sábado, 10 de diciembre de 2016

Carta a Robledillo 10 de diciembre de 2016.

Estimado Robledillo:

Aunque seas hombre de pocas letras,  pero sí de muchas luces, bien sabes que Navidad significa nacimiento y que así llamamos al del Niño Jesús que los cristianos celebramos el 25 de diciembre, aunque no es seguro que el parto de Belén se produjera en esa fecha.

Fuese cual fuese el día del alumbramiento que hace más de dos mil años se convirtió en cuna de nuestra civilización, hoy la postmodernidad le resta valor porque a las cosas de religión y del espíritu se las tiene por creencias anacrónicas en estos tiempos del relativismo y progresismo que nos venden y compramos enlatados sin fecha de caducidad.
 
Verás que hoy nadie liga la Navidad a un hecho que cambió la ética y la moral del mundo, el embrión del cristianismo; ahora se asocia la Navidad al culto individualista del buen comer y del buen regalar: al consumo desmesurado sin ton ni son. Antes se hablaba de estrellas en el cielo, del portal de Belén, de los Magos de Oriente, de villancicos,  de polvorones, de la cena familiar de Noche Buena, como símbolos del bienestar espiritual de la humanidad. La nueva era, la de la tecnología, se ha sacudido el meollo de la fiesta y se agarra a lo inane, a lo superficial. Es la era de ir de tiendas. La era de disfrutar del momento mágico con una señora estupenda que anuncia el aroma de una colonia; de la gula excesiva con salmón noruego y vino bodeguero de una cosecha de marca; de la glotonería a espuertas con bombones de variados gustos; del ambiente de fiesta a deshora hasta ver amanecer. Todo bajo el pálido ornato de unas risas de diseño que disimulan la vaciedad de las horas. ¿Y el espíritu?

Para los que creemos, el misterio de la Navidad no ha quedado para el baúl de la ropa usada envuelta en naftalina; para los que creemos será siempre el escaparate que hace siglos un tal Miqueas con oficio de profeta rural anunció que la justicia de Dios actuaría contra la maldad e injusticia con la llegada de un futuro rey mesiánico y señaló a Belén como punto de su nacimiento.
“Y tú, Belén, Efrata,
la más pequeña entre las familias de Judá,
de ti saldrá el que ha de reinar en Israel…”
(Miq. 5,1)
Belén estaba predestinada a ser cuna del Mesías. Belén es sinónimo de Natividad o Nacimiento de Jesús. Una fiesta cristiana que desde entonces viene siendo y será una fiesta íntima que se vive con la alegría que brota de poner a Dios en el centro de nuestra vida.
 
Antes del punto final de esta carta vaya mi deseo de que goces de la Navidad, no deslumbrado con luces de neón y florecillas de hoja caduca, sino con el colorido de la presencia de un Niño que llega cargado de ilusiones que no se marchitan.

 FELIZ NAVIDAD.

lunes, 23 de mayo de 2016

Carta a Robledillo 23 de mayo de 2016.

Estimado Robledillo:

Hay que ver cómo cunden los días cuando a uno le da la prisa, y no lo digo por mí que me sobran horas del día hasta para vaguear, sino por un amigo al que le entraron unos molestos dolores del cólon, o eso decían, y tan arrebatado se puso que cogió el portante y se mudó de barrio. Te lo digo en metáfora por condescendencia a tu estado anímico porque conociendo sus altibajos no te debo dar sofocos de sopetón. Dicho con más fineza: vamos, que le dieron la extremaunción, o como se diga ahora, y se marchó “pa más allá de los cielos” que, aunque no rondaba mucho por la iglesia, hombre de fe sí que era. 

Alguna vez te lo menté. Se llamaba Esteban, pero llamarlo así en el pueblo era usar su nombre en vano, como el de Dios nuestro Señor, pues atendía más por su mote. Vaya, que si a sus vecinos le decías su nombre de pila se encogían de hombros, pero si les decías “el Pintas”, enseguida caían del burro para acto seguido añadir de su cosecha que ¡ya!, el que estaba casado con la Antonia y era padre de Loli, la del Coviran. Si tu memoria no es flaca, con tantas pistas ya habrás caído de quien te hablo. El alias hacía honor al color símil rosáceo de su cara que semejaba un cuadro de arte naif, un brochazo por allí, otro brochazo por allá, como tirando a un arcoíris de tiznajos puestos al tuntún. Has de suponer que la coloración le venía de los bancales donde pasaba las horas de sol a sol mimando las tomateras, los pimientos y las patateras, amén de algunos árboles frutales cuyos apetitosos frutos le servían de ración y media de postre. Con una gorrilla disimulaba la calvicie y se resguardaba de la solanera.

