domingo, 10 de mayo de 2015

Carta a Robledillo 10 de mayo de 2015

Estimado Robledillo:

Sé que te debo carta, mas como no tengo excusa verídica, omito las disculpas por la demora, que aunque seas de natural generoso en la clemencia, pudiera darte un mal aire   y mandarme con viento fresco a las ollas del infierno. Valga como pretexto las fiestas que hemos tenido y una campaña electoral, tiempo inhábil (sic) para coger pluma y papel.

Sabrás que mi carta, la de los piropos, Antonio, el menor de los Ramblas, la comentó con su amigo Pedro el “Arrancao”, que, según dice, montó en cólera, y quiso desahogarse escribiendo unas letras y soltar la rabia que tenía: «Dicen que una de las que mandan en las altas jerarquías, ha propuesto que el piropo se prohíba porque atenta al pudor de la mocicas. ¡Válgame san Juan Bendito, santa Engracia y santa Rita! ¿Pero es que estamos mochales o es que nos “pue” la malicia? Señora mía, el requiebro, por más que su señoría dé en pensar cosas raras, es una expresión bien linda que el hombre hace a la mujer por guapa, maja y bonica. Así que al piropo deje tranquilo su señoría y siga este consejo que me dio la Benita, que por aquí la llamamos “filosofa” con justicia: Lo que en los tiempos que corren las mujeres “nesecitan” es que “naide” las maneje a su antojo, ni les digan que es lo que “puen” o no hacer, que ellas “solicas” se endilgan lo que a “ca” cosa conviene sin “tonteos” ni cortapisas». Colijo yo, que a quien menta el gachó como “su señoría” no ha pateado en su vida una calle o una plaza de un pueblo cualquiera; será por tener estrecho su horizonte, que no irá más allá del edificio que tiene frente a su despacho en la gran capital, y le da por “tonteos” y cortapisas, como filosofa Benita.

El arrebato de Pedro y la “filosofía” de Benita, me ha recordado un chisme o cuentecillo que viene al pelo en los tiempos hueros que vivimos. El chisme cuenta cómo vino al mundo y cómo vivió una moza entrada en años. Ahí va…

«Mi madre recogía las gavillas del bancal, cuando le entraron los dolores del parto. Y entonces nací yo. La pobre pasó lo suyo porque yo tenía la cabeza como la mitra de san Braulio, dicho por mis abuelas. Cuatro días mal contados y... ¡al bancal otra vez! Mientras trabajaba de sol a sol agachada con la azada, no perdía ripio para impartirnos deberes, obligaciones y enseñanzas de aquel tiempo, hoy arrumbadas en los barrancos del olvido, como la urbanidad. “Déjale la silla a la abuela, que es mayor”, me decía… igualito que ahora. En hacer deporte, así nos animaba: “Echad a correr que llegáis tarde a la escuela”. Para acomodar visitas familiares la solución era fácil: “Os va a tocar dormir en el suelo en el colchón a rayas, que vienen los tíos de Francia a pasar unos días”. A su manera nos enseñaba lo que hoy llaman Naturaleza: “En acabar los deberes hay que segar hierba para echar de comer a los conejos”. Mereció un Máster Chef con esta fórmula: “Cuando hierva el puchero con las judías, échale dos patatas y luego a por caracoles a ver si este domingo podemos hacer un arroz”. Y no digamos en el arte; era algo muy simple: “Coge la brocha y dale cal a esa pared que ya tiene desconchones”. Como enfermera, su remedio lo mismo valía para un roto que para un descosido: “Ven acá que te pongo un pañuelo en el rasguño”. Era única repartiendo justicia: “¡Dale la mitad a tu hermana! Que como me quite la alpargata…”. Y para los domingos y fiestas de guardar: “Calienta agua en caldero, échala en el barreño y lávate con jabón y estropajo, y arréglate para la misa”. Vivió entre espigas y amapolas; con frio o calor; con sol o con nubes, sin una queja.»

