Me preguntas en tu carta si yo he oído que van a poner punto en boca el piropear
a las mujeres por no sé qué enmienda, cosa de la que te habló un paisano viendo
la tele en la taberna donde te tomabas una cervecita y unos boquerones en
vinagre, y oyó que lo de piropear a las muchachas no es bueno porque algunas se
ponen “colorás”, vaya que se les sube el pavo, y se les va su color natural,
que es más ecológico que cuando se untan con potingues, y eso no es bueno para
su estado de bienestar.
Dices que en la misma taberna, los más doctos te dijeron que si ahora pasa
por la puerta de tu casa una de esas gachises de aquí te espero, de las que pisan
fuerte, o “de las de no te menés”, que
hay muchas formas de expresarlo, no le vas
a poder decir “¡Maciza!”, o algo más grueso como acostumbras, no sea que te
llame al orden el municipal y te ponga una multa por tu mal comportar con el
sexo ¿débil?, y por eso me preguntas que sé yo de esto y si es cosa del
Gobierno.
Vamos a ver. Que yo sepa eso no es cosa del Gobierno, que no está para
muchos piropos; lo que he leído es que una jefa de un organismo que se dedica
al Observatorio de la Violencia de género (¡toma organismo, Mariquilla!),
provista de unos anteojos, gemelos o binoculares, ha debido ver a un gachó
arrimarse a una mocica y decirle supuestamente una grosería, porque la moza le
ha arreado un mandoble con el bolso que lo ha echado por tierra. Tal suceso ha
dado en tales habladurías, que la tal jefa ha tomado partido y trata de meter
el piropo en el saco de los recortes. Hasta aquí lo que yo he oído. Esto pasa
porque los hay tan aborregados, tan mal encarados, tan mal olientes y tan poco leídos,
que no han aprendido a decir un halago como Dios manda, sin ofender, una frase
que reconozca la belleza de una mujer, con respeto, porque lo único que saben
es leer la gramática parda del whatsapp, y así les luce el pelo.
Hace algunos años, cuando solo existía el Observatorio Astronómico Nacional,
en la caseta que teníamos a pie de obra había una chica de las de “toma pan y
moja”, o sea de muy buen ver y mejor vestir: vaya, una mujer de tronío, aunque
de armas tomar, que cuando entraba o salía de la caseta, el gremio de
albañilería paraba el tajo para admirar su singular bellezón, salvo algún paleta
despistado que solo reaccionaba al oír el concierto de silbidos y se unía al
coro de mirones embobados, hasta que la mozuela doblaba la esquina. El que
cuidaba la entrada a la obra, Pepe, apodado el Verde por vestir un mono de ese
color, debía tener la consigna de avisar cuando salía o entraba la susodicha, y
así ponía en pie de guerra a los oficiales y ayudantes. Colijo pues y según parece,
que si eso ocurriera hoy tendríamos a pie de tajo un notable observador del
dichoso Observatorio, otro funcionario que cobraría del erario público,
vigilando el comportamiento de albañiles, peones, camioneros, maquinistas, listeros
y hasta del jefe de obra, para llevar cuenta de su comportamiento piropeador. Nos
sobraría hasta Pepe el Verde, al que daríamos la boleta, pues su puesto de
acusica de las idas y venidas de la guapa damisela estaría extinguido por ley
anti halagos.
Si eso que te han dicho, y yo he leído, se aplica al pie de la letra y de
la música, ¡válgame el Dios de los cielos!: habrá que enchironar a don Mendo
por decirle a su amada doña Magdalena esta lista de requiebros: “¡Magdalena,
blando pecho, que envidia diera a las aves!¡Corazón de suaves pétalos! ¡Alma
pura! ¡Rosa, luz, espejo, rayo, linfa, luna, ángel, joya, vida, cielo…!”, o
empapelar a Don Juan Tenorio por llamar a Doña Inés, “Ángel de amor…, paloma mía…, gacela mía…, estrella
mía…, hermosa mía, luz de mis ojos”, que como puedes ver son palabras muy, pero
que muy ofensivas.
Por si las moscas, y por si esto ocurre, guárdate siquiera de guiñar un ojo
a tu parienta, o soltarle un “¡Ole las mujeres guapetonas!” que las palabras
las carga el diablo disfrazado de observante melindroso, y tampoco lances un
bocinazo con el coche a alguna que veas por la acera, que te puede acarrear un
castigo de “do re mi, en sol mayor”.
Otro que engrosaría las filas del paro sería Cupido, uno
de los símbolos del amor que tendría que dejar arco y flechas, y buscarse la vida
con unas oposiciones a algún cargo remunerado de clasificación de piropos entre
aptos, no aptos y regulares; un trabajo que le vendría de perlas a un
experimentado como él, con la de frases de enamorados o ligones que habrá
escuchado en su larga vida, desde que su madre, la diosa Venus, lo parió.
