viernes, 19 de abril de 2013

Carta a Robledillo 19 de abril de 2013

Estimado Robledillo:

Parece que fue ayer cuando nos fuimos a ver en Granada “El último cuplé”, medio de tapadillo por lo de la censura, y hace más de cuarenta años. He recordado aquella tarde en la muerte de Sarita Montiel, nuestro ídolo femenino de juventud. Y mira por donde Margaret Thatcher, -la que hizo del muro de Berlín, con R. Reagan y Juan Pablo II, un montón de escombros- ha seguido el mismo camino. En fin, que la vida no es para siempre.
Como ahora evito las tertulias de la tele, ¡qué horror de invento!, hoy te invito a leer historias de amigos o conocidos. La primera me la cuenta un madrileño casado con una sevillana que, como es abril, han ido a la feria. Dice que en Sevilla la gente no tiene la prisa que hay en Madrid, y lo achaca a “la caló”. Hombre, le digo, la prisa de Madrid es única y no se puede exportar a ningún sitio y menos a Andalucía, donde todo es quietud. Mira, la hija de un amigo que trabajaba en un Juzgado de Barcelona, donde todo era muy ordenado, vino a Marbella y al segundo día de estar en el Juzgado marbellí, le dijeron que “allí no había prisa” en despachar los asuntos pendientes, que están amontonados sobre una mesa sin orden alguno. Aquí somos más de cafelito.

Otra historia. Un conocido de tomar el cafelito de las mañanas, notó que en Méjico, a donde viajó hace meses, no hay saleros en las mesas de las cafeterías porque los mejicanos han puesto en marcha el lema “menos sal y más salud”, para luchar contra la hipertensión. Dice que lo de aquí, que pides una tostada con aceite y enseguida llega el camarero con el salero, allí es una mala costumbre ya desparecida, incluso entre las amas de casa. Si no cumplen te multan.

A veces este casi amiguete se pierde por semanas porque viaja mucho y gasta sus cuartos por el mundo. Hace poco el angelito ha estado en Sydney y en Moscú. De Sydney cuenta que entró en una tienda de moda y su mujer quiso probarse un vestidito y la dependienta le pidió 5 dólares. Le explicó que es una norma de la casa porque hay quien se prueba el vestido, anota la referencia, y se va a otra tienda a comprar uno de imitación más barato made in China que da el pego. Eso me recordó a mi amiga Lola que compraba un vestido en el Corte Ingles, copiaba el patrón, devolvía el vestido y luego lo confecciona ella en su casa con tela de otro sitio.

Lo de Moscú es para ejecutivos en ejercicio, no como nosotros ahora. Cuenta que iba en un taxi por la capital rusa y se percató del enorme trafico que había, mucho peor que el de Madrid en plena hora punta. También observó la cantidad de ambulancias de corrían de un lado para otro con sus sirenas y sus luces a tope. Al tercer día dio con un taxista de origen italiano y mal que bien se entendió con él. El taxista le explicó que muchas ambulancias eran taxis camuflados que usan los adinerados rusos para sortear el denso trafico y llegar a tiempo a sus destinos. El hombre se quejaba porque era una competencia que solo pueden pagar clientes con pasta. En  vez de camilla y un maletín de primeros auxilios, llevan bar, pantallas de tele, y cómodos asientos. Luego supo que la policía persigue a las ambulancias taxis y ya no se ven tantas.

Como verás lo divertido y la picaresca no son exclusivos de los españolitos. Si este amiguete me cuenta alguna historia más te la escribiré. Y no abuses de la sal, cuídate.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Carta a Robledillo 13 de marzo de 2013

Estimado Robledillo:

