sábado, 2 de julio de 2011

LA LENGUA TERTULIANA

Leí en su día lo que escribió el maestro Antonio Burgos sobre lo que llama “tertulianés”, que es el lenguaje pretencioso que emplean los tertulianos de radio y televisión para decir lo que cualquier hijo de vecino diría con menos fanfarria. Como hay más tertulias que setas, y los tertulianos se las reparten desde que amanece hasta las tantas de la madrugada, abusan de una jerigonza sui generis llena de frases vacías de contenido que, a fuerza de repetir, van creando escuela. Es tan repelente, como repelente les debe resultar a ellos usar un vocabulario normal y corriente. El maestro Burgos ha tenido la paciencia de recoger frases de este nuevo lenguaje, de cuyo repertorio anoto algunas de las que más se oyen.

"Hasta donde yo sé". “Más pronto que tarde"."Hay un doble escenario"."Esa opción no se compadece con..."."Estamos hablando de...". "Es un tema de mucho calado". "Es un tema de largo recorrido"."Va a ser que no"."Es por ello que"."Según las fuentes que manejo"."Ese asunto depende de la deriva que tome"."Hay que ponerlo blanco sobre negro"."Con la que está cayendo". El repertorio continua así: “Sí o sí”. “Priorizar”. “Niego la mayor”. “Se ha pasado veinte pueblos”. “Hay que poner en valor”. “Puede que sea ético, pero no estético”. “«A más a más», como dicen los catalanes”. “Es un salto cualitativo”. “Se pasa de frenada”. “Hay que verbalizar”. “La gobernanza”.

Uno tiene fijación peyorativa por el uso de “Líder y liderar”. Hoy en cualquier rama de la ciencia, las artes, la política, el deporte…hay un líder. Conozco a una familia que los hijos llaman líder a su padre. De líder ha derivado liderar, que ya es de nota. Este sucedáneo de verbo ha sustituido a otros muchos del diccionario hasta hacerlo abusivo. Demuestra impotencia verbal de quien lo habla.

Pero hay más frases o palabras para anotar. Ejemplo: “No da puntada sin hilo”, para referirse a un tío listo (?) de los que se llevan ahora, aunque no sepa hacer una O con un canuto.

Si pasamos al ejército o a las fuerzas de seguridad, la palma se la lleva el término “efectivos”. Es el protagonista de todas las batallas. Recientemente el Presidente del Gobierno anunció la retirada de tropas de Afganistán, “En el año 2012 se van a retirar 400 efectivos; en el 2013 se retirarán 500 efectivos y en 2014 el resto de efectivos”. ¿Y por qué no les llama militares, o soldados que es su nombre? Y otra: Cuando los efectivos de la Policía descubren tal o cual delito, la información siempre termina así, “la investigación sigue abierta”.

Al lenguaje de la economía hay que echarle de comer a parte. Hay una frase que se repite más que las avemarías de un rosario: Las “reformas estructurales”. Quien no la diga varias veces en una tertulia, ni es economista ni nada, aunque nadie explique qué son para que lo entienda el común de los mortales. Lo mismo ocurre con los “puntos básicos” de la deuda española. ¿Y lo de la “luz al final del túnel”? El colmo es la manía de decir que tal índice ha subido “equis puntos porcentuales” en vez de decir el “equis por ciento” de toda la vida.

Otra fuente de dichos repetitivos está en el deporte, en el futbol sobre todo, donde la tertulia la forma un locutor que relata lo que se televisa, y unos acompañantes más o menos aburridos que hablan ex cátedra con perogrulladas sobre lo que todo el mundo está viendo que mueven a risa por lo ridículas. Muchos locutores dicen que hay “peligro de gol” cuando el atacante se acerca al área contraria. ¿Peligro de gol? Pero si dicen que el gol es la salsa del fútbol, ¿cómo puede ser peligroso?

