Aunque estoy esperando
contestación tuya a mi anterior, me apresuro a contarte cómo han sido mis días
de Semana Santa, no sea que te quejes si no te digo nada.
Me fui al pueblo el jueves
Santo. Los días anteriores salí a ver alguna procesión en la gran ciudad, pero
cada vez me atraen menos porque el bullicio se convierte en suplicio. Uno no
está para muchas apreturas. Como en el pueblo es todo más recogido, disfruto
más. El Jueves Santo me encontré en los Oficios con el páter Lucio, un joven
sacerdote de color que ayuda al párroco. Es de Guinea y su homilía fue sencilla
de exponer y densa de doctrina. Eché de menos a la gente joven, más proclive a ir
en procesión que ir a la Iglesia.
Ya en la Cofradía me chocó la
nueva moda importada de hablar de Titulares para referirse a las Imágenes, cuando
en el pueblo siempre hemos dicho “los santos”, y de pequeños íbamos a ver salir
a los santos, el primero San Juan con su dedo al frente. Lo recordaba Pepe
Redondo en el Nazoreo de 2011, cuando escribió: “¡Santos a la calle!, -dijo el
mayordomo- una orden que resonó por todos los rincones del pueblo que acudía a
ver salir al Nazareno”.
Este año ha cumplido 100 años
la Urna del Sepulcro, cuyo autor, el tallista Alfredo Fábrega “El Currillo”,
fue hermano de la Cofradía entre 1914 y 1917. Fue dorada por Ángel Ibañez
Rabasa, un murciano que falleció en Albox en 1940. También los infantiles han
cumplido 25 años desde que en 1989 constituyeron el Paso Morado Infantil. Apenas
ha habido un ligero recuerdo de ambas fechas, las dos merecedoras de una amplia
mención. La Urna por su antigüedad y por ser parte del catafalco del Señor
Yacente, un conjunto armónico y proporcionado difícil de superar; y los
infantiles porque son la savia del futuro, y hay que estimularlos.
El Viernes Santo amaneció
radiante. San Juan apareció lozano e impertérrito con su palma del Hosanna de
aquel tiempo. No pasan los años por Él. Cuando conoció al Señor era un
mozalbete barbilampiño y así sigue en su barrio, y no se deja ver por el resto
del pueblo. ¡Una lástima! Pasada la hora nona, (ahora me pongo bíblico) salió
la Virgen de la Angustias. ¡Qué estampa doliente más hermosa! Un rato antes en
la Capilla de Santa María, ya sabes que la iglesia está en obras, habíamos
adorado al Señor Crucificado. Ahora ya lo habían bajado de la Cruz.
Estaba cerca el crepúsculo vespertino cuando salió la
procesión de la Cofradía, por un nuevo recorrido. Un itinerario bastante logrado.
El Nazareno abrió las filas de una noche que todos queríamos que no acabara. Luego
la Virgen María de la Redención que es la Alegría de la Casa. Un milagro hecho
madera que hasta la luz de las estrellas se oscurece. Y detrás el Santo
Sepulcro del Señor. Por lo que pude ver, este cortejo ha bajado un tanto su
listón de solemnidad y no es bueno. Con todo estremecía la devoción y el fervor
de siempre que desde mi puesto noté en la marea de gente que aguardaba su paso.
Me acomodaron tras el trono del Sepulcro junto a la
Presidencia Oficial. Para otro año pediré la excedencia porque quiero apostarme
en una esquina a mirar al Nazareno cara a cara; a sentir de cerca el embeleso
de la Virgen y a rezar arrodillado cuando pase el Señor Yacente.
Al final la providencia nos concedió el momento más
emocionante de la noche. Se cortó el aire, y se apagó la música dejando solo el
sonido del silencio. Avanzó el Sepulcro hacia su encierro al paso del sordo
redoble de un tambor, cuando las manecillas del reloj acercaban la medianoche.
Ahí acabó la noche más esperada por los hermanos cofrades.
Permite que te lance un corto mensaje como despedida de
esta carta. Que sepas que esas pocas horas que dan vida al Gran Misterio, sirven
para recobrar fuerzas y seguir todo el año por esos caminos que Dios nos da. Apúntate
algún día.Por hoy aquí me quedo. No te olvides de mí.
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