Hice amistad con él en las fiestas del patrón del pueblo porque nos invitaba a su casa a comer la paella popular que el comité de festejos hace en honor del santo. El “Pintas” se dejaba caer con una ensalada de rodajas de un rico tomate recién cogido de su huerta hábilmente aderezado por Antonia con unas gotitas de aceite virgen extra y solo una pizca de sal, por la tensión, que sabía a gloria bendita. Entre el arroz, el  tomate de un kilo, que eso pesaba cada pieza, y una bota de vino chillón pasábamos el rato de amigable charla a la sombra del cortijo, donde él con su voz chillona nunca dejaba de pegar la hebra enlazando dichos e historias ocurrentes, más o menos verídicas, que contaba sin parar. Su interminable locuacidad nos vedaba entrar en la harina del coloquio, pero viendo como disfrutaba con su cháchara, mejor seguir la corriente, sin descuidar el plato de paella, el tomate y unos tragos de la bota.

Una de las veces salió el tema de las matanzas, que hacían allá por diciembre cuando los fríos arreciaban, que es la mejor medicina para curar los jamones colgados de un gancho del techo. Se puso a contar que en la matanza de aquel año, el marrano, como él decía, era de no sé cuantas arrobas, y entre cuatro les costó mucho subirlo a la mesa y amarrarlo. Les dio bastante quehacer hasta que el matarife hizo su faena y el pobre verraco dejó de gruñir. Para que no pareciera exageración lo que decía, cosa que él debió imaginar en los presentes, ni corto ni perezoso se levantó, se ausentó y apareció cargado con un jamón tan enorme, que al soltarlo sobre la mesa por poco la desvencija, pero así quedaba demostrado el relato de la matanza. Y él tan ufano.

En esto Antonia sacó para postre unas ciruelas de la huerta y cambió de conversación.

La última vez ya estaba “tocado” del cólon, pero se mantenía con el mismo desparpajo de siempre y tan locuaz, como si aquello no fuera con él. Pasó el invierno trabajando en la huerta que cuidaba con esmero y en las puertas de la primavera un arrechucho lo dejó fuera de juego. Antonia contó que lo pasó mal en sus últimos días.

Ha dejado la huerta, sus tomates y sus pimientos, pero al otro lado de la frontera seguro encontrará las verdes praderas que canta el Salmo 22

En las fiestas seguirá la paella, Antonia hará la ensalada, pero estaremos huérfanos de su parloteo de ocurrencias, de sus sucedidos más o menos creíbles, de sus muecas divertidas... y de la bota de vino chillón.  O sea, a palo seco.

Ahí te quedas compadre con el recuerdo de este buen amigo.

sábado, 9 de enero de 2016

Carta a Robledillo 9 de enero de 2016.

Estimado Robledillo:

Se fue el verano con sus aires y calores; luego nos dejó un otoño tórrido, vaya con Dios, sin gota de agua, y ha llegado el invierno con vientos fríos y desabridos alejando la lluvia que fecunda los campos y arrimando el ascua a las candelas. Que haya esperanza.

Hemos despedido la Navidad, el Año Nuevo y los Reyes Magos, estos últimos convertidos en mayúscula patochada por la gracia y el salero (sic) que derrochan a espuertas los politiquillos de turno, maestros de la vulgaridad más hortera, por lo que se ve. (Son más rancios que el tocino que le ponía mi abuela al puchero en los años 40 del siglo XX).

Mi hoja de ruta –según el lenguaje al uso- apenas ha cambiado. Ni he traspasado una línea roja –sigo con la nueva sintaxis- ni uso el móvil en las comidas por ser plato de mala convivencia. Antes comíamos con un trozo de pan en la mano izquierda y la cuchara en la derecha; ahora te alimentas con el móvil y una buena ración de Wifi, sin hablar ni mu para no perder el hilo del whatsapp con el colega de turno y ayuda a la buena digestión. Los otros hacen lo mismo y, lo más, se despiden con un ¡Chao! sin alzar la vista del móvil.