En tu última carta, -se notaba que la escribiste de prisa-, me preguntas sobre la renuncia del Papa y qué opinaba. Mis cortas luces no dan para opinar sobre algo tan primordial de una persona tan relevante que lo ha debido meditar a fondo en presencia de Dios, y los designios de Dios son inescrutables, como sabes. Me coges a pocas horas de que se elija el sucesor de Benedicto XVI en el Cónclave que acaba de empezar y, aunque no pierdo ripio, me voy a enrollar un poco.
Me he dado cuenta de que no hay nada en el mundo que suscite un interés comparable. Dicen  que hay más de 5.000 periodistas cercando la Capilla Sixtina, lo que evidencia la importancia que  tiene la fe católica en la vida del hombre y, aunque a algunos les importe un pepino, no pierden detalle del ceremonial que se repite siglo tras siglo. El Cónclave es un rito, tal vez anticuado pero eficaz, donde los “ancianos del lugar” deciden un “líder” (uso este palabro a sabiendas de lo poco que me gusta), o mejor dicho, un guía espiritual para millones de personas que creen, no en el invento llamado partícula de Dios, sino en Dios entero y verdadero. Y ¡fíjate!, cuando “los ancianos del lugar” lo tienen elegido, en lugar de una conexión ultrarrápida y supermoderna, usan una humareda para anunciarlo, como los indios de las películas.

Así es la Iglesia, y así ha sobrevivido a revoluciones, a ideologías, o a filosofías de diverso pelaje, durante más de veinte siglos manteniendo rutinas ancestrales alejadas del ruido de la calle. Será porque el Espíritu Santo, del que tantas burlas hacen estos días, está presente en su propia esencia, y el Espíritu Santo, algo más anciano que los reunidos, va a lo suyo.
Como digo, en pocas horas habrá nuevo Papa. Cuando salió Benedicto XVI se decía que había sucedido a un coloso. Veremos la de frases que se dicen de su sucesor: habrá para todos los gustos. Me imagino que prensa, radio y televisión tendrán predeterminado un titular, o tal vez dos, acorde con su particular ideología, para lanzarlo a los cuatro vientos acicalado con juicios de valor sobre la personalidad del elegido, al que muy pocos conocerán. Muchos serán falsos o faltos de fundamento como se ha visto con el Papa Emérito Benedicto XVI que los vaticinios más falaces que se lanzaron sobre él, han resultado errados.

No sigo porque voy a ver de qué color es la próxima humareda.

sábado, 9 de febrero de 2013

Mis viajes en avión

Estimado Robledillo:

No te lo vas a creer, pero he viajado a la capital en avión cosa que me resistía desde hacía años. Un vecino que hizo su bautismo de vuelo a la capital y vino encantado, me animó. Me aventuré con una compañía de las que llaman low cost, o sea de precio barato, y volví añorando los tiempos en que la calidad del servicio era de sobresaliente.

Recuerdo que mis primeros vuelos era todo un cumulo de atenciones desde que entrabas en el aeropuerto de salida hasta que salías del que llegabas. Viajar en avión estaba reservado a una selecta elite que podía permitirse comprar un pasaje para llegar rápido a un destino donde le esperaba un buen negocio o unas buenas vacaciones. Las azafatas te identificaban por tu nombre y apellidos escritos en el billete. Ahora eres un simple código de barras y las azafatas, cuando las hay, casi ni te miran.

Lo de la identificación con nombre y apellidos trae a mi memoria lo de un antiguo jefe que, cuando iba a la capital, se hacía el remolón para acceder el último a su asiento. Así conseguía que lo avisaran por megafonía dos o tres veces. Era muy presumido y se las daba de importante viajero de avión, (el llamado vip). Una vez logrado su propósito, entraba en la cabina con porte engreído al haber oído su nombre por los altavoces para que el pasaje se fijara en él. Sus conocidos le llamaban “el varitas” porque siempre llevaba una varita para azuzar a un caballo que montaba.

Mi primer viaje en avión fue en uno de hélice con un compañero de trabajo. Fue cuando trabajaba en la fábrica de materiales de construcción de los cinco hermanos que ya te conté otra vez, cuyo padre fue un maestro albañil que empezó haciendo losetas y logró montar un próspero negocio que aún sigue. Aquel hombre hoy se llamaría “emprendedor” que es la palabra de moda para llamar a lo que siempre ha sido empresario. En ese primer viaje fuimos a la capital.
 
Luego hice un viaje a Copenhague en compañía de uno de los hermanos a comprar maquinaria para hacer losas. Volamos en Iberia, Sabena, SAS y Lufthansa porque la vuelta fue vía Alemania. La hartura de un viaje largo, por las escalas, lo compensaba la belleza de las azafatas y su exquisita atención. Entre mi compañero y yo hicimos quinielas para ver quiénes de ellas- españolas, belgas, suecas, o alemanas- eran las más guapas y darles un imaginario título de miss. Cuando el viaje de regreso tocaba a su fin, las suecas eran las favoritas, pero tras la última escala, ya en suelo español, nos tocaron tres azafatas de Iberia que dieron vuelta a la quiniela.

