sábado, 9 de febrero de 2013

Mis viajes en avión

Estimado Robledillo:

No te lo vas a creer, pero he viajado a la capital en avión cosa que me resistía desde hacía años. Un vecino que hizo su bautismo de vuelo a la capital y vino encantado, me animó. Me aventuré con una compañía de las que llaman low cost, o sea de precio barato, y volví añorando los tiempos en que la calidad del servicio era de sobresaliente.

Recuerdo que mis primeros vuelos era todo un cumulo de atenciones desde que entrabas en el aeropuerto de salida hasta que salías del que llegabas. Viajar en avión estaba reservado a una selecta elite que podía permitirse comprar un pasaje para llegar rápido a un destino donde le esperaba un buen negocio o unas buenas vacaciones. Las azafatas te identificaban por tu nombre y apellidos escritos en el billete. Ahora eres un simple código de barras y las azafatas, cuando las hay, casi ni te miran.

Lo de la identificación con nombre y apellidos trae a mi memoria lo de un antiguo jefe que, cuando iba a la capital, se hacía el remolón para acceder el último a su asiento. Así conseguía que lo avisaran por megafonía dos o tres veces. Era muy presumido y se las daba de importante viajero de avión, (el llamado vip). Una vez logrado su propósito, entraba en la cabina con porte engreído al haber oído su nombre por los altavoces para que el pasaje se fijara en él. Sus conocidos le llamaban “el varitas” porque siempre llevaba una varita para azuzar a un caballo que montaba.

Mi primer viaje en avión fue en uno de hélice con un compañero de trabajo. Fue cuando trabajaba en la fábrica de materiales de construcción de los cinco hermanos que ya te conté otra vez, cuyo padre fue un maestro albañil que empezó haciendo losetas y logró montar un próspero negocio que aún sigue. Aquel hombre hoy se llamaría “emprendedor” que es la palabra de moda para llamar a lo que siempre ha sido empresario. En ese primer viaje fuimos a la capital.
 
Luego hice un viaje a Copenhague en compañía de uno de los hermanos a comprar maquinaria para hacer losas. Volamos en Iberia, Sabena, SAS y Lufthansa porque la vuelta fue vía Alemania. La hartura de un viaje largo, por las escalas, lo compensaba la belleza de las azafatas y su exquisita atención. Entre mi compañero y yo hicimos quinielas para ver quiénes de ellas- españolas, belgas, suecas, o alemanas- eran las más guapas y darles un imaginario título de miss. Cuando el viaje de regreso tocaba a su fin, las suecas eran las favoritas, pero tras la última escala, ya en suelo español, nos tocaron tres azafatas de Iberia que dieron vuelta a la quiniela.

Como te digo tanto han cambiado los viajes en avión, que no les daría sobresaliente. He leído que algunas compañías van a mejorar la calidad del servicio para atraer a la clientela, empezando por habilitar espacios de espera cómodos con vistas a las pistas para ver aterrizar o despegar a los aviones, como nos gustaba hacer al llegar al aeropuerto. Ahora entras en una terminal y no sabes si es un aeropuerto, un centro comercial, un expositor de cosas diversas, un batiburrillo de razas humanas, una muestra arquitectónica horrorosa, o una pasarela de modas que visten hombres y mujeres poseídos por la gran prisa de nuestro tiempo, sin ninguna anécdota que contar como la de mi antiguo jefe. Es otra clase de vida.
Podría contarte algo, seguiré otro día que se me acaba el papel