Aunque nos vimos hace poco, en Semana Santa, me apresto a
escribirte a mi vuelta de Roma por donde he andado con mi parienta y contarte lo
que he disfrutado en la monumental Ciudad Eterna. Recodarás que te dije que el
viaje era un regalo de los hijos con motivo de nuestras Bodas de Oro, que para evitar
una negativa nos estimularon con “ir a ver al Papa Francisco” en una de las audiencias
de los miércoles y de paso visitar Roma. Aceptamos ir después de Semana Santa.
Nos encomendamos a la Agencia de Viajes El Corte Inglés
que preparó un programa a nuestro gusto. Elegimos para la semana del 9 al 14 de
abril y poder estar en la Audiencia Papal el miércoles 11, ya fijada en el
calendario de la Santa Sede.
El lunes 9 salimos en avión directo de Alitalia y en dos
horas y media estábamos en Roma. Aunque la hora del reloj es la misma que en
España, allí el sol madruga una hora antes y a las 6 y media de la mañana es pleno
día. Luego anochece sobre las 8 de la tarde. La gente va antes a trabajar, hace
la comida sobre la 1 del mediodía y cena a las 7 de la tarde. Para nosotros era
algo inusual pero nos acomodamos.
Nos alojamos
en un hotel bien situado y cómodo. Al día siguiente de llegar, martes 10, tras
el desayuno y provistos de un mapa y de un librito guía, empezamos a recorrer
Roma, que como sabes se asienta sobre las Siete Colinas y está dividida en dos
partes por el rio Tíber que discurre haciendo una gran “S” y lo atraviesan numerosos
puentes. El pavimento de adoquines de sus empinadas calles las hacen incomodas
para andar, una molestia que se olvida cuando se contempla su riqueza monumental.
En su arquitectura viaria no se ven rascacielos pero sí muchas iglesias con su
torres y sus cúpulas, plazas con sus obeliscos a cual más esbelto, y
escalinatas sin fin. Pronto se nos hizo familiar la presencia de unidades del
ejército en los lugares de mucha afluencia.
En la mañana
de ese martes primero visitamos la Basílica de Santa María la Mayor, con sus
tres naves y su artesonado dorado con
oro traído de América obsequio de España. Sus paneles con escenas del Antiguo
Testamento y sus enormes columnas son un regalo para los sentidos. Después de
un rato caminando llegamos a San Juan de Letrán, otra basílica que hasta el
siglo XIV fue la sede del Papa. Es la Iglesia más antigua del mundo. Tiene una
fachada impresionante y en su interior cinco naves con estatuas de los apóstoles
en la central y un artesonado que no desmerece al anterior. En sus capillas
laterales se celebraba misa en varios idiomas y una de ellas está dedicada a
San Juan Bautista. Fueron las dos primeras joyas de nuestro viaje.
De allí bajamos hacia la mole del Coliseo que
emergía rodeado de una enorme multitud que nos hizo desistir de entrar a su
interior. Enseguida nos vimos asediados por un enjambre de mercaderes de todas
las razas humanas, que nos ofrecían entradas, baratijas, recuerdos, abalorios, para
ganarse la vida. Me atrevo a decir que el Coliseo es el monumento más visitado.
Nosotros lo rodeamos por delante del Arco de Constantino y por la Vía Sacra
subimos al Monte Palatino para ver el Arco de Tito y el Foro Romano, centro que
fue de la vida de Roma.
Ya por la tarde fuimos en busca de la famosa
Fontana de Trevi, una cascada de agua y piedra, rodeada de una ingente
muchedumbre de turistas lanzado monedas al agua mientras pedían un deseo. Luego
de abrirnos paso para unas fotos y lanzar las monedas, volvimos sobre nuestros
pasos para ir a la Plaza de España, a la que, confiados en nuestro mapa llegamos
dando un rodeo que nos llevó a la Iglesia de Santa Trinidad del Monte, otra
maravilla, desde la que bajamos por una enorme escalinata hasta divisar la columna
de la Inmaculada en el centro de la Plaza y la Embajada de España protegida por
el ejército y con la bandera española en el balcón. Es tradición que todos los
años el Papa deposite flores a la Virgen en la fiesta de la Inmaculada. Nos
tropezamos con aficionados barcelonistas con sus banderas esteladas llegados
para el partido del Barça con “la Roma” que se jugó esa noche y que perdió el
Barça. De entre las vías que concurren en la Plaza de España la Vía Condotti se
asemeja a la calle Serrano de Madrid, propia para ir de compras con sus tiendas
de diseño y escaparates de marca a precios caros. Por la misma zona está la Vía
Borgognona, apta para gente adinerada. Completamos la tarde paseando por la célebre
Vía Véneto con sus hoteles de cinco estrellas, sus cafés y sus exclusivas
tiendas, de cierto parecido a la Gran Vía madrileña pero mucho más sosa, con
menos paseantes y muy cuesta arriba. Una curiosidad: Es frecuente encontrar en
los escaparates fotos o poster de Gregory Peck y Audrey Hepburn en la Vespa de
la película “Vacaciones en Roma”, convertidos en un icono para los romanos, y se
tiene la sensación de que van a aparecer por cualquier esquina.