Como te digo tanto han cambiado los viajes en avión, que no les daría sobresaliente. He leído que algunas compañías van a mejorar la calidad del servicio para atraer a la clientela, empezando por habilitar espacios de espera cómodos con vistas a las pistas para ver aterrizar o despegar a los aviones, como nos gustaba hacer al llegar al aeropuerto. Ahora entras en una terminal y no sabes si es un aeropuerto, un centro comercial, un expositor de cosas diversas, un batiburrillo de razas humanas, una muestra arquitectónica horrorosa, o una pasarela de modas que visten hombres y mujeres poseídos por la gran prisa de nuestro tiempo, sin ninguna anécdota que contar como la de mi antiguo jefe. Es otra clase de vida.
Podría contarte algo, seguiré otro día que se me acaba el papel

miércoles, 23 de enero de 2013

Carta a Robledillo 23 de enero de 2013.

Estimado Robledillo:

Estos últimos días estoy perplejo porque siempre he creído en la buena fe de la gente, basada en el honor, ese concepto que nadie menciona por temor a ser tratado de reaccionario, o por no parecer antiguo, pero lo de la corrupción está destrozando mi visión generosa del ser humano.
No temas, no voy a repetir lo de la súper-corrupción de los políticos –lo mismo da un partido que otro- porque es para malhumorarse, sino otro tipo de corrupción que podría ser “mini-corrupción. Sabes que sus señorías, diputados y senadores, tienen un móvil, una Ipad o una Tablet para su “trabajo”, artilugios que pagamos con nuestros impuestos, como las facturas por su uso. Cuando algunos están en su escaño, según veo en la prensa, su “trabajo” consiste en engancharse a las redes sociales y pasarse todo el rato que dura la sesión de la cámara entretenidos Dios sabe en qué, ajenos a lo allí que cuece, sin levantar la vista del artilugio.

Este apego a los móviles, Ipad o Tablets me recuerda a uno del pueblo que se compró una Iso-Moto. Entonces yo tenía unos diez años o más, y jugábamos en medio de la calle. El motorista se apellidaba Fábregas y no dejaba la moto ni para la siesta. Cuando estábamos en pleno juego aparecía el Fábregas en su moto y nos fastidiaba porque teníamos que apartarnos. Le tomamos ojeriza, y como no podíamos con él porque era mayor, nos dio por llamarle “ahí viene la moto y su Fábregas”. Eso le molestaba pero como a correr no nos ganaba, se tenía que aguantar. Es como ahora que un vecino mío va siempre, mañanas y tardes, en chándal, y me recuerda al Fábregas. Cuando lo veo me digo “ahí va un chándal con mi vecino dentro”.
Como algunas señorías emplean su sueldo en twittear, en vez de patearse el pueblo o la ciudad para conocer in situ los problemas de sus votantes, mejor sería destinar unos escaños de las cámaras para twittear a gusto que podría llamarse “escaño tweet”, como “low cost” pero en escaño. Así cuando los viésemos por el pueblo presumiendo como si fuesen gente estupenda podemos llamarlos “ahí viene la tablet y su señoría” y echar a correr para no votarles más.

Se lo voy a escribir al Presidente del Congreso y del Senado a ver si cuela.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Estimado Robledillo, feliz Navidad

24 de diciembre de 2012.

No creas que me he olvidado de felicitarte en estas fechas, pero cogí carrerilla mandando correos a los amigos por Internet y he descuidado a los que escribo renglón a renglón. De momento aquí llevas mi felicitación de Navidad y de Año Nuevo para que te llegue antes del fin del mundo que anuncian los periódicos cuando no tienen cosa mejor que escribir. Para mí que el fin del mundo queda lejos pero… ¡mejor leer el Apocalipsis para darnos una idea!
No te mando tarjeta de Navidad, o sea un christma dedicado, porque envié uno a otro amigo y me devolvieron la carta por franqueo escaso en 30 céntimos. Tuve que ir a correos a reenviárselo y pagar los 30 céntimos, ¡que ya está bien! Era una tarjeta con motivos navideños, no esa moda de la foto de los nietos con dedicatoria como si los críos supieran de dedicatorias. Los padres de ahora se empeñan en hacer adultos a sus hijos, como si no les quedara tiempo para hartarse de ser mayores. De pequeños nosotros éramos más chiquillos; siempre jugando en la calle. Eso sí, hacíamos la pascua pero no la felicitábamos.

