañanas y tardes, en chándal, y me recuerda al Fábregas. Cuando lo veo me digo “ahí va un chándal con mi vecino dentro”.
Como algunas señorías emplean su sueldo en twittear, en vez de patearse el pueblo o la ciudad para conocer in situ los problemas de sus votantes, mejor sería destinar unos escaños de las cámaras para twittear a gusto que podría llamarse “escaño tweet”, como “low cost” pero en escaño. Así cuando los viésemos por el pueblo presumiendo como si fuesen gente estupenda podemos llamarlos “ahí viene la tablet y su señoría” y echar a correr para no votarles más.

Se lo voy a escribir al Presidente del Congreso y del Senado a ver si cuela.