El asunto es interminable. Tanto como la penosa escasez de vocabulario de políticos, periodistas, tertulianos y demás fauna que se cuela en nuestras vidas sin querer, repitiendo como loritos frases y frases que no dicen nada.

domingo, 19 de junio de 2011

ORA ET LABORA

Este lema, “reza y trabaja”, es la síntesis de la Regla de San Benito Abad, un monje nacido en Nursia (Italia) en el siglo V, que vivió retirado en una cueva como asceta disciplinado y fue el padre del monacato benedictino. En 1964 Pablo VI lo declaró patrono principal de Europa.

En el monacato benedictino y su Regla, tiene sus raíces la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia (los llamados “Trapenses”) formada por monjes y monjas que hacen vida monástica en monasterios, y cuyo origen data de 1098 cuando los monjes Roberto de Molesmes, Alberico y Esteban Harding fundaron el monasterio de Císter, desde el que, años más tarde, San Bernardo de Claraval se convirtió en el gran impulsor y propagador de la Orden bajo la norma de una estricta austeridad y de la vida contemplativa.

Uno de esos monasterios, el de San Isidro de Dueñas, más conocido como la Trapa, está enclavado en tierras palentinas en la confluencia de los ríos Pisuerga y Carrión. El edificio de estilo herreriano fue reconstruido en el siglo XVII, alberga en su interior a 40 monjes que siguen estrictamente el lema de San Benito representado por el arado y la cruz. La vida monástica de la Abadía de San Isidro tiene su peculiar estilo, difícil de entender para muchos.

El centro de su actividad tiene tres facetas claras que se desarrollan en una jornada que empieza a las cuatro de la mañana y termina sobre las nueve de la noche. Son el Oficio Divino, la Lectio Divina y el Trabajo manual.

El Oficio Divino sigue la Liturgia de las Horas: Vigilias, Laudes, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas donde los monjes unen sus voces para alabar al Señor con el canto de himnos, salmos y cánticos de las Sagradas Escrituras, en el interior de la Iglesia.

La Lectio Divina es el estudio hecho en comunidad, pero individualmente.

El Trabajo manual es variado. Se hacen labores de la tierra, desde la siembra y recogida de maíz, pasando por los árboles frutales y las hortalizas, y otros como el cuidado de la vaquería y la producción de leche. Además están el sacristán, portero, hospedero, cocinero, enfermero, encuadernador, librero etc. No falta el trabajo intelectual y de estudio en la Biblioteca.

El monasterio es un mundo silencioso aislado del barullo de las ciudades, aunque la comunidad trapense no vive ajena a la actualidad de lo que pasa fuera de sus muros. En su interior se dan conferencias, cursos y lecciones magistrales de todas las ramas del saber que imparten eruditos de prestigio, nacionales o foráneos. Los monjes que se dedican al estudio son verdaderos maestros del conocimiento de las ciencias y de las artes.

Para el visitante se ofrece la Hospedería y la convivencia social y espiritual compartida con otros visitantes y los monjes. Hay quien se aísla unos días para preparar unas oposiciones, o para hacer retiros o a hacer oración personal en la Iglesia, o en el claustro, o en la tumba de San Rafael Arnaiz Barón, monje canonizado por Benedicto XVI el 11 de octubre de 2009.

Quien ha estado durante siete años acudiendo a la Abadía dos veces al año, da fe de ese milagro de vida que habita en un monasterio en pleno siglo XXI donde el tiempo, sin prisa, está dedicado a rezar y alabar con humildad a Dios, donde cada uno, ensimismado en su rezo, nota su cercanía cuando echa a andar sus pensamientos entre las paredes del claustro.

Aunque el día comienza con las Vigilias, es en Laudes cuando se saluda con gozo la aurora:

“Cristo, alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana que anuncia tu esplendor al universo!”

Desde ese momento los monjes y visitantes santifican el día con la Liturgia de las Horas, la meditación, el estudio y el trabajo manual.

