domingo, 27 de marzo de 2011

¡POR EL AMOR DE DIOS!

¿Por el amor de Dios?... pero ¿si esta expresión es hoy políticamente incorrecta? Será políticamente incorrecta, pero es un remedio para pobres que lo necesitan.

Hubo un tiempo, allá por los años 40 y 50 del siglo pasado, que los pobres llamaban a las puertas de las casas, o se sentaban en la cancela de la Iglesia y pedían “una limosna por el amor de Dios”. Y la gente los socorría a pesar de sus estrecheces económicas. Muchas veces las amas de casa les daban un plato de la misma comida que servía al resto de la familia.

Ahora hay pobres que suelen pedir para comprar unos cigarrillos o un cartón de vino peleón, aunque también hay muchos pobres de necesidad. Hasta no hace mucho tiempo un sacerdote de la Catedral pedía de vez en cuando una limosna para socorrer a “sus pobres” a quienes llamaba pobres vergonzantes, que serían los que les daba vergüenza ir de puerta en puerta pidiendo. El cura omitía lo de “por el amor de Dios” pero se valía de un gracejo sincero para conseguir que los fieles llenaran el cestillo de las limosnas. Estos practicaban el amor al prójimo. Alguien comentó que había fallecido rodeado de sus pobres vergonzantes.

Pero no todo pobre es vergonzante. En la puerta de una Iglesia de postín rodeada de un jardín y con aparcamiento propio, había un pobre acompañado de su familia. Con la mano extendida acopiaba la caridad de los fieles que llenaban la iglesia. Al terminar la última misa de la tarde recogía sus bártulos y… caracoles, se dirigía a un vetusto coche de turismo del aparcamiento y se marchaba con toda su prole. “Éste -se podía pensar- no pedía por el amor de Dios, sino para pagar la gasolina de aquel Seat”. Era un pobre motorizado.

Muchos pobres de ahora están atendidos por instituciones caritativas de las que da ejemplo Cáritas por su permanente y generosa dedicación a miles de necesitados cada día. Cáritas se mantiene gracias a los donativos que, “por amor de Dios”, da gente desprendida que la hay a espuertas, mientras los “pobres gobernantes” se gastan lo que no es suyo en guerras libias, que fingidamente llaman misiones de paz o lindezas por el estilo como si fuéramos unos tarugos para creérnoslo. Las únicas misiones de paz y “por amor de Dios” que hay en el mundo las ejercen los misioneros cristianos que atienden hambres, sidas, tifus, epidemias, etc. Y como ejemplo por ahí andan las discípulas de la Madre Teresa de Calcula recorriendo medio mundo sin más bagaje que su hábito, sus sandalias y el amor al prójimo.

Las misiones en las que se empeñan los gobiernos son las de guerra aunque las disfracen de ansias de paz porque, vamos a ver, si a Libia (que es lo que está de moda ahora) se mandan aviones de combate; buques de guerra o submarinos con torpedos, todos dispuestos a disparar, resulta bastante difícil creer que no se trata de una guerra o es una guerra rarísima.

También hay pobres de espíritu, que son gente humilde, que buscan el perdón. Ellos serán bienaventurados “por el amor de Dios”.

Finalmente hay pobres dañinos que dicen sentirse libres aunque viven oprimidos porque su conciencia nublada les impide distinguir entre el bien y el mal. Siempre los ha habido, pero la novedad es que, ahora, van por la vida de totalitaristas laicistas asaltando los sentimientos religiosos de los católicos. Contra esta ofensiva va siendo hora de soltar las amarras de la pasividad que nos ata, desplegar las velas y no callarse más, ¡por el amor de Dios!