De ella aprendió su hija esta escuela, y, aunque en otra época y en otro ambiente, siempre estará agradecida a su madre que le enseñó a vivir sin remilgos; como una buena mujer –con piropos o ellos- sin afectaciones rebuscadas y sin egoísmos de ninguna especie; femenina, que no feminista, maneja a su familia con vocación y descaro, y agradece un buen requiebro… dicho con salero y educado.

Como todo esto me ha salido después del dicho que Pedro el “Arrancao” hizo a Antonio, el menor de los Ramblas, si te lo encuentras en alguna bocacalle, háblale de este chismecillo, que seguro le gusta.

Cuídate, y echa por la sombra que ya empiezan “las calores”.

domingo, 1 de febrero de 2015

Carta a Robledillo 1 de febrero de 2015

Estimado Robledillo:

Me preguntas en tu carta si yo he oído que van a poner punto en boca el piropear a las mujeres por no sé qué enmienda, cosa de la que te habló un paisano viendo la tele en la taberna donde te tomabas una cervecita y unos boquerones en vinagre, y oyó que lo de piropear a las muchachas no es bueno porque algunas se ponen “colorás”, vaya que se les sube el pavo, y se les va su color natural, que es más ecológico que cuando se untan con potingues, y eso no es bueno para su estado de bienestar.  

Dices que en la misma taberna, los más doctos te dijeron que si ahora pasa por la puerta de tu casa una de esas gachises de aquí te espero, de las que pisan fuerte,  o “de las de no te menés”, que hay  muchas formas de expresarlo, no le vas a poder decir “¡Maciza!”, o algo más grueso como acostumbras, no sea que te llame al orden el municipal y te ponga una multa por tu mal comportar con el sexo ¿débil?, y por eso me preguntas que sé yo de esto y si es cosa del Gobierno.

Vamos a ver. Que yo sepa eso no es cosa del Gobierno, que no está para muchos piropos; lo que he leído es que una jefa de un organismo que se dedica al Observatorio de la Violencia de género (¡toma organismo, Mariquilla!), provista de unos anteojos, gemelos o binoculares, ha debido ver a un gachó arrimarse a una mocica y decirle supuestamente una grosería, porque la moza le ha arreado un mandoble con el bolso que lo ha echado por tierra. Tal suceso ha dado en tales habladurías, que la tal jefa ha tomado partido y trata de meter el piropo en el saco de los recortes. Hasta aquí lo que yo he oído. Esto pasa porque los hay tan aborregados, tan mal encarados, tan mal olientes y tan poco leídos, que no han aprendido a decir un halago como Dios manda, sin ofender, una frase que reconozca la belleza de una mujer, con respeto, porque lo único que saben es leer la gramática parda del whatsapp, y así les luce el pelo.

Hace algunos años, cuando solo existía el Observatorio Astronómico Nacional, en la caseta que teníamos a pie de obra había una chica de las de “toma pan y moja”, o sea de muy buen ver y mejor vestir: vaya, una mujer de tronío, aunque de armas tomar, que cuando entraba o salía de la caseta, el gremio de albañilería paraba el tajo para admirar su singular bellezón, salvo algún paleta despistado que solo reaccionaba al oír el concierto de silbidos y se unía al coro de mirones embobados, hasta que la mozuela doblaba la esquina. El que cuidaba la entrada a la obra, Pepe, apodado el Verde por vestir un mono de ese color, debía tener la consigna de avisar cuando salía o entraba la susodicha, y así ponía en pie de guerra a los oficiales y ayudantes. Colijo pues y según parece, que si eso ocurriera hoy tendríamos a pie de tajo un notable observador del dichoso Observatorio, otro funcionario que cobraría del erario público, vigilando el comportamiento de albañiles, peones, camioneros, maquinistas, listeros y hasta del jefe de obra, para llevar cuenta de su comportamiento piropeador. Nos sobraría hasta Pepe el Verde, al que daríamos la boleta, pues su puesto de acusica de las idas y venidas de la guapa damisela estaría extinguido por ley anti halagos.