Al caer la noche uno se retira en silencio a su celda mientras aún resuenan los ecos del Cántico de Simeón, último del oficio de Completas:

“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

miércoles, 1 de junio de 2011

PARACETAMOL

Estaba hojeando el periódico del día mientras degustaba el café de la mañana, cuando un buen y joven amigo llegó, me saludó y se acomodó en la barra. “Para mí lo mismo que este señor” pidió al camarero en tono jovial. Fijó su atención en el titular del periódico: ’El Instituto Andaluz de la Mujer quiere una medicina "con perspectiva de género”’. Me miró, me preguntó con la mirada y, como hice un gesto ambiguo, tomó el periódico y se sumió en su lectura.

Cuando acabó de leer, se sonrió con aires de haber entendido el mejunje aquel y sin más me dijo: «El Instituto Andaluz de la Mujer (no sé si hay otro del Hombre, pensaba yo) pretende que “tanto en el diagnóstico como en el tratamiento de las enfermedades, tenga una respuesta distinta según el sexo del paciente”. (¡Anda qué invento! decía para mis adentros) La presidenta del Instituto entiende que “la medicina ha sido una ciencia ‘tradicionalmente androcéntrica’, de forma que "ha tratado la salud de las mujeres de manera similar a la de los hombres" y esa es la razón por la que el Instituto de la Mujer (no sé si hay otro del Hombre, volví a mi pensamiento) va a elaborar un plan de salud que incorpore “la perspectiva de género” para el tratamiento de las dolencias. ¿A que es fácil?».

Eureka, dije yo como diría Arquímedes, pero sin entender nada.

-A ver si entiendo, le pregunté. Si en un matrimonio joven el hombre se queda embarazado (porque con las clases de matrimonios que hay ahora todo puede ocurrir) el ginecólogo ¿le debe dar un tratamiento distinto al de la mujer? Exacto, veo que lo entiendes, respondió.

-¡Oye! Y si la mujer tiene una Hiperplasia prostática benigna o sea un aumento de tamaño de la próstata, ¿qué remedio le pone la uróloga? Respuesta: Creo que lo mejor es un tratamiento de finasterida y la dutasterida que reduce el tamaño de la glándula prostática. Estas medicinas entran en el protocolo con perspectiva de género. Aaaaaah, claro, el protocolo, contesté.

Mi joven amigo, que dicho sea de paso es parte de un matrimonio sine die, no como esos arrejuntamientos con fecha de caducidad, es un tío muy leído y moderno y tiene respuestas para casi todo. Pero a mí no me sacó del lio mental que tenía y seguí erre que erre:

-Supongamos que me duele la cabeza. Abro el botiquín, cojo una pastilla de paracetamol y me la tomo. Oye, y si el dolor es de mi mujer, qué. Aquí quise pillarlo pero el muy sabelotodo va y me dice: Según lo previsto en el plan de ayuda con perspectiva de género, y el protocolo anexo la médica de tu mujer le debe recetar paracetamola. (Hay que ver lo que mola este tío, pensé)

Me invitó al café, se fue y yo seguí cavilando en lo que avanza la ciencia impulsada por entes de tanta excelencia como el Instituto Andaluz de la Mujer (¿hay o no otro del Hombre?).

Desde los antiguos sabios de la medicina como el centauro Quirón, los griegos Hipócrates y Galeno; Ramessen y sus papiros, Alcmenón de Crotona; Asclepíades, considerado como un dios; y otros que vivieron siglos antes de Cristo en el antiguo Egipto, en Grecia, o en Roma; pasando por los curanderos y brujos de las tribus indias; o por los premiados con el Nobel de Medicina: Ramón y Cajal; Fleming; Herman Müller, Severo Ochoa; Dewey Watson; Robert Edward; y no digamos Don Gregorio Marañón o el muy conocido Don Mariano Barbacid o simplemente el médico de familia que nos ve cada día, a ninguno se le ha ocurrido la brillante idea gestada y parida con loas y exaltaciones en ese núcleo de sabiduría que es el Instituto Andaluz de la Mujer, que deja a la altura del betún al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tan pobre él.

