domingo, 21 de diciembre de 2014

Carta a Robledillo 21 de diciembre de 2014

Estimado Robledillo:

Va para dos meses que el amigo Antonio, el menor de los Ramblas, apostillaba con gran tino y sapiencia sobre el párrafo del artículo de Ana de la Maza que te copié en mi carta anterior,  titulado “El regalo de la vida”, que dice “En estos tiempos de soberbia, aliada a la falta de amor en que se ha instalado nuestra sociedad, se está permitiendo poner en peligro el concepto de familia. Los hijos, que siempre han sido hijos del Amor, con esta falta de Amor se eliminan, y asunto resuelto”. A Antonio, el menor de los Ramblas, que le repugna el aborto, este párrafo le estremece y se subleva: “La postura de los políticos ante el tema, nada de extraño tiene. El ser así lo llevan en su adeene, algo que se ha agudizado en los últimos tiempos; gente mediocre y ramplona, que toma las decisiones a golpe de encuesta –que suele fluctuar, por otra parte, más que el péndulo de un reloj de pared–. Pero estos señores, que no confunden la ética con la estética –pues son para ellos dos conceptos exóticos– no se andan con muchas cavilaciones, y si hoy piensan que una postura les va a dar catorce votos más…, ¿qué quieres que te diga?..., “la duda ofende”. Antonio acierta de pleno con este corolario.

Esos políticos, a los que se refiere Antonio, el menor de los Ramblas, son los que cuando llega la Navidad hablan de “fiestas de invierno”, ocultando adrede que la Navidad es la cuna de la Vida, para conseguir –o así lo creen- catorce votos más de los ignorantes que se arriman a esas bobadas extasiados bajo un cielo artificial de miles de watios colgados de las calles que trata de esconder la revolución que supuso el nacimiento de Jesús, que ocurrió, como sabes, en un sitio pobre en contraste con la ostentación de consumo, de gasto y hasta de lujo que se lleva en los tiempos actuales.  

Para los que nos gustaban –y nos siguen gustando- el mazapán, el mantecado casero y una copita de anís, aun disfrutamos el regusto de la Navidad familiar. Primero con nuestros padres, luego con nuestras novias, después con los hijos y ahora con los nietos. Aunque desmejorada respecto a otros tiempos, en la Nochebuena la condición humana sigue sintiéndose sacudida por un Misterio que solo puede venir de un cielo más alto que las estrellas. Un Misterio que la Misa de Gallo en la Iglesia más cercana nos ayuda a celebrar como la Mejor Noticia.

¡Vaya! que me he puesto solemne o como le dijo una vecina a mi tía al verla acomodada pomposamente en su sillón: “¡Hija, estas reverenda!”. Solemne o no, el caso es que celebrar la Navidad sin mencionar lo que se conmemora, su porqué, su cómo o su cuándo, es un absurdo, por no decir un disparate que roza la sinrazón. 

Cuídate estos días, toma mantecados hechos con aceite de oliva, y enseña a tus nietos (si se dejan) que la Navidad es la fiesta de un cumpleaños de un Niño que no tuvo ni un juguete.