sábado, 21 de abril de 2018

Carta a Robledillo 21 de abril de 2018.

Estimado Robledillo:
 

Aunque nos vimos hace poco, en Semana Santa, me apresto a escribirte a mi vuelta de Roma por donde he andado con mi parienta y contarte lo que he disfrutado en la monumental Ciudad Eterna. Recodarás que te dije que el viaje era un regalo de los hijos con motivo de nuestras Bodas de Oro, que para evitar una negativa nos estimularon con “ir a ver al Papa Francisco” en una de las audiencias de los miércoles y de paso visitar Roma. Aceptamos ir después de Semana Santa.

Nos encomendamos a la Agencia de Viajes El Corte Inglés que preparó un programa a nuestro gusto. Elegimos para la semana del 9 al 14 de abril y poder estar en la Audiencia Papal el miércoles 11, ya fijada en el calendario de la Santa Sede.

El lunes 9 salimos en avión directo de Alitalia y en dos horas y media estábamos en Roma. Aunque la hora del reloj es la misma que en España, allí el sol madruga una hora antes y a las 6 y media de la mañana es pleno día. Luego anochece sobre las 8 de la tarde. La gente va antes a trabajar, hace la comida sobre la 1 del mediodía y cena a las 7 de la tarde. Para nosotros era algo inusual pero nos acomodamos.

Nos alojamos en un hotel bien situado y cómodo. Al día siguiente de llegar, martes 10, tras el desayuno y provistos de un mapa y de un librito guía, empezamos a recorrer Roma, que como sabes se asienta sobre las Siete Colinas y está dividida en dos partes por el rio Tíber que discurre haciendo una gran “S” y lo atraviesan numerosos puentes. El pavimento de adoquines de sus empinadas calles las hacen incomodas para andar, una molestia que se olvida cuando se contempla su riqueza monumental. En su arquitectura viaria no se ven rascacielos pero sí muchas iglesias con su torres y sus cúpulas, plazas con sus obeliscos a cual más esbelto, y escalinatas sin fin. Pronto se nos hizo familiar la presencia de unidades del ejército en los lugares de mucha afluencia.

En la mañana de ese martes primero visitamos la Basílica de Santa María la Mayor, con sus tres naves y su artesonado dorado con oro traído de América obsequio de España. Sus paneles con escenas del Antiguo Testamento y sus enormes columnas son un regalo para los sentidos. Después de un rato caminando llegamos a San Juan de Letrán, otra basílica que hasta el siglo XIV fue la sede del Papa. Es la Iglesia más antigua del mundo. Tiene una fachada impresionante y en su interior cinco naves con estatuas de los apóstoles en la central y un artesonado que no desmerece al anterior. En sus capillas laterales se celebraba misa en varios idiomas y una de ellas está dedicada a San Juan Bautista. Fueron las dos primeras joyas de nuestro viaje.

De allí bajamos hacia la mole del Coliseo que emergía rodeado de una enorme multitud que nos hizo desistir de entrar a su interior. Enseguida nos vimos asediados por un enjambre de mercaderes de todas las razas humanas, que nos ofrecían entradas, baratijas, recuerdos, abalorios, para ganarse la vida. Me atrevo a decir que el Coliseo es el monumento más visitado. Nosotros lo rodeamos por delante del Arco de Constantino y por la Vía Sacra subimos al Monte Palatino para ver el Arco de Tito y el Foro Romano, centro que fue de la vida de Roma.

Ya por la tarde fuimos en busca de la famosa Fontana de Trevi, una cascada de agua y piedra, rodeada de una ingente muchedumbre de turistas lanzado monedas al agua mientras pedían un deseo. Luego de abrirnos paso para unas fotos y lanzar las monedas, volvimos sobre nuestros pasos para ir a la Plaza de España, a la que, confiados en nuestro mapa llegamos dando un rodeo que nos llevó a la Iglesia de Santa Trinidad del Monte, otra maravilla, desde la que bajamos por una enorme escalinata hasta divisar la columna de la Inmaculada en el centro de la Plaza y la Embajada de España protegida por el ejército y con la bandera española en el balcón. Es tradición que todos los años el Papa deposite flores a la Virgen en la fiesta de la Inmaculada. Nos tropezamos con aficionados barcelonistas con sus banderas esteladas llegados para el partido del Barça con “la Roma” que se jugó esa noche y que perdió el Barça. De entre las vías que concurren en la Plaza de España la Vía Condotti se asemeja a la calle Serrano de Madrid, propia para ir de compras con sus tiendas de diseño y escaparates de marca a precios caros. Por la misma zona está la Vía Borgognona, apta para gente adinerada. Completamos la tarde paseando por la célebre Vía Véneto con sus hoteles de cinco estrellas, sus cafés y sus exclusivas tiendas, de cierto parecido a la Gran Vía madrileña pero mucho más sosa, con menos paseantes y muy cuesta arriba. Una curiosidad: Es frecuente encontrar en los escaparates fotos o poster de Gregory Peck y Audrey Hepburn en la Vespa de la película “Vacaciones en Roma”, convertidos en un icono para los romanos, y se tiene la sensación de que van a aparecer por cualquier esquina.