Los domingos por la mañana compro el periódico y desayuno churros en el mismo sitio de hace años. Aparece Oscar vendiendo los cupones y me saca un par de euros y un poco de conversación de esto y aquello. Luego a Misa, donde me espera el compañero de banco, también de mi quinta más o menos; no sé cómo se llama, pero no falta el saludo al llegar o al despedirnos como si nos conociéramos de toda la vida.   

Los Reyes Magos de verdad, no los ridículos que han urdido ciertos políticos, me han traído libros, así que estoy subido de tono por mor de lecturas de gentes sabidas y, como “todo se pega menos la hermosura” que dice el refrán, voy a ver si se me envicia un poco el intelecto y aprendo ideas bien dichas, para solaz del espíritu.

Por el contrario, veía la otra noche una comedia sobre una boda a la americana. Más que boda era un enredo familiar con menos chicha que las lentejas del mesón, donde un marido bígamo casaba a un hijo adoptado con una moza de padres con aires de gran dispendio pero sin un centavo de dólar en el bolsillo. No faltaba ningún ingrediente de los nuevos tiempos: líos de alcoba, amor adulterado, fingimientos de ocasión, con novios de quita y pon. Eso sí, con ágape ecológico, ¡cómo no! que es religión de nuevo cuño.  

Porque habrás visto que lo ecológico ya está en todas las salsas: en los coches, en el ambiente, en la ropa, en las comidas, en las bebidas. Ya hay productos ecológicos con sitio reservado en los estantes del supermercado, rotulados en verde y oro, idolatrados para engullir sin quebrantos de conciencia, alejados de los tomates rojizos, de las galletas maría, de la cerveza común, de la leche natural, de los huevos de corral, no sea que los infecten con los mejunjes de sus abonos. Con la de cuencos de leche de cabra que nos bebíamos recién ordeñada o la de tortillas de huevos de nuestras cenas o la pipirrana de pimiento, tomate y pepino del bancal para sopar el pan, cuando éramos zangones, sin tanta etiqueta empalagosa y por aquí andamos, -achaque va, achaque viene-, con los mismos ardores de entonces que, ahora digo yo, también serán ecológicos.

Un día me topé con un cartel que anunciaba comida orgánica y ética. Mientras oteaba la lectura me dije si aquello no sería un manjar de órganos vírgenes y sin pecado, es decir comida sin atentar a la moral y a las buenas costumbres. Avivé el paso sin entender lo que leía y solo alcancé a pensar en una de tantas sandeces que nos cuelan los majaderos de turno para hacernos comulgar con ruedas de molino, éticas. Te habrás percatado de la cantidad de programas de cocina de los llamados máster chef, que diseñan –no dicen cocinan que es antiguo- platos con la más alta cursilería que vieron los siglos, compuestos con exiguas dosis de alcachofitas, merlucitas, jamoncitos, huevitos, pepinitos, todo en ito, donde es difícil encontrar donde rebañar la manduca, por lo enana que aparece.

Eso y la moda en el vestir es arte del buen progresista, que ha adoptado la camisa blanca como uniforme oficial. A donde quiera que vayas no veras ya una corbata y tampoco una chaqueta; lo que mola es ir en mangas de camisa con los faldones fuera, que será para taparse remiendos de la bragueta. A otros les ha dado por la camisa oscura permanente con pinta de no haber visto el detergente, que Dios sabe a qué olerá. Si a ese desaliño le añades una barba de dos días ya tienes el prototipo de personaje moderno y progre que campa por estos mundos.

Menos mal que tu estas curado de espanto y que en el pueblo todo tiene un tono más sencillo de lo que se ve por estos lares con tanto arabesco y tanta incuria.  

Para acabar en paz mejor no te miento la política que, por lo retorcida que está, te diré lo del refrán: Quien anda mal acaba.

martes, 1 de septiembre de 2015

Carta a Robledillo 1 de septiembre de 2015

Estimado Robledillo:

En mi retiro agosteño del altiplano granadino, madrugar, ver salir al correo –un ómnibus que recoge viajeros en los pueblos para la ciudad-, andar una hora a buen paso, arrearse un café con tostada y aceite y comprar el pan, es un rito bienhechor para estimular el cuerpo y rearmar el espíritu de cara al día que empieza a desperezarse.