Si eso que te han dicho, y yo he leído, se aplica al pie de la letra y de la música, ¡válgame el Dios de los cielos!: habrá que enchironar a don Mendo por decirle a su amada doña Magdalena esta lista de requiebros: “¡Magdalena, blando pecho, que envidia diera a las aves!¡Corazón de suaves pétalos! ¡Alma pura! ¡Rosa, luz, espejo, rayo, linfa, luna, ángel, joya, vida, cielo…!”, o empapelar a Don Juan Tenorio por llamar a Doña Inés, “Ángel de  amor…, paloma mía…, gacela mía…, estrella mía…, hermosa mía, luz de mis ojos”, que como puedes ver son palabras muy, pero que muy ofensivas.

Por si las moscas, y por si esto ocurre, guárdate siquiera de guiñar un ojo a tu parienta, o soltarle un “¡Ole las mujeres guapetonas!” que las palabras las carga el diablo disfrazado de observante melindroso, y tampoco lances un bocinazo con el coche a alguna que veas por la acera, que te puede acarrear un castigo de “do re mi, en sol mayor”. 

Otro que engrosaría las filas del paro sería Cupido, uno de los símbolos del amor que tendría que dejar arco y flechas, y buscarse la vida con unas oposiciones a algún cargo remunerado de clasificación de piropos entre aptos, no aptos y regulares; un trabajo que le vendría de perlas a un experimentado como él, con la de frases de enamorados o ligones que habrá escuchado en su larga vida, desde que su madre, la diosa Venus, lo parió.

Si sabes algo más me lo cuentas, que yo te tendré al tanto de lo que me llegue.

jueves, 1 de enero de 2015

Carta a Robledillo 1 de enero de 2015

Estimado Robledillo:

Anoche, después de casi atragantarme con las uvas, que en vez de uvas eran melocotones disfrazados, al oír por televisión a la guapa de turno diciendo que en las islas Canarias aún faltaba una hora para el nuevo año, me pregunté si la muchacha sabría que eso se debía a que el planeta está dividido en veinticuatro husos o zonas horarias que corresponden a las 24 horas que tarda en dar un giro alrededor de su eje, de oeste a este. Tampoco sabrá que los husos están delimitados por los meridianos separados 15º, siendo el meridiano cero (0º) el que pasa por Greenwich, un pueblo cerca de Londres. Por eso cuando se pasa de un huso a otro cambia la hora: Si se pasa hacia el este, o sea hacia Italia, hay que sumar una hora; y si se pasa hacia el oeste, como Canarias, hay que restar una hora. De ahí lo de  “Una hora menos en Canarias”.

Para la guapa televisiva lo de la entrada del año nuevo en Canarias forma parte del guión, pero si curioseamos en qué momento reciben el año nuevo otros habitantes de la Tierra respecto a nosotros, podemos calcular, más o menos, que cuando nosotros estamos tomando las uvas medio mundo lleva ya varias horas viviendo en 2015 mientras el otro medio sigue en 2014.Te pongo algún merodeo cogido al respecto de una revista.

El primer sitio en el que ha entrado el nuevo año es Kiribati, una pequeña nación del Pacífico con varias islas donde viven 100.000 habitantes, que en el año 2000 se hizo famosa por ser el primer sitio del mundo en saltar al siglo XXI. Cuando a Kiribati llegaba el 2015, aquí nos faltaban trece horas para las campanadas de la Puerta del Sol. El segundo lugar en saludar 2015 fueron unas islas de Nueva Zelanda, y justo después de estas llegaba el año nuevo a la península rusa de Kamchatka. Las primeras imágenes del año nuevo han sido los fuegos artificiales sobre la Opera de Sídney, en Australia.

Si nos vamos hacia el oeste, rumbo a las Américas, nos encontramos que en Nueva York están preparando la cena de Nochevieja mientras aquí llevamos seis horas del nuevo año, y cuando el reloj de Times Square marque la llegada del 2015 muchos de nosotros estaremos tomando churros con chocolate. El año llegará luego a la Costa Oeste y por último a Hawái, otra vez en el Pacifico, que es el último lugar del planeta donde entra el 2015. O sea que mientras te escribo a lo mejor en esta Isla aun no se han tomado los melocotones disfrazados de uvas.