Otra cosa. Como estoy tentado por la red, o sea Internet, me he hecho una cuenta en Twitter, una de esas redes sociales en la que cada cual escribe las ocurrencias más dispares para airearlas al espacio y las pueda leer un canguro de Australia, por ejemplo. Nos hemos acostumbrado a contar cosas nuestras sin más compañía que la soledad del ordenador y se ha perdido la charla cara a cara con el amigo o confidente que compartía tu inquietud o daba respuesta inmediata a tu preocupación. De estudiante nos reuníamos un grupo de amigos los domingos por la tarde en alguna cafetería para dialogar y vernos las caras, lo que resultaba reconfortante, y no te cuento cuando “me eché” novia que aprovechábamos cualquier rato para hablar y conocernos. Ahora van las parejas hablando cada uno con su móvil ignorando a quien tiene a su lado. Solo paran para “morrearse”, luego siguen escribiendo SMS pero no se dicen ni mu.
Te decía lo del Twitter porque la cuenta te pide que escribas tu perfil, que para que lo entiendas es lo que siempre se ha llamado curriculum. No he puesto nada porque con una vida tan larga no me cabría, pero he pensado resumirla en las tres reglas o principios que me has oído muchas veces, que son: Regla primera: Cuando “soy de letras”, y escribo algo, lo hago con “sujeto, verbo y predicado” como enseña la primera lección de la Gramática. Regla segunda: Si me cambio a “ciencias” me inclino por la proposición que dice “la línea envuelta es menor que la envolvente” en vez del famoso teorema de Pitágoras. Esto es de Geometría. Y como soy algo creyente que miro a lo Alto, la Regla tercera dice “El principio de la sabiduría es el temor de Dios” que es un versículo del Salmo 110 que luego sigue “tienen buen juicio los que lo practican” pero hasta ahí no llego. Con letras, ciencias y espíritu tengo resumida mi vida, con permiso de mi mujer.

Bueno amigo, la cercanía de la Navidad sirve para felicitarnos, para contarnos algo y para darnos un abrazo. Ahora voy a cantar villancicos con los nietos.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Carta a Robledillo 30 de noviembre de 2012.

Estimado Robledillo:

Como en tu reciente carta me cuentas travesuras de tus nietos, te voy a contar algo de los míos que, aun siendo más pequeños, ya apuntan maneras de traviesos, propio de su edad.
Sabrás que tengo dos nietos y tres cuartos de otro,-o sea casi tres,- pero iba camino de un cuarto que, por causas que solo Dios sabe, se frustró a las pocas semanas y no llegó a ver la luz del Sol. El “pequeño Angel”, como lo he bautizado en mi fuero interno, espero que “viva” donde la claridad es permanente, y que nos haya cogido la delantera, cosa que me consuela.  

La que hace número tres, -pues es una niña-, nacerá cuando 2013 lleve recorridas unas cuatro semanas, y será entonces cuando los abuelos, los tíos y demás familia, de acuerdo con la rutina del momento, le sacaremos parecido con la madre, o con la abuela, o incluso con el padre…
De los otros, Pablo es el mayor con tres años, y ya va al Colegio. Le sigue su prima Myriam, que desde octubre va a la guardería. A los dos los “madrugan” sus padres para dejarlos en el Cole o en la guardería, mientras papás y mamás van a sus respectivos trabajos. Lo mismo que les pasa  a casi todos. A esas edades yo iba a la escuela de Doña Felicidad, sin madrugar claro, con un babero para no mancharme y así empecé a conocer las primeras letras y los primeros números, y a rezar, cosa que hoy no se lleva. Cómo ha cambiado el modo de vivir.

Un día estaba Pablo sentado en la salita de casa y le dio por apagar y encender la luz. Le insistí para que no lo hiciera y como no hacía caso, retiré la silla donde estaba lejos de la llave de la luz, y… ¡cómo se puso! Alzó la voz y con su media lengua empezó a regañar. Le oí decir que me fuera a la pared a pensar. ¿A pensar? Resulta que cuando en el Cole se pelean, “la seño” los manda “a la pared a pensar” como si fuese un castigo. Me dije: Algo no casa bien, ¿un mocoso de tres años asocia el castigo con pensar? Y a esa edad, ¿en qué puede pensar el crio?  A nosotros nos ponían de cara a la pared y eso era leve; si contara lo de la vara de Don Diego, o los pescozones del Hermano José en el Colegio por no saber el teorema de Pitágoras, más de uno se escandalizaba.
Myriam se enrabieta mucho cuando están sus padres y chilla como una condenada, pero es más pacifica si se queda sola con nosotros. Si está de “buen humor”, en cuanto oye música se pone a bailar a su aire y le salen las gracietas. Como buena señorita, es muy cariñosa.    

La otra tarde alguien dijo algo de la Navidad y le pregunté a Pablo si sabía lo que era la Navidad. Me contestó que eran las luces y Papá Noel. Conseguí captar su atención unos segundos, y le expliqué que la Navidad es una fiesta donde nace el Niño Jesús. Aunque estaba en sus juegos creo que se lo aprendió, veremos cuando se lo pregunte otro día. Insistiré de nuevo cuando montemos el belén, para que cuando tenga un par de años más no diga que la Navidad son las luces del Corte Inglés…y los regalos.

En fin cosas de los nuevos tiempos, donde los críos perciben lo que ven en los mayores para quienes la Navidad es sinónimo de regalos, de compras, de comer y beber, desvirtuando su auténtico significado. Que lo pases bien.

domingo, 21 de octubre de 2012

Carta a Robledillo 21 de octubre de 2012

Estimado Robledillo:
Supongo que habrás oído la sandez de uno que dice ser portavoz de la Confederación de padres y madres de alumnos que, en la huelga de estudiantes de Secundaria de esta semana, le echa en cara al ministro de Educación que “no quiere volver a la escuela de los años 50”. Digo que menuda sandez, porque viendo la foto del tío ese no parece que viviera en aquellos años de nuestra infancia. Yo le diría, ¡qué más quisiera tener hoy en cualquier aula el grado de aplicación que tuvimos entonces!, los maestros para enseñar y nosotros para aprender.

En la escuela de Don Diego, mi maestro de aquellos años, aprendí Historia, Geografía, Lengua, Matemáticas, Religión, y todo estaba en una enciclopedia que no había que llevarse a casa para hacer deberes porque después de la clase nos íbamos a jugar. En la escuela, que a ese gachó no le gusta, me enseñaron muchos conocimientos que me sirvieron para el futuro, y, además,  aprendimos cortesía, buenos modales, o respeto, conductas que ahora están olvidadas.
Ahora los chicos cargan mochilas con libros, llevan deberes a casa, tienen ordenadores, y sin embargo están en la cola del mundo en saber y en educación. ¿Es eso lo que quiere mantener el sesudo portavoz de la Confederación? Pues menudo carrerón lleva: habrá más analfabetos.  
Pero esta semanita nos ha obsequiado, además, con una infamia, diría yo, de un tal Gómez. Este muchacho, del Psoe, ha acusado a los abuelos de los diputados del PP en la Asamblea de la Comunidad de Madrid de “robar a millones de españoles la infancia, y ahora ustedes, que son sus nietos les quieren robar la jubilación”. Se debía referir a actitudes de nuestros padres en la época de Franco sobre sus hijos, o sea nosotros. A este impresentable, cuyo segundo apellido es Franco, ¡qué cosas!, le contaría lo de mi infancia en la escuela de Don Diego, pero añadiría que mis padres trabajaron de sol a sol para que yo estudiase seis años de Bachillerato con dos reválidas y una carrera técnica de ocho años que me sirvió para trabajar sin parar más de cuarenta años en empresas españolas y después jubilarme. A mí nadie me robó la infancia ni me ha quitado la pensión de jubilación.
Esto lo sabes tú, pero al muchachito del Psoe, que acusa a quienes ya no pueden defenderse, hay que decirle el dicho ese de “que le falta un tornillo” y debía estar con camisa de fuerza.  
Verás que estoy rabioso porque veo que estos políticos tan de baja estofa, no solo irritan, sino que hacen daño a nosotros y a nuestros hijos, y cada vez vamos a peor.
Otro día estaré de mejor humor.