Andando entre las rastrojeras, el olor a campo alfombrado por el rocío de la noche es cortesía de la madre naturaleza, que Dios nos da. La tierra exhala un agradable vaho a humedad. El camino cruza entre olivos de verde fruto, salpicado por alguna hierba que aroma el ambiente con perfume silvestre. A veces un reguero de cagarrutas revela el paso de un rebaño ovejuno que ha pasado la noche al raso. Me acompaña un grato silencio roto por el canturreo de una bandada de volátiles, no me preguntes orden ni especie, que cruza de norte a sur en perfecta formación. Van a su aire. Se alejan piando chácharas canoras; charlas de pájaros, pienso yo. Arriba del cerro se recorta la torre de la iglesia mientras el sol sienta sus reales en el horizonte.

Ya en el bar cae algo de charla con éste o con aquel; intercambio de sal y pimienta para echar el rato mientras se sorbe el café y la tostada, o el carajillo según costumbre. Luego sigue la espera del pan crujiente que reparte Andres al vecindario, con propina de dimes y diretes según convenga, que en eso es maestro. Una de las mañanas el reparto lo hizo Andres hijo, y me despidió con un “Adiós, buen hombre” que me sonó a gloria. ¡Qué gozo lo de “buen hombre”, que es dicho de subirse el pavo! No es extraño, porque lo común en este pueblo es saludar con “Buenos días nos de Dios”, “Vaya usted con Dios”, o “A la paz de Dios”. Nadie te despacha con un anodino “Hasta luego” o “Chao” o “Bye” y el muá muá de un beso sosaina por allá y otro por acullá. En la modernidad el nombre de Dios es vano. Hace unos veranos un chico de Barcelona de 10 años pasó unas semanas con su abuela, Yaya le llamaba. Al llegar la hora de ir a la cama, tras un rato a la fresca con los vecinos, la abuela avisaba al mozo para dormir y se despedía con un “Hasta mañana si Dios quiere”. Una noche el chico preguntó “Yaya, ¿qué es si Dios quiere?”. 

Es posible que algún sabiondo (¿?) erudito dijera del lugar que es la Andalucía profunda. Desde luego no es Marbella, ni Punta Umbría, ni Mojacar, por decir algo. Los lugareños aquí viven de sol a sol y faenan en el campo; unos cobran sus pensiones y otros otras regalías; es tierra de cereales, olivos, almendros y pronto campo de pistachos. En las fiestas patronales hay disfrute y diversión; son gentes agradecidas, se conforman con muy poco, tienen coches desvencijados, pero no les falta el televisor ni una buena lumbre en invierno o la sombra bienhechora en verano.

Aquí es donde paso varias semanas del verano, deseando que pare el tiempo, en la tranquilidad de un paraje ya familiar, platicando de lo que se tercie con Ramón, Damián, Cirilo, o con Dorotea, Lorenza, Emilia, que son nombres comunes, pues abundan más los conocidos por apodos que por su nombre de pila.

Por estos lares, cuando un pueblo no está de fiesta, está el vecino. Este tiene por patrón a San Roque que mora todo el año en una ermita cercana, salvo en las fiestas que se trae a la Iglesia Parroquial. Durante el festejo se rompe el sosiego habitual con el sonoro chimpúm de una música estridente, común ya en todas las ferias. Al llegar San Roque el pueblo se pone de gala: Se encalan paredes, se barren las calles, se riegan macetas, se adorna la plaza, se podan los arboles, se tiran cohetes, se luce peinado, se bebe, se come y se baila… Al santo patrón se le rinde una nueva idolatría, se pasea por el pueblo, convertido en ídolo de una gente que sube a la iglesia solo para acompañarlo, o… cuando hay un muerto, (que es cosa frecuente) y eso que el cura Don Salva es de los que atraen al personal.

San Roque es uno de los grandes santos populares que tiene devoción en todo el mundo. Hay muchísimas iglesias y capillas con una imagen de él por los favores que a lo largo de los siglos ha concedido en épocas de enfermedades y de peste.  Él mismo se contagió de peste y se marchó a un bosque próximo de la ciudad donde vivía y fue un perro el que le llevaba cada día un panecillo para alimentarse.

Para los asiduos al lugar, cuyo aliciente es el sosiego y la no prisa, las carreteras estrechas sin línea continua, de curvas cerradas y firme ondulante, son un fielato contra la afluencia de foráneos. Ya podían los gobernantes gastar unos cuartos en arreglarlas como Dios manda, aunque si son de la época franquista estarán incursas en lo de la Memoria Histórica del sagaz Zapatero, y entonces apaga y vámonos. Por la pinta yo creo que son anteriores.