Pensaba que esta carta fuera para felicitarte el año 2015, y mira por donde me he ido por los cerros geográficos por culpa de la mocica de la tele. En fin que te deseo buen ánimo para el año entrante que es pócima de buen curar, si se administra bien.

El día de Navidad me tropecé con un sobrino del primo hermano del sacristán, “gente iglesia”, decía mi padre, que iba de paso para Córdoba. En plan socarrón le espeté si iba por lo de la Mezquita-Catedral, ese invento de la jefatura andaluza para hacerse con los cuartos de las visitas turísticas, será, digo yo, para administrarlos como los ERES o ERAS. Como es de los que rezan a Dios y al diablo, me miró, bajó el tono de voz mientras sorbía el café con leche, y dijo, “A Susanita se llama mi amor, se la están llevando al huerto los del cogobierno. En esto y otras cosas, le va a salir el tiro por la culata, y no se da cuenta que va a perder lo que tiene ganado, que no es poco, porque tiene el patio lleno de fanfarrones”. Terminó el café y sin tiempo a preguntarle por el discurso del rey, me deseó de una ¡feliz Navidad! y se fue.

Si me preguntas por el discurso real de Nochebuena, te diré que he leído loas e incienso, pero también reproches por el contenido lleno de tópicos, y por el escenario. Como yo soy del plan antiguo, o sea de Juan Carlos, me esperaba ver el Belén y la bandera de España, pero ambos símbolos estaban escondidos, y eso me disgustó. En un mensaje de Navidad, con miles de cristianos que están sufriendo una de las persecuciones más sangrientas de los últimos años por creer en Aquel que nació justo en esta fiesta, lo menos que se espera es una referencia a este hecho. Pues ya viste, no hubo ni una sola palabra, como tampoco sobre las víctimas del terrorismo que cada vez se sienten más arrinconadas. Del resto que dijo no opino, que ya he leído y oído bastante, pero no me pareció nada del otro mundo.

Si te comiste las uvas con la guapa y el guapo de la tele, echarías el falta un buen humorista que animara el panorama, del tipo Gila, Tip y Coll, Eugenio, Lina Morgan, Mari Carmen y sus muñecos, Antonio Ozores o Gomaespuma, que nos alegrara la entrada del nuevo año y nos hiciera ver la vida con humor, que también es buen medicina para curar los sinsabores de los tiempos que corren.

Bueno amigo, te repito lo del buen año y ¡conserva tu buena salud!

domingo, 21 de diciembre de 2014

Carta a Robledillo 21 de diciembre de 2014

Estimado Robledillo:

Va para dos meses que el amigo Antonio, el menor de los Ramblas, apostillaba con gran tino y sapiencia sobre el párrafo del artículo de Ana de la Maza que te copié en mi carta anterior,  titulado “El regalo de la vida”, que dice “En estos tiempos de soberbia, aliada a la falta de amor en que se ha instalado nuestra sociedad, se está permitiendo poner en peligro el concepto de familia. Los hijos, que siempre han sido hijos del Amor, con esta falta de Amor se eliminan, y asunto resuelto”. A Antonio, el menor de los Ramblas, que le repugna el aborto, este párrafo le estremece y se subleva: “La postura de los políticos ante el tema, nada de extraño tiene. El ser así lo llevan en su adeene, algo que se ha agudizado en los últimos tiempos; gente mediocre y ramplona, que toma las decisiones a golpe de encuesta –que suele fluctuar, por otra parte, más que el péndulo de un reloj de pared–. Pero estos señores, que no confunden la ética con la estética –pues son para ellos dos conceptos exóticos– no se andan con muchas cavilaciones, y si hoy piensan que una postura les va a dar catorce votos más…, ¿qué quieres que te diga?..., “la duda ofende”. Antonio acierta de pleno con este corolario.