Caí en la cuenta de que me había dejado tomar el pelo por mi amigo con lo del protocolo de género y demás sandeces, y tiré el periódico a la papelera.

lunes, 16 de mayo de 2011

EL CURA DE PUEBLO

Esa mañana me mostré reacio a hablar de política con mi compañero del andar mañanero para no malhumorarnos el resto del día. Como días antes había sido la Beatificación del Papa Juan Pablo II lo saqué a colación para saber su opinión, pero solo me miró para decir que no la había visto en la tele. Hice un comentario sobre la grandeza de ese hombre santo y mi colega asintió pero poco más. No era la primera vez que comprendía que las cosas de la Iglesia y de la religión no van con él… por los curas. ¿Los curas? Qué manía le tienen muchos. Aproveché para lanzar una pregunta al aire, “¿Por qué la gente se mete tanto con los curas? ¿Hacen algo malo?”. Aludió a los curas pederastas tal vez para justificarse, y nada más. Un poco irritado le hice ver la cantidad de misioneros y monjas que viven en el submundo de otras tierras con gente enferma y necesitada; los curas que dan consuelo a los presos y desesperados; los laicos que sirven a la Iglesia en los comedores sociales de Cáritas para dar de comer al pobre. Y me quedé corto. Como todos esos misioneros, monjas, o curas no tienen sitio en la tele porque no cobran nada a cambio de su impagable servicio, es como si no existieran.

La familia de mi caminante amigo,-familia que no conozco- es muy religiosa por lo que él me cuenta. En la charla me dijo que uno de sus hijos le había felicitado la Pascua de Resurrección, y él, extrañado, no supo qué hacer ni qué decir. Le aclaré que, así como es normal felicitarse en Navidad, también hay que felicitarse en la Pascua de Resurrección. La primera es la fiesta de la Venida de Cristo al mundo nacido de Mujer, y la otra su Resurrección para confirmar la Redención del hombre. Ambas fiestas son las más importantes de los cristianos.

Volviendo al punto de los curas le dije que a mí me gusta el cura de pueblo, que comparte su soledad con el breviario y es un sanador nato de almas. Se terminaba el paseo y acabamos hablando de la gente del Opus, del Papa Benedicto XVI, de la Madre Teresa de Calcuta así nos despedimos hasta otra mañana temprano como siempre.

Regresé a casa pensando en el cura de pueblo, y me vinieron a la memoria algunos a los que había conocido desde niño. El primero fue Don Juan Gallego Mirón que me bautizó. Pero hay un recuerdo imborrable de la tarde del Viernes Santo de allá por los años 50 del pasado siglo, cuando se celebraba un multitudinario Vía Crucis por calles del Pueblo y de La Loma con la Imagen de Cristo Crucificado llevado en su trono por algunos hombres. Dirigían el rezo Don Andrés Martínez Segura y Don Gines Serrano, párrocos de Santa María y de la Concepción respectivamente, y recuerdo cómo subían a los balcones de casa en casa para desde allí hacerse oír en las catorce estaciones. Para aligerar el paso se remangaban un poco la sotana y se les veía el bajo del pantalón, lo que a mí me sorprendía.

Don Andrés era un cura enérgico. A veces lo encontraba con el viatico por la calle acompañado de un monaguillo que avisaba con una campanilla, y había que arrodillarse por temor a una mirada inquisitorial. En la misa, sabía que algunos hombres se ponían cerca de la entrada para salirse a fumar mientras él predicaba el púlpito. Ya en el púlpito y antes de empezar el sermón mandaba al sacristán a cerrar con llave la cancela y así los de fuera “no oían la misa”. ¡Cómo han cambiado las formas! No así la labor del cura de pueblo que tiene que lidiar con los que no lo tienen como santo de su devoción.

lunes, 4 de abril de 2011

LECTURA DOMINICAL.

Se cumple en estos días el sexto aniversario de la muerte del Papa Juan Pablo II que, dicho sea de paso, será beatificado el 1 de mayo próximo, día de la Divina Misericordia.

