sábado, 12 de julio de 2014

Carta a Robledillo 12 de julio de 2014

Estimado Robledillo:

Después de dos meses que no te escribo, hoy me he levantado con ganas de hacer repaso como si estuviera en la escuela, porque hay que ver la de noticias que nos han llovido. En mayo las elecciones al Parlamento Europeo, luego la abdicación del rey Juan Carlos, ahora la muerte de Di Stefano, y si de futbol hablamos, la “caída el imperio del tiqui taca” de nuestra selección en el mundial de Brasil.

Verías que las elecciones europeas parieron un nuevo Moisés que ha prometido un gran maná a base de pan con chorizo, si es que hay, para todos (…y todas, que no se me olvide). Su nombre no es Moisés, sino Pablo, e Iglesias de apellido, aunque la iglesia de su pueblo no sabe dónde cae, según tengo oído. Es un nuevo “castizo”, quiero decir de la casta política, al que pagaremos manutención, dietas y demás por el ímprobo esfuerzo que va a hacer. Dicen las lenguas de doble filo que va a formar dúo con uno de Psoe, un tal Madina, para contar chistes y repartir democráticamente la sin par gracia que no les cabe en el cuerpo. Vamos que van a ser la alegría del  pueblo. ¿Un nuevo Dúo Sacapuntas? ¡Ozú que susto!  

Luego vino la abdicación del rey Juan Carlos que me pilló tomando café en uno de esos bares que tienen la tele expuesta como animal de compañía. Ahí me enteré. Cuando la proclamación del rey Felipe me dije: Con este ya son tres Jefes de Estado los que he conocido, igual que tú. El primero el “anterior” Jefe del Estado, como llaman a Franco los que les da alferecía nombrarlo como si no hubiese existido, ¡que chaladura!, y luego los dos reyes, Juan Carlos y Felipe. Si echamos cuenta de los Jefes de Gobierno me salen ocho contado Rajoy. En setenta y cinco años no son tantos, no sé lo que te parecerá a ti.  

Lo último ha sido la muerte de Di Stefano, otro de nuestras mocedades a quien vi por primera vez en Chamartín en 1957 en un partido del Real Madrid contra el Atlético de Madrid. Había  ido con mi padre a matricularme en la Escuela de Ingenieros que está cerca del estadio, y le hice el compromiso de ir al futbol, aunque no era aficionado. Aquel domingo a las cuatro de la tarde sacó entradas para el tercer anfiteatro, el más arriba del todo, y vimos el partido a vista de pájaro. Mi padre se esforzó en subir a lo alto. Me impresionó tanta gente. No recuerdo quien ganó, pero salí contento de haber visto a Di Stefano, Rial, Gento y compañía. Este gran futbolista hizo que nos “hiciéramos del Madrid” porque hasta entonces nuestro favorito era el Atlético de Bilbao de Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. Mucho después, una tarde de domingo entré con mi mujer y mis hijos a una cafetería cerca del estadio y allí estaba Gento ya algo mayor. Le presenté a mis hijos y recuerdo que dijo “Los chicos de hoy son más altos”.    

Ahora vamos con cosas de andar por casa. Sabes que de un tiempo para acá a los setentones nos ha dado por juntarnos al cabo de 50 años con los de nuestra época para vernos las caras. El encuentro tiene el momento del “¿Quién es quién?”, que da paso a un pasmo colectivo al ir reconociendo a los demás y a uno mismo. Vistas las trazas de los otros, uno se cree que tiene el elixir de la segunda juventud, hasta que la vejiga da un aviso y hay que tomar puerta al mingitorio próximo, en cuyo espejo uno se ve tan fané y descangallado como los otros. Más o menos así pasó hace un par de semanas cuando se juntaron los de la generación, ellos y ellas, menores en dos años que la mía. Se hacen llamar “Los nevaos”, por el pelo canoso. Allí estuvo  mi hermano y su esposa. Llevaron fotos de los años 60 en blanco y negro para recordar cómo eran. Las he visto junto a las que retrataron el momento actual, ya en color.

Las fotos antiguas de esa pandilla las hay de chicas y chicos juntos, y otras solo de chicas o chicos, todos vestidos al uso de la época. Ellos con traje, corbata y zapatos, y ellas con falda a la altura de la rodilla. Un chico lleva corbata negra y un brazalete negro en la manga izquierda de la chaqueta en señal de luto, signos ahora en desuso. En las fotos actuales los hombres se ven de pantalón y suéter, mientras en las mujeres, mejor conservadas que los hombres, predomina la falda aunque hay alguna con pantalón. La diferencia es notable, no solo por el tiempo pasado, sino por las formas y las costumbres tan distintas de las de entonces. Ahora que ya hace calor, el uniforme masculino es pantalón corto y chancletas, y el femenino un taparrabos y las tiras del sostén al aire, de momento. Todo sea por el “pogreso” que dice otro.

Dentro de unos días me marcharé al campo familiar. Si puedo me acercaré a verte algún día para hacer los ejercicios contigo con un plato de panceta y unos vasos de vino del país.