Esos políticos, a los que se refiere Antonio, el menor de los Ramblas, son los que cuando llega la Navidad hablan de “fiestas de invierno”, ocultando adrede que la Navidad es la cuna de la Vida, para conseguir –o así lo creen- catorce votos más de los ignorantes que se arriman a esas bobadas extasiados bajo un cielo artificial de miles de watios colgados de las calles que trata de esconder la revolución que supuso el nacimiento de Jesús, que ocurrió, como sabes, en un sitio pobre en contraste con la ostentación de consumo, de gasto y hasta de lujo que se lleva en los tiempos actuales.  

Para los que nos gustaban –y nos siguen gustando- el mazapán, el mantecado casero y una copita de anís, aun disfrutamos el regusto de la Navidad familiar. Primero con nuestros padres, luego con nuestras novias, después con los hijos y ahora con los nietos. Aunque desmejorada respecto a otros tiempos, en la Nochebuena la condición humana sigue sintiéndose sacudida por un Misterio que solo puede venir de un cielo más alto que las estrellas. Un Misterio que la Misa de Gallo en la Iglesia más cercana nos ayuda a celebrar como la Mejor Noticia.

¡Vaya! que me he puesto solemne o como le dijo una vecina a mi tía al verla acomodada pomposamente en su sillón: “¡Hija, estas reverenda!”. Solemne o no, el caso es que celebrar la Navidad sin mencionar lo que se conmemora, su porqué, su cómo o su cuándo, es un absurdo, por no decir un disparate que roza la sinrazón. 

Cuídate estos días, toma mantecados hechos con aceite de oliva, y enseña a tus nietos (si se dejan) que la Navidad es la fiesta de un cumpleaños de un Niño que no tuvo ni un juguete.         

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Carta a Robledillo 5 de noviembre de 2014

Estimado Robledillo:

Hace ya dos semanas que viajé a la Gran Capital y vas a perdonar que nada te haya dicho hasta hoy por mor de una leve indisposición visual, ya arreglada por el Oftalmólogo mutando una catarata en un arroyuelo de aguas cristalinas. Hay que ver la vista que quita una nubecilla.

Como adivino tu pregunta de qué se me había perdido en la Gran Capital, te confieso que no fui para irme de picos pardos, sino para disfrutar de la grata compañía de unos amigos fetén, “vaguadistas” de pro, de quienes te hablé cuando el 30 aniversario celebrado el 2013 al que falté como sabes. Prometí entonces que este año no quedaría como un insurrecto ante los admirables colegas, así que el día 21 del mes pasado tomé las de Villadiego, vulgo AVE, y me fui a compartir con ellos charletas, puestas a punto, recuerdos, y arrobas de buen humor.

Tuvieron la galanura de consensuar (qué verbo más manido) su agenda con la mía,- que es del tamaño de un post-it amarillo- lo que es de agradecer para un provinciano full time (perenne para que me entiendas) alejado de la meseta, que tu sabes que en provincias somos más de pausa que de prisa y cuesta un bolo arrancar. (Me está pareciendo que no sé si vas a entender lo que te digo porque escribo como un ejecutivo con tarjeta de presentación, pero voy a seguir así porque, si no me entiendes te aguantas, deja de leer tanto el Marca y a ver si sales más del pueblo y se te pega algo de ese lenguaje top-ten de palabros tan fisnos, para estar a la moda.)

El día de marras como digo, tomé un tren AVE que puso ruedas en polvorosa a las primeras de cambio. Con la misma celeridad, las mesitas de cada asiento se convirtieron en oficinas errantes llenas de portátiles, Smartphones y fauna similar, y me dije, ¿estarán estos ejecutivos  amortizando el precio del billete para justificarse ante el jefe? En esto, una mocica tableta en mano encuestaba a algunos viajeros. Eligió a mi vecino de asiento pero, tan quedo habló, que no capté ni preguntas ni respuestas. Esperé mi turno con la ilusión de salir en el CIS, pero ¡oh desengaño!, la chica me miró, pasó de largo, y caí en la cuenta de ¡era solo para ejecutivos in y no off como yo!