Alguna prensa le dedica artículos como el del periodista Ángel Gómez Fuentes, acreditado en Roma del que, con su venia, voy a tomar prestados algunos de sus párrafos. Escribe este corresponsal que le impresionaron de Juan Pablo II, -al que considera el “principal líder mundial del último cuarto del siglo XX”-, “su fe rocosa y su recogimiento en la oración” hasta tal extremo que en un viaje a Méjico “se pasó una noche entera de rodillas en la capilla de la nunciatura, y se le formaron callos en sus rodillas”.

“Tras haberle acompañado en setenta viajes por más de cien países, -continúa-, de Juan Pablo II me han conmovido seis virtudes que sirven para entender las claves de su pontificado: era un gran comunicador; un misionero incansable; un Papa carismático; con una fe rocosa (esto lo repite); tenía una gran pasión por el hombre, y conservó el buen humor”.

Lo más importante era el contenido de sus mensajes: “La parte central de su mensaje- según Joaquín Navarro Valls, que fue su portavoz- era plantear el carácter trascendental de la persona. A toda una generación mostró que es inevitable afrontar el tema de Dios y que no se puede entender el ser humano sin Dios”.

El articulista cuenta que Bill Clinton, presidente de EE. UU., ha escrito en sus memorias que en un encuentro con Juan Pablo II “me dio una lección de política… y me horrorizaría tener que enfrentarme a él en unas elecciones”.

Además de Clinton, el Papa tuvo encuentros con Gorbachov, Lech Walesa, el general polaco Jaruzelski, George Bush y otros muchos, y a todos sorprendió.

El texto termina recordando el mensaje que lanzó el Papa al comienzo de su pontificado que “es una frase de esperanza ¡No tengáis miedo, abrid la puertas a Cristo!”

Paso página de Ángel Gómez Fuentes y centro mi lectura dominical en un artículo de Arturo Pérez-Reverte, escritor reconocido, que titula ‘Ese monumento de papel’, todo él referente a la Biblia. Tampoco me resisto a pedir su venia virtual para comentarlo aquí. Gracias.

“¿Tienes la Biblia que acaba de sacar la Conferencia Episcopal?” –pregunta al librero amigo de siempre- y éste respira “¿Una Biblia a tus años?, y yo le digo debería darte vergüenza. Ya sé que no vas a misa ni yo tampoco, pero no estamos hablando de opio del pueblo, sino de cultura, chaval. De uno de los caudales de sabiduría que nos hizo lo que somos, Viejo y Nuevo Testamento, cultura judeocristiana que, combinada con el Islam mediterráneo, Grecia, Roma y toda la parafernalia, hizo lo que llamamos Europa y de rebote Occidente…aunque a esa vieja Europa, en tiempos referente moral del mundo, cuna de derechos humanos y crisol de cultura, ya no la reconozca ni la madre que la parió”.

Sigue el relato: “Una semana después tengo la nueva Biblia. Es un ejemplar con la nueva traducción canónica de los textos sagrados al castellano, que será utilizada en todos los actos litúrgicos y catequéticos, o como se diga, de la Iglesia Católica de aquí. La Biblia oficial en lengua de Cervantes. Esto lo convierte en libro de extraordinaria importancia; pues, aparte la lectura íntima que haga cada cual, su texto, leído en misa y utilizado a partir de ahora en las actividades relacionadas con el asunto, influirá directamente, en la lengua que hablan y escriben varios millones de católicos de habla hispana”.

“La Biblia es también, y sobre todo, un magnífico caudal de diversión, reflexión y conocimiento. Un monumento indispensable para comprender sobre qué cañamazo se tejió lo que algunos cabrones reaccionarios y gruñones como el arriba firmante todavía llamamos, con una mezcla de melancolía y de guasa escéptica, cultura occidental; dicho sea sin ánimo -o con ánimo, qué puñetas- de ofender. En ese contexto, la Biblia es una fuente extraordinaria de relatos, aventuras, batallas, traiciones, amores, emociones y simbolismos; materia de la que hace tres mil años viene nutriéndose el mundo civilizado y que inspiró a los más grandes filósofos y artistas de todas las épocas; literatura, música, pintura y cine incluidos. Nadie que busque lucidez e inteligencia, que quiera interpretar el mundo donde vive y morirá, puede pasar por alto la lectura, al menos una vez en la vida, del libro más famoso e influyente -para lo bueno y lo malo- de todos los tiempos. El Antiguo y el Nuevo Testamento, para unos historia sacra y revelación divina, y para otros llave maestra de cultura e ilustración, son imprescindibles para comprender cómo llegamos aquí, lo que fuimos y lo que somos. Compadezco a quien no tenga un Quijote y una Biblia en casa, aunque sólo sea para decorar un mueble y leer cuatro líneas de vez en cuando. Sólo la Biblia, releída una y otra vez, bastaría para colmar una vida entera. Oponer prejuicios a la Biblia es como oponerlos a una catedral: no hace falta creer en Dios para visitarla y admirar su belleza”.