El miércoles 11 fue la Audiencia con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Tras pasar los controles de seguridad nos acomodamos en unas sillas cerca de una de las calles por donde pasó el Papa en el “papamóvil” saludando a todos. Nada más verlo aparecer la emoción de los 30 a 40.000 asistentes subió de tono y con grandes aplausos, manifestamos nuestra alegría por el feliz y esperado momento. En otra ocasión te contaré con más detalle lo vivido en esa Audiencia. Solo te apunto que la organización fue perfecta y el acto duró unas tres horas.

Con el recuerdo emocionante de la mañana, aquella tarde nos fuimos a recorrer la “Vía dei Fori Imperiali” que es una amplia avenida que va del colosal monumento a “Vittorio  Emmanuele II”, frente a la Plaza Venecia, hasta el Coliseo. La avenida, muy cerca de nuestro hotel, data de 1931 y a un lado y a otro están los restos de los Foros de Cesar, Augusto, Nerva y Trajano, algunos reconstruidos, con sus estatuas, o en reconstrucción. En el Foro de Trajano, que era sevillano, vimos la Columna de Trajano en cuyo fuste, de unos 40 metros de alto, se narran esculpidas en forma de espiral las hazañas de este emperador con su estatua en bronce coronando la cima.

No menos espectacular es el Monumento a Víctor Manuel II, llamado el Altar de la Patria, de mármol blanco, inaugurado en 1911 con motivo de la Unificación Italiana, del que llaman la atención sus grandes dimensiones, sus columnas corintias, su llama permanente y la estatua ecuestre del emperador. Cansados de la “paliza” de la mañana y de la tarde nos sentamos en un banco frente a este monumento mientras por la  “Vía dei Fori Imperiali” veíamos el ir y venir de la gente y los vehículos, controlados por la policía y una sección del ejército.

El siguiente día, el jueves 12, fue la visita al Vaticano. El microbús nos recogió pronto y hacia las 9 de la mañana en la puerta de los Museos Vaticanos nuestra guía agrupó a los 23 españoles que formábamos su grupo. Si imponente fue lo visto en los días anteriores en Roma-Ciudad, de los Museos Vaticanos, de la Capilla Sixtina y de la Basílica de San Pedro solo puedo decirte que es algo grandioso. En pocas líneas me es difícil describir lo que allí se encierra. Mucho arte concentrado en grandes salas, previas a la visión de la Capilla Sixtina, un lugar de visita imprescindible, que en 1508, el papa Julio II encargó a Miguel Ángel Bounarroti y en cuya bóveda se muestran episodios del Génesis, figuras de los Profetas y las Sibilas, y otras escenas de la Biblia. Como sabes en ella se celebran los conclaves para elegir papa y se tiene como lugar sagrado.

Siguiendo la riada de gente arribamos a la entrada de la Basílica de San Pedro, desde donde se ve la gran Plaza con la enorme columnata de Bernini y el obelisco central. Antes de entrar vimos la Puerta Santa hecha de bronce que abre el Papa solamente en los Años Jubilares y ya en el interior pudimos apreciar primero la belleza de “La Piedad” de Miguel Angel, otra joya escultórica labrada en mármol de Carrara, y ¡cómo no! la grandeza de la basílica como centro espiritual de la Iglesia Católica. Destaca el baldaquino de Bernini bajo la gran cúpula sobre la tumba de San Pedro. En el lado derecho hay una estatua de bronce de San Pedro con el pie deslucido de tanto pasarle la mano, como saludo. El papa San Juan Pablo II también está enterrado en una capilla, y lo mismo el cuerpo incorrupto del papa Juan XXIII. A otra de las capillas tapada por una gran cortina solo se podía entrar a rezar ante el Santísimo expuesto. Podría seguir contándote más y haría interminable la carta, de modo que ya hablaremos cuando nos veamos.

Aprovechamos la tarde para acercarnos a la Estación Termini y a la Vía Quirinale para ver el Quirinal, sede del gobierno italiano. Era la puesta de sol y en el horizonte se veía San Pedro. Con esta vista terminó la excursión romana. Regresamos en la mañana del día siguiente, satisfechos por todo lo visto.