Aun siendo los dos
casi de la misma “quinta” yo te adelanto en años de casado. El otro día, el
lunes 18, cumplí 50 “tacos” de casamiento, pues me casé con 28 mientras tú todavía
remoloneabas con la novia. ¡Pues anda que no te hiciste de rogar para subir al
altar! A lo que iba.
Mi “moza” y yo celebramos con los hijos y los nietos las
Bodas de oro, que sabes se hacen al medio siglo de estar arrejuntados. A mí,
como a ti, no nos ha ido mal. Hemos cumplido las obligaciones de los buenos
casados, se nos ha dado bien el trabajo, no nos han faltado disfrutes variados y
llevamos bien la jubilación. Lo único de lo que podíamos quejarnos es de cómo
pasa el tiempo, pero esto es cosa del que nos vigila desde lo Alto y no es
cuestión de porfiar. (Puede que allá también se celebren Bodas de oro, o vaya
usted a saber.)
No te invité por lo lejos, así que te debo una convidá para cuando me acerque al pueblo.
Aparte de mis hijos y nietos, uno todavía en mantillas, nos acompañaron los
consuegros por parte de mi hija, y la consuegra, por parte de mi hijo Luis.
Como amigos estuvieron los vecinos más allegados, los que conocemos más de 40
años. En total 17 mayores, 3 niños y Daniel, el que está en mantillas. Muy en
familia.
Primero nos juntamos a comer en el Hotel Barceló cercano que
nos preparó un menú sabroso y bien servido. De menú, lo típico: unas entradas
al centro de la mesa a compartir y un plato principal de carne o pescado, a
elegir. No nos chupamos los dedos porque eso lo hacéis los de pueblo, y nosotros
somos pueblerinos capitalinos que es como decir ´madridista del Barça´. Cerveza,
vinos tinto o blanco, postre del que a mí me gusta, o sea dulce, café, cava
para brindar, y licores. Un menú apto para paladares de buen comer sin exquisiteces
de plato ancho que te dejan hambriento. Hubo regalos útiles, que agradecimos. Hubieras
estado a gusto. Diré, aunque tengas envidia, que todos salimos muy satisfechos.
Sin aspavientos disfrutamos de unas horas familiares y de amistad que solazan al
espíritu.
La diversión final estuvo en el tobogán que tiene el
hotel que “cae” de la primera planta a la baja, apto para “rescullarse” como hacíamos
de pequeños en el cerro, que hizo las delicias de grandes y pequeños. Esto fue
sábado 16.
Este año, igual que en 1967, el 18 de diciembre cayó en
lunes. Ese día, por la tarde tuvimos una Misa de acción de gracias y renovación
del sacramento del matrimonio en la parroquia de Santiago cuyo párroco
Francisco Aranda, muy amigo, nos dedicó la homilía y otras preces de la
ceremonia. Tras el evangelio renovamos las promesas de la alianza de casados al
pie del altar. Comulgamos con el pan y el vino como hace 50 años, en un grato
momento difícil de olvidar. Nos acompañaron los hijos, los nietos y los del día
anterior. En el ambiente se notaba una íntima satisfacción y una gran alegría sin
alharacas, muy de nuestra forma de ser.
Recibimos muchas felicitaciones, y de regreso a casa los “recasados”
volvimos felices y contentos a la espera de la Navidad que celebraremos en
familia. Hay que dar gracias a Dios por esta vida que nos ha regalado.
Aprovecho para desearte unos felices días de Navidad, y
no desesperes que ya llegará la convidá.
Seguro que pasaremos un buen día.