domingo, 27 de marzo de 2011

¡POR EL AMOR DE DIOS!

¿Por el amor de Dios?... pero ¿si esta expresión es hoy políticamente incorrecta? Será políticamente incorrecta, pero es un remedio para pobres que lo necesitan.

Hubo un tiempo, allá por los años 40 y 50 del siglo pasado, que los pobres llamaban a las puertas de las casas, o se sentaban en la cancela de la Iglesia y pedían “una limosna por el amor de Dios”. Y la gente los socorría a pesar de sus estrecheces económicas. Muchas veces las amas de casa les daban un plato de la misma comida que servía al resto de la familia.

Ahora hay pobres que suelen pedir para comprar unos cigarrillos o un cartón de vino peleón, aunque también hay muchos pobres de necesidad. Hasta no hace mucho tiempo un sacerdote de la Catedral pedía de vez en cuando una limosna para socorrer a “sus pobres” a quienes llamaba pobres vergonzantes, que serían los que les daba vergüenza ir de puerta en puerta pidiendo. El cura omitía lo de “por el amor de Dios” pero se valía de un gracejo sincero para conseguir que los fieles llenaran el cestillo de las limosnas. Estos practicaban el amor al prójimo. Alguien comentó que había fallecido rodeado de sus pobres vergonzantes.

Pero no todo pobre es vergonzante. En la puerta de una Iglesia de postín rodeada de un jardín y con aparcamiento propio, había un pobre acompañado de su familia. Con la mano extendida acopiaba la caridad de los fieles que llenaban la iglesia. Al terminar la última misa de la tarde recogía sus bártulos y… caracoles, se dirigía a un vetusto coche de turismo del aparcamiento y se marchaba con toda su prole. “Éste -se podía pensar- no pedía por el amor de Dios, sino para pagar la gasolina de aquel Seat”. Era un pobre motorizado.

Muchos pobres de ahora están atendidos por instituciones caritativas de las que da ejemplo Cáritas por su permanente y generosa dedicación a miles de necesitados cada día. Cáritas se mantiene gracias a los donativos que, “por amor de Dios”, da gente desprendida que la hay a espuertas, mientras los “pobres gobernantes” se gastan lo que no es suyo en guerras libias, que fingidamente llaman misiones de paz o lindezas por el estilo como si fuéramos unos tarugos para creérnoslo. Las únicas misiones de paz y “por amor de Dios” que hay en el mundo las ejercen los misioneros cristianos que atienden hambres, sidas, tifus, epidemias, etc. Y como ejemplo por ahí andan las discípulas de la Madre Teresa de Calcula recorriendo medio mundo sin más bagaje que su hábito, sus sandalias y el amor al prójimo.

Las misiones en las que se empeñan los gobiernos son las de guerra aunque las disfracen de ansias de paz porque, vamos a ver, si a Libia (que es lo que está de moda ahora) se mandan aviones de combate; buques de guerra o submarinos con torpedos, todos dispuestos a disparar, resulta bastante difícil creer que no se trata de una guerra o es una guerra rarísima.

También hay pobres de espíritu, que son gente humilde, que buscan el perdón. Ellos serán bienaventurados “por el amor de Dios”.