El Comendador de la cita nos recomendó estar a las 9 y media de la noche en el restaurante La Parra para cenar. El nombre del restaurante me recordó al Cobija, el amigo que encontré este verano cobijado a la sombra de una parra que por poco me cuenta que hasta tuvo antepasados en el arca de Noé, de tanto como se remontó hablando. A ver, ¿por dónde iba?. 

Ah, sigo. Casi con puntualidad de mesié Solal, (un mesié desconocido para ti) los “vaguadistas” fuimos llegando a La Parra repartiendo abrazos, besos y algún arrumaco bien intencionado. Ninguno osó soltar un “qué bien te conservas, o qué bien te veo”, ante la clara evidencia del aspecto inmejorable que mostrábamos que, salvo error inapreciable u omisión, el que no se consuela, es porque… arrieros somos, que así trabucas este refrán, cada vez que se te suelta la lengua cuando corre el vino y la panceta en el Bar Pepe.   

Toma nota del nombre de los perseverantes. Empiezo con la dama Isabel de Heredia, y sigo con José Luis Heras y su hermano Ignacio, el menor de los Heras; Arcadio Gil, Javier Martín Martinez, Luis Sanchez, Fernando Valero y el único que conoces, un servidor; total un número, ocho, que, calculadora en mano, hace el 10% de los 80 de los 80, escaso porcentaje imputable tal vez (Ozú que palabreja me ha salido, quita, quita) a los efectos de la recesión. Echamos de menos a otros habituales: José Luis Domínguez; Javier Sánchez y Félix Sánchez, que faltaron por alguna causa, y a Belén Juste, José Angel Rodrigo o Joaquín Silvela que, allá ellos, no saben lo que se pierden. No apareció Artola, el socio inseparable de Fernando Valero, ocupado quizá en resolver alguna ecuación de segundo grado, si es que sabe.

Prometimos no hablar de La Vaguada, promesa que duró menos de lo que tarda Cristiano en meter un gol. Así que cuando se abrió la veda confesé mi pecado de no haberla pisado hace años, que dicen las lenguas de doble filo que ha cambiado de look y está desconocida, seguro por obra de algún malaje y desabrido empeñado en eliminar de nuestros currículos el copyright “La Vaguada es nuestra”, pero harto difícil lo va a tener porque aunque a la mona la vistan con escayola de todo a cien, siempre será mona nuestra y bien nuestra, como nuestra es la bien ponderada amistad que nos une a los colegas, que ya quedó grabada a martillo y cincel en unos años de nuestras vidas.

En la mesa redonda de la cena de los siete caballeros, -sin rey Arturo-, y la gran dama Isabel, cundió el vino, las confidencias, las croquetas, las anécdotas, el solomillo, las fotos, etc. mientras se nos iba poniendo cara de un contento con mayúsculas, en un rato que se pasó en un pis-pas, o para que me entiendas en un santiamén. ¡Qué rato más corto, joé!

Antes de la pesadumbre de la despedida alguien sugirió un poco a voleo que para el año próximo aparcáramos la cena en la Gran Capital y volásemos al Mediterráneo para beneficiarnos unos espetos de sardinas, unos boquerones al limón y un pescaito a la sal, allá por septiembre. Dicho y anotado quedó para que cuando se esté acercando el 32 aniversario, avisemos al cenachero que vaya acopiando la pesca y refrescando el vino blanco, y al espetero que avive el fuego de leña que nosotros llegaremos cargados de fuego amigo.

Si de aquí a la próxima me acuerdo de algún otro pormenor de la velada, te prometo no dejarlo en el teclado. Mientras llega la ocasión sírvete un abrazo con panceta a mi costa. 

 

domingo, 12 de octubre de 2014

Carta a Robledillo 12 de octubre de 2014

Estimado Robledillo:

Hoy voy de copión que es como llamábamos a los que copiaban el examen del vecino del pupitre que, por no dar golpe, no se sabían la lección. Te digo esto porque voy a copiarte unos párrafos escritos por Ana de la Haza, una Defensora de la Vida, que con el título “El regalo de la vida”, he leído en una revista dominical.  

