jueves, 22 de diciembre de 2011

Carta a Robledillo 22 de diciembre de 2011

Estimado Robledillo:

En puertas de la Navidad me apresuro a felicitarte y espero que lo pases bien con toda la familia. Cuídate mucho de comer los “mantecaos serenaos”, que hacen Andrés y la Leo en el horno del pueblo con manteca de cerdo, que luego vienen los ardores y hay que ir al médico del Seguro a que recete alka seltzer.

La otra noche viendo un anuncio de colonias por la televisión me acordé de que ya habrás hecho la matanza. Tú dirás que qué tiene que ver una colonia con un cerdo chillón camino del otro barrio, pero es que yo tampoco lo sé. A lo mejor es que después del anuncio de la colonia vino otro de jamones. El caso es que pensé en decirte que guardaras un poco de morcilla por si me acerco un día por ahí y nos la tomamos con un vaso de vino del país, pero creo que no iré.

Hace mucho tiempo que no veo una matanza, pero no se me olvidan las que hacían en mi casa cuando entraba el frio, como ahora, siendo yo pequeño. Me daba miedo estar cerca de cerdo porque es un bicho gruñón al que yo llamaba “el nones” no sé porqué. De mis miedos se valían mis tías amenazándome con hacer venir al “nones” si no me portaba bien, que nunca fui un santo.

Entonces al cerdo se le mataba bien temprano y yo madrugaba porque no quería perderme el espectáculo y de paso hacía como que ayudaba. Verás. Cuando al pobre animal lo tenían tumbado pasaban una cuerda por debajo de la mesa, digamos de operaciones, que tenía atada a una de sus patas delanteras y yo me ponía en la parte de atrás tirando de la cuerda. A veces le tiraba del rabo para más seguridad.

El día de la matanza no iba a la escuela, por eso me gustaba, y luego venían mis tíos y mis primos a comer migas con tajás. Era una fiesta medio familiar. De eso hace ni se sabe los años, fíjate que ya he cumplido 44 años de casado y entonces mi mujer ni había nacido.

Bueno pues lo dicho, feliz navidad y que te toque la lotería.

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