Finalmente hay pobres dañinos que dicen sentirse libres aunque viven oprimidos porque su conciencia nublada les impide distinguir entre el bien y el mal. Siempre los ha habido, pero la novedad es que, ahora, van por la vida de totalitaristas laicistas asaltando los sentimientos religiosos de los católicos. Contra esta ofensiva va siendo hora de soltar las amarras de la pasividad que nos ata, desplegar las velas y no callarse más, ¡por el amor de Dios!

sábado, 12 de febrero de 2011

DOS AMIGOS DEL ALMA.

Hace días, en una conversación telefónica con mi amigo Pepe Reche, con quien no hablaba desde hace muchos años, mientras recordábamos nuestros tiempos de estudios en Madrid y hacíamos un recuento de lo que fuimos y de lo que hemos llegado a ser, yo pensaba en cómo Dios habría distribuido los talentos del Evangelio en cada uno de nosotros, y qué uso le habíamos dado. Como no era momento de echar cuentas, deseché el pensamiento y seguí la charla hablando de nosotros y de Juan Miguel, cuyo recuerdo se coló de rondón en el charloteo. Al fin y al cabo los tres fuimos muy amigos, nos separaban solo meses en la edad y nos conocíamos desde muy jóvenes, aunque luego seguimos oficios diferentes y trabajos distantes.

A Pepe Reche y Juan Miguel la amistad les vino por la vecindad de ambas familias en la calle Cervantes de Albox, y a mí me unió con Juan Miguel un hermanamiento que surgió cuando un agente de la guardia civil nos paró en la carretera yendo ambos en el “biscuter” y nos preguntó si éramos hermanos ante nuestra sorpresa porque no nos parecíamos en nada. Luego, cosas de la vida, llegué a ser su “hermano político” (con perdón), o sea su cuñado.

No mucho después de aquella charla, un día mi pensamiento voló sobre lo mucho que estos amigos del alma, cada uno en su oficio, habían servido a la sociedad, y no tuve más remedio que concluir que sus balances eran positivos.

Pepe Reche estudió en Madrid peritaje Agrícola para convertirse más tarde en Ingeniero. Empleó sus talentos en Almería dedicado al estudio del campo y los cultivos. Son conocidos sus libros especializados en “Cultivos en Invernadero” de especies como la sandia, el melón, la berenjena, la judía verde, o el tratado “Agua, suelo y fertirrigación de cultivos hortícolas en invernadero” editados por el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, y por la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, y divulgados por todo el mundo agrícola nacional y extranjero.

También en su haber, fruto de una vocación literaria que le llegó desde joven, hay tres novelas, “El Sueño”, “La suave caída de las hojas” o “Del amanecer al ocaso” donde el alma del autor y los íntimos rincones de su vida familiar se vislumbran en sus protagonistas. En ellas la pluma del autor deja sentir su apego por la naturaleza, virtud que ha mantenido desde su niñez hasta la madurez que disfruta. Me atrevo a decir que sus talentos los ha cultivado en tierra fértil.

Mi hermano Juan Miguel Sánchez se decantó por las Letras. Va para tres años que falleció. Sospecho que habrá rendido cuentas ante el Dador de sus talentos y habrá salió airoso.

Primero fue Maestro, y luego cursó estudios de Filosofía en la Universidad de Madrid. Cuando acabó la carrera fundó un colegio en Alcobendas para educar, -algo que ahora parece estar pasado de moda-, en el que, con sabia pedagogía, enseñó a sus alumnos, no solo lenguaje, historia, cultura, sino a saber escuchar a la gente, a ayudarse unos a otros y a respetar a las personas, lecciones que sembró año tras año entre sus numerosos alumnos en los que dejó huella.

Si Pepe Reche es un vocacional de la tierra, Juan Miguel empleó sus dotes en cultivar valores en el intelecto de los chavales a los que instruyó con paciente laboriosidad. En ambos casos las semillas sembradas no cayeron en tierras baldías.

Mucho más podría decir de los dos, pero como se trata de un recuerdo personal e intransferible, surgido al hilo de una conversación telefónica acabo como nos gustaba hacer en nuestros tiempos mozos de Madrid, echándonos unas risas.