Merecen la pena porque vienen a cuento de la torpeza del Gobierno sobre el asunto del aborto que le van a llevar a una situación de riesgo político, además de que su presidente no se ha aplicado lo que dice el Proverbio: “Aleja de mi la falsedad y la mentira”. El escrito dice así:

«Todos nos hemos preguntado alguna vez por qué estamos aquí, para qué estamos aquí y a quién debemos nuestra presencia en este planeta azul creado para la vida.

Nadie pueda dar a priori una respuesta fácil o acertada. Más allá de la configuración genética de todos los seres vivos y su colaboración natural a la multiplicación de las especies, todos llegamos a la vida con una misión, un bagaje único para cada uno de nosotros. Digamos que parecemos iguales, pero realmente todos y cada uno de nosotros somos diferentes al otro.

Esto me lleva a que el “Gran Alfarero” de la naturaleza nunca tiene que reproducir sus modelos porque su sabiduría es infinita. Igualmente el “Gran Alfarero” ha tenido la generosidad de dotarnos de inteligencia a fin de que disfrutemos de todos los bienes que ha puesto a nuestra disposición, para que los mejoremos y los repartamos adecuadamente.

Puede parecer un planteamiento simplista, da la sensación de ser color de rosa, pero el “Alfarero”, al hacernos inteligentes, también nos ha hecho libres. Producto de estos bienes ha surgido nuestro “yo” más íntimo, nuestra conciencia, resultado final de este soplo de vida primario, cuando quiso que nos pareciéramos a Él.

Mucho ha llovido desde la aparición del hombre en la tierra y mucha ha sido su evolución. Parece demasiado lejana la era de los primeros que poblaron el mundo pero, si se analiza con sosiego, hay muchas connotaciones que nos dicen que el regalo que se nos dio, la propia inteligencia, ha ido desfigurando el bien que el Supremo Hacedor quiso hacernos. Hemos tomado el regalo pensando que podemos hacer como Él. Acaba de nacer la soberbia en el hombre.

Con ella, abrazado a ella, viviendo con ella, desde el principio de los tiempos, el hombre, que fue una creación beneficiada de Dios, cambia la belleza de su conciencia por algo tan horrible como la soberbia, causa de grandes guerras y desgracias. Hoy, hasta se atreve a enmendar la plana a Dios, planificando la vida, dejando al libre albedrío incluso la posibilidad de impedir el nacimiento de seres ya gestados.

Qué duda cabe, la vida de un nonato es tan importante como la de cualquiera de nosotros. No puedo entender cómo se atenta contra algo tan sagrado como la vida de un ser que, además, no se puede defender.

En estos tiempos de soberbia, aliada a la falta de amor en que se ha instalado nuestra sociedad, se está permitiendo poner en peligro el concepto familia. Los hijos, que siempre han sido hijos del Amor, con esta falta de Amor se eliminan, y asunto resuelto.»

Ya me dirás qué te parece, si es que tienes algo de decir.

sábado, 12 de julio de 2014

Carta a Robledillo 12 de julio de 2014

Estimado Robledillo:

Después de dos meses que no te escribo, hoy me he levantado con ganas de hacer repaso como si estuviera en la escuela, porque hay que ver la de noticias que nos han llovido. En mayo las elecciones al Parlamento Europeo, luego la abdicación del rey Juan Carlos, ahora la muerte de Di Stefano, y si de futbol hablamos, la “caída el imperio del tiqui taca” de nuestra selección en el mundial de Brasil.

Verías que las elecciones europeas parieron un nuevo Moisés que ha prometido un gran maná a base de pan con chorizo, si es que hay, para todos (…y todas, que no se me olvide). Su nombre no es Moisés, sino Pablo, e Iglesias de apellido, aunque la iglesia de su pueblo no sabe dónde cae, según tengo oído. Es un nuevo “castizo”, quiero decir de la casta política, al que pagaremos manutención, dietas y demás por el ímprobo esfuerzo que va a hacer. Dicen las lenguas de doble filo que va a formar dúo con uno de Psoe, un tal Madina, para contar chistes y repartir democráticamente la sin par gracia que no les cabe en el cuerpo. Vamos que van a ser la alegría del  pueblo. ¿Un nuevo Dúo Sacapuntas? ¡Ozú que susto!  

