Estaba hojeando el periódico del día mientras degustaba el café de la mañana, cuando un buen y joven amigo llegó, me saludó y se acomodó en la barra. “Para mí lo mismo que este señor” pidió al camarero en tono jovial. Fijó su atención en el titular del periódico: ’El Instituto Andaluz de la Mujer quiere una medicina "con perspectiva de género”’. Me miró, me preguntó con la mirada y, como hice un gesto ambiguo, tomó el periódico y se sumió en su lectura.
Cuando acabó de leer, se sonrió con aires de haber entendido el mejunje aquel y sin más me dijo: «El Instituto Andaluz de la Mujer (no sé si hay otro del Hombre, pensaba yo) pretende que “tanto en el diagnóstico como en el tratamiento de las enfermedades, tenga una respuesta distinta según el sexo del paciente”. (¡Anda qué invento! decía para mis adentros) La presidenta del Instituto entiende que “la medicina ha sido una ciencia ‘tradicionalmente androcéntrica’, de forma que "ha tratado la salud de las mujeres de manera similar a la de los hombres" y esa es la razón por la que el Instituto de la Mujer (no sé si hay otro del Hombre, volví a mi pensamiento) va a elaborar un plan de salud que incorpore “la perspectiva de género” para el tratamiento de las dolencias. ¿A que es fácil?».
Eureka, dije yo como diría Arquímedes, pero sin entender nada.
-A ver si entiendo, le pregunté. Si en un matrimonio joven el hombre se queda embarazado (porque con las clases de matrimonios que hay ahora todo puede ocurrir) el ginecólogo ¿le debe dar un tratamiento distinto al de la mujer? Exacto, veo que lo entiendes, respondió.
-¡Oye! Y si la mujer tiene una Hiperplasia prostática benigna o sea un aumento de tamaño de la próstata, ¿qué remedio le pone la uróloga? Respuesta: Creo que lo mejor es un tratamiento de finasterida y la dutasterida que reduce el tamaño de la glándula prostática. Estas medicinas entran en el protocolo con perspectiva de género. Aaaaaah, claro, el protocolo, contesté.
Mi joven amigo, que dicho sea de paso es parte de un matrimonio sine die, no como esos arrejuntamientos con fecha de caducidad, es un tío muy leído y moderno y tiene respuestas para casi todo. Pero a mí no me sacó del lio mental que tenía y seguí erre que erre:
-Supongamos que me duele la cabeza. Abro el botiquín, cojo una pastilla de paracetamol y me la tomo. Oye, y si el dolor es de mi mujer, qué. Aquí quise pillarlo pero el muy sabelotodo va y me dice: Según lo previsto en el plan de ayuda con perspectiva de género, y el protocolo anexo la médica de tu mujer le debe recetar paracetamola. (Hay que ver lo que mola este tío, pensé)
Me invitó al café, se fue y yo seguí cavilando en lo que avanza la ciencia impulsada por entes de tanta excelencia como el Instituto Andaluz de la Mujer (¿hay o no otro del Hombre?).
Desde los antiguos sabios de la medicina como el centauro Quirón, los griegos Hipócrates y Galeno; Ramessen y sus papiros, Alcmenón de Crotona; Asclepíades, considerado como un dios; y otros que vivieron siglos antes de Cristo en el antiguo Egipto, en Grecia, o en Roma; pasando por los curanderos y brujos de las tribus indias; o por los premiados con el Nobel de Medicina: Ramón y Cajal; Fleming; Herman Müller, Severo Ochoa; Dewey Watson; Robert Edward; y no digamos Don Gregorio Marañón o el muy conocido Don Mariano Barbacid o simplemente el médico de familia que nos ve cada día, a ninguno se le ha ocurrido la brillante idea gestada y parida con loas y exaltaciones en ese núcleo de sabiduría que es el Instituto Andaluz de la Mujer, que deja a la altura del betún al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tan pobre él.
Caí en la cuenta de que me había dejado tomar el pelo por mi amigo con lo del protocolo de género y demás sandeces, y tiré el periódico a la papelera.
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