El miércoles 11 fue la Audiencia con el Papa
Francisco en la Plaza de San Pedro. Tras pasar los controles de seguridad nos
acomodamos en unas sillas cerca de una de las calles por donde pasó el Papa en
el “papamóvil” saludando a todos. Nada más verlo aparecer la emoción de los 30
a 40.000 asistentes subió de tono y con grandes aplausos, manifestamos nuestra
alegría por el feliz y esperado momento. En otra ocasión te contaré con más
detalle lo vivido en esa Audiencia. Solo te apunto que la organización fue
perfecta y el acto duró unas tres horas.
Con el recuerdo emocionante de la mañana,
aquella tarde nos fuimos a recorrer la “Vía dei Fori Imperiali” que es una
amplia avenida que va del colosal monumento a “Vittorio Emmanuele II”, frente a la Plaza Venecia,
hasta el Coliseo. La avenida, muy cerca de nuestro hotel, data de 1931 y a un
lado y a otro están los restos de los Foros de Cesar, Augusto, Nerva y Trajano,
algunos reconstruidos, con sus estatuas, o en reconstrucción. En el Foro de
Trajano, que era sevillano, vimos la Columna de Trajano en cuyo fuste, de unos
40 metros de alto, se narran esculpidas en forma de espiral las hazañas de este
emperador con su estatua en bronce coronando la cima.
No menos espectacular es el Monumento a
Víctor Manuel II, llamado el Altar de la Patria, de mármol blanco, inaugurado en
1911 con motivo de la Unificación Italiana, del que llaman la atención sus grandes
dimensiones, sus columnas corintias, su llama permanente y la estatua ecuestre del
emperador. Cansados de la “paliza” de la mañana y de la tarde nos sentamos en
un banco frente a este monumento mientras por la “Vía dei Fori Imperiali” veíamos el ir y venir
de la gente y los vehículos, controlados por la policía y una sección del
ejército.
El siguiente día, el jueves 12, fue la visita al Vaticano. El
microbús nos recogió pronto y hacia las 9 de la mañana en la puerta de los
Museos Vaticanos nuestra guía agrupó a los 23 españoles que formábamos su
grupo. Si imponente fue lo visto en los días anteriores en Roma-Ciudad, de los
Museos Vaticanos, de la Capilla Sixtina y de la Basílica de San Pedro solo
puedo decirte que es algo grandioso. En pocas líneas me es difícil describir lo
que allí se encierra. Mucho arte concentrado en grandes salas, previas a la visión de la Capilla Sixtina, un
lugar de visita imprescindible, que en 1508, el papa
Julio II encargó a Miguel Ángel Bounarroti y en cuya bóveda se muestran episodios
del Génesis, figuras de los Profetas y las Sibilas, y otras escenas de la
Biblia. Como sabes en ella se celebran los conclaves para elegir papa y se
tiene como lugar sagrado.
Siguiendo
la riada de gente arribamos a la entrada de la Basílica de San Pedro, desde
donde se ve la gran Plaza con la enorme columnata de Bernini y el obelisco
central. Antes de entrar vimos la Puerta Santa hecha de bronce que abre el Papa
solamente en los Años Jubilares y ya en el interior pudimos apreciar primero la
belleza de “La Piedad” de Miguel Angel, otra joya escultórica labrada en mármol
de Carrara, y ¡cómo no! la grandeza de la basílica como centro espiritual de la
Iglesia Católica. Destaca el baldaquino de Bernini bajo la gran cúpula sobre la
tumba de San Pedro. En el lado derecho hay una estatua de bronce de San Pedro con
el pie deslucido de tanto pasarle la mano, como saludo. El papa San Juan Pablo
II también está enterrado en una capilla, y lo mismo el cuerpo incorrupto del
papa Juan XXIII. A otra de las capillas tapada por una gran cortina solo se podía
entrar a rezar ante el Santísimo expuesto. Podría seguir contándote más y haría
interminable la carta, de modo que ya hablaremos cuando nos veamos.
Aprovechamos
la tarde para acercarnos a la Estación Termini y a la Vía Quirinale para ver el
Quirinal, sede del gobierno italiano. Era la puesta de sol y en el horizonte se
veía San Pedro. Con esta vista terminó la excursión romana. Regresamos en la
mañana del día siguiente, satisfechos por todo lo visto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario