miércoles, 2 de noviembre de 2011

JOSE BONO

José Bono Martínez, a la hora de escribir estas líneas, es Presidente del Congreso de los Diputados de España. Personalmente se confiesa católico. En una conversación reciente publicada en un periódico, la interlocutora debió sonsacarle algo de la vida en soledad,-sabiendo lo de su separación matrimonial era obvia la cuestión-, y él respondió que «Yo no sé vivir solo, y para estar solo ya tengo toda la eternidad por delante». La eternidad ¿es soledad? Si el señor Bono, católico ¿de boquilla?, leyera el Apocalipsis 7, 9-13 conocería que el vidente dice “Después de esto vi aparecer una gran muchedumbre, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero vestidos con vestidura blancas y con palmas en sus manos. Y cantaban y gritaban…”. Ítem más, si hubiera leído el capítulo 25 de San Mateo donde habla del juicio final sabría que “Cuando venga el Hijo del Hombre… todos los pueblos serán llevados a su presencia etc.” Finalmente si reza la oración del Credo dirá “Creo en la comunión de los santos, y en la resurrección de la carne”. Recopilando: Muchedumbre que nadie puede contar… todos los pueblos… comunión de los santos… resurrección, ¿a qué soledad se refiere el señor Bono? ¡No será a la soledad del cementerio esperando que sus familiares le lleven flores el día de los Difuntos! ¿Cree de verdad que esa afirmación concuerda con la fe del catolicismo al que dice pertenecer?

Por su condición de hombre público que, además, presume de católico merecería un reproche, pero aquí solo se trata de convencer al creyente de que este es un pensamiento débil y revocable. La comunión de los santos es la unión común con Jesucristo de todos los fieles cristianos que gozan de la bienaventuranza celeste juntos en una asamblea conjunta. No hay pues vida solitaria en la eternidad.

Otra cuestión será que el señor Bono no crea en la resurrección de la carne ni en la comunión de los santos, en cuyo caso será un católico a su antojo y eso no vale. Por si la separación conyugal lo ha sumido en un cierto desánimo podría acudir al libro de las Lamentaciones: “He perdido la paz, me he olvidado de la dicha. Recordar mi aflicción y mi angustia, es hiel y veneno, no dejo de pensar en ello, estoy desolado…pero no se agota la bondad del Señor. El Señor es bueno para quien espera en él, para quien lo busca. Bueno es esperar en silencio el auxilio del Señor”. Seguro que se reconforta.

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