Luego vino la abdicación del rey Juan Carlos que me pilló tomando café en uno de esos bares que tienen la tele expuesta como animal de compañía. Ahí me enteré. Cuando la proclamación del rey Felipe me dije: Con este ya son tres Jefes de Estado los que he conocido, igual que tú. El primero el “anterior” Jefe del Estado, como llaman a Franco los que les da alferecía nombrarlo como si no hubiese existido, ¡que chaladura!, y luego los dos reyes, Juan Carlos y Felipe. Si echamos cuenta de los Jefes de Gobierno me salen ocho contado Rajoy. En setenta y cinco años no son tantos, no sé lo que te parecerá a ti.  

Lo último ha sido la muerte de Di Stefano, otro de nuestras mocedades a quien vi por primera vez en Chamartín en 1957 en un partido del Real Madrid contra el Atlético de Madrid. Había  ido con mi padre a matricularme en la Escuela de Ingenieros que está cerca del estadio, y le hice el compromiso de ir al futbol, aunque no era aficionado. Aquel domingo a las cuatro de la tarde sacó entradas para el tercer anfiteatro, el más arriba del todo, y vimos el partido a vista de pájaro. Mi padre se esforzó en subir a lo alto. Me impresionó tanta gente. No recuerdo quien ganó, pero salí contento de haber visto a Di Stefano, Rial, Gento y compañía. Este gran futbolista hizo que nos “hiciéramos del Madrid” porque hasta entonces nuestro favorito era el Atlético de Bilbao de Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. Mucho después, una tarde de domingo entré con mi mujer y mis hijos a una cafetería cerca del estadio y allí estaba Gento ya algo mayor. Le presenté a mis hijos y recuerdo que dijo “Los chicos de hoy son más altos”.    

Ahora vamos con cosas de andar por casa. Sabes que de un tiempo para acá a los setentones nos ha dado por juntarnos al cabo de 50 años con los de nuestra época para vernos las caras. El encuentro tiene el momento del “¿Quién es quién?”, que da paso a un pasmo colectivo al ir reconociendo a los demás y a uno mismo. Vistas las trazas de los otros, uno se cree que tiene el elixir de la segunda juventud, hasta que la vejiga da un aviso y hay que tomar puerta al mingitorio próximo, en cuyo espejo uno se ve tan fané y descangallado como los otros. Más o menos así pasó hace un par de semanas cuando se juntaron los de la generación, ellos y ellas, menores en dos años que la mía. Se hacen llamar “Los nevaos”, por el pelo canoso. Allí estuvo  mi hermano y su esposa. Llevaron fotos de los años 60 en blanco y negro para recordar cómo eran. Las he visto junto a las que retrataron el momento actual, ya en color.

Las fotos antiguas de esa pandilla las hay de chicas y chicos juntos, y otras solo de chicas o chicos, todos vestidos al uso de la época. Ellos con traje, corbata y zapatos, y ellas con falda a la altura de la rodilla. Un chico lleva corbata negra y un brazalete negro en la manga izquierda de la chaqueta en señal de luto, signos ahora en desuso. En las fotos actuales los hombres se ven de pantalón y suéter, mientras en las mujeres, mejor conservadas que los hombres, predomina la falda aunque hay alguna con pantalón. La diferencia es notable, no solo por el tiempo pasado, sino por las formas y las costumbres tan distintas de las de entonces. Ahora que ya hace calor, el uniforme masculino es pantalón corto y chancletas, y el femenino un taparrabos y las tiras del sostén al aire, de momento. Todo sea por el “pogreso” que dice otro.

Dentro de unos días me marcharé al campo familiar. Si puedo me acercaré a verte algún día para hacer los ejercicios contigo con un plato de panceta y unos vasos de vino del país.