Si sabes algo más me lo cuentas, que yo te tendré al tanto de lo que me llegue.
Amigo Pepe: Me ha comentado Robledillo –ya va haciendo concesiones– tu última carta y echamos, ambos dos, un rato de palique sobre las simplezas a las que llegamos las criaturas. Este tema de la mujer me trae al fresco. Desde temprana edad, tuve como cierta la igualdad sin paliativos y la necesidad de que se legislara lo que necesario fuera para que esta igualdad no tuviera cortapisas. Eso es todo.
ResponderEliminarA los pocos días de mi charla con Robledillo encontré, en el mismísimo Caño de san Felipe, a mi buen amigo –que uno también los tiene– Pedro, que algunos llaman el Arrancao por los prontos que tiene, y, cándido de mí, le solté el comentario de marras. Ni que decir tiene que montó en cólera, porque tal es su condición. Habló hasta por los codos sin dejarme decir “esta boca es mía”. Nos despedimos y así quedó la cosa.
Dos días después se me presentó en la casa y, dándome un sobre, me dijo: ““Pa” que “t’enteres” cómo pienso, que “pa” mí que el otro día, como tampoco eres “mu dispierto”, te “quedastes” en blanco”. Esto dijo y se fue tan pancho, porque, según él, tenía prisa.
Al abrir el sobre encontré el romance que te adjunto.
Se me olvidó decirte que el Arrancao, como todo quisque, tiene de loco lo que tiene y de poeta, eso dice él, “sus arrancás”.
Tú, que eres hombre de estudios me dirás qué te parece.
Un abrazo de tu amigo Antonio, el menor del Ramblas.
DEL PIROPO Y OTRAS YERBAS
Es menester ver las cosas
que ocurren en estos días.
“M’enterao” por un amigo,
al que llaman el Ramblillas
-aunque yo no sé por qué,
porque éste ya no entra en quintas-,
que han “maquinao” los “polítricos”
tan “exagerá” parida
que te “queas” como “ennortao”
ante tanta tontería.
Porque hay que ver el trajín,
el ajetreo y la rechifla
que se traen con el asunto
de la mujer. Cosa lícita
es clamar por la igualdad,
en lo que, cosa es sabida,
toda persona de bien
-y oportuno es que se diga-
siempre estuvo y ha de estar
de acuerdo con tal “dotrina”.
Pero este “tejemaneje”
“d’estitutos”, camarillas,
“servatorios” y “otras yerbas”
que con tanto afán “pedrican”,
“pa” mí que “to” eso es “farfolla”,
eso sí, con “munchas” “ínsulas”.
Pero es que lo que ahora dicen,
según me cuenta el Ramblillas,
es que una de las que mandan
en las altas jerarquías,
ha propuesto que el piropo
presto y con celo se prohíba
porque atenta gravemente
al pudor de las “mocicas”.
¡Válgame san Juan bendito,
santa Engracia y santa Rita!
¿Pero es que estamos “mochales”
o es que nos “pue” la malicia…?
Señora mía, el requiebro,
por más que su señoría
dé en pensar en cosas raras,
es una expresión bien linda
que el hombre hace a la mujer
por guapa, maja y “bonica”.
lo que “usté” lleva entre manos,
perdone que se lo diga,
“na” “tie” que ver con el tema
ese que llaman machista.
“Me se pinta” a mí que más
“tie” la “pariencia” de riña
por no entiendo qué razones,
aunque este “galimatías”
“pue” que responda tal vez
a ese afán que nos domina
cuando tenemos el mando,
que a todos nos encandila,
de a ver quien prohíbe la cosa
más “trafalaria” y “naudita”.
Así que al piropo deje
tranquilo su señoría,
y siga “usté” este consejo
que ayer me dio la Benita,
que por algo aquí llamamos
“filosofa” con justicia:
“Lo que en los tiempos que corren
las mujeres “nesecitan”
es que “naide” las maneje
a su antojo, ni les digan
que es lo que “puen” o no hacer,
que ellas “solicas” se endilgan
lo que a “ca” cosa conviene
sin “tonteos” ni cortapisas.
Los “estitutos”, “pa’studiar”;
los “servatorios”, arriba
de los cerros, “pa” que vean
los “trónomos” la deriva
de las estrellas del cielo
que en la inmensidad gravitan”.
Palabras más que “locuentes”
donde se ve, si se mira,
“toa” la “coltura” y la “cencia”
que encierra nuestra Benita.
Así que dejemos ya
sendas de suyo torcidas,
que es hora “de echar por medio
del pedregal” sin pamplinas,
y al que el Buen Dios se la dé,
san Pedro se la bendiga.