Un día de estos tropecé con un hombre que no había visto antes. Nos dimos a conocer mentando nuestros ascendientes. Ahora vive en Tarragona y había venido para dos semanas. Empezó a hablar de cuando vivía aquí. De mozuelo tenía un tirachinas hecho con dos tiras de goma recortadas de una cámara vieja de coche, un trozo de cuero fuerte y un trozo de rama en forma de Y, con el que cazaba  gorriones o a veces caía un conejo sin dueño. Le era más fácil atinar que con una escopeta de perdigones. Ahora, dijo, los muchachos juegan a la guerra con artilugios como la Playtasion con enemigos imaginarios y feos, y no saben lo que es una liebre corriendo campo a través que no hay quien la alcance. Como no soltaba la hebra le apremié un poco y le dije que ya nos veríamos otro día para seguir, y ahí quedamos.

Pasó la fiesta de la Asunción de la Virgen, la que en nuestros años mozos era la Virgen de Agosto, que era día de ir a la playa. Por la mañana repicó la campana llamando a Misa y subieron los más devotos. Refrescó el tiempo y me dije que ya te contaría más cosas.

Cuídate, y deja algunos cuartos de la pensión para que te pagues algo.

viernes, 24 de julio de 2015

Carta a Robledillo 24 de julio de 2015

Estimado Robledillo:

Una carta de nuestro amigo Antonio, el menor de los Ramblas, en la que me escribe de vuestro encuentro, con el botijo en ristre, me ha dejado con la miel en los labios, porque –dice- que en otro momento me hablará de Pedro Sánchez, el político lidereso made in camisa blanca, y eso me escama. No sé si Antonio, el menor etc. etc., quiere ilustrarse sobre el “prenda” este que quiere cambiar la Constitución para que España sea un estado federal -¡qué perra ha cogido el gachó!- que digo yo que, ya puestos y por el mismo precio, dé un paso más y puesto que una nave de la NASA ha llegado a Plutón, ¿por qué no un estado sideral, el sumun de los Estados, y que la ciudadanía pueda circular montado en `drones` inter-planetarios sin tasas aduaneras?. A eso me punto, ¡fuera fronteras planetarias!

A este mozo, de tan poco fuste y mucha labia, le diría una cosa y le pediría otra. Mira chaval, -le diría- nos pasamos la vida a bastonazos unos con otros por la (des)gracia de personajes de ombligo estrecho cuya única historia que conocen parece de mentirijillas. Oye guaperas con el federalismo ¿qué vas a arreglar? Deja en paz la Constitución y aprende a sacarle todo el jugo posible, como los franceses que llevan desde 1958 con el mismo Texto Legal, o los “indios” de USA que la tienen desde 1787 y se la saben de carrerilla. Y del Reino Unido ni te cuento: No tiene ninguna y maldita falta que le hace; solo tiene leyes, sentencias judiciales y formas de vida y tan felices.

Por si no me hace caso, que es lo que espero, le pediría una explicación de andar por casa para que los escasos de lustre, como tú y yo, entendamos del tirón las ganas de enredar que tiene, sin que esconda riesgos, aunque colijo que el ´cambio´ que haría (llevo oyendo esta palabra desde que en 1808 Daoiz y Velarde dijeron a los franchutes que de cambio nanay) sería la obligación de llevar camisa blanca y la abolición de la corbata, porque como lo demás no cuenta para nada, para que tocarlo. Eso sí, aumentaría la producción de camisas blancas, y así uniformados nos tomarían por camareros.

Otros que hacen de su capa un sayo, aunque sea con un retal, son los del bando opuesto. Para tener contento al personal han abierto la cueva del tesoro, han destapado el cofre del parné y se han puesto a repartir eurillos para que este verano tú y yo tengamos para dos “convidás” sin tener que pedirlas “fiao” en Ca´Juan. Si tu pensión sube 5 euros y con otros 5 de la mía, ya tenemos para una ración de boquerones en aceite.

Pero si con solo esto, que no es malo, los del bando opuesto creen que van a camelarse al personal, aviados están por muy temprano que se levanten. Un amiguete me ha dicho “menos números y más ideas”. Se le soltó la lengua y aclaró que si no espabilan y se ponen las pilas de los principios de humanismo cristiano, el fervor de los eurillos volará como el humo, porque muchos queremos más proximidad con el prójimo, más defensa del bien común, más justicia y menos regates a la Constitución y más firmeza que, con menos de cuarenta años, está como moza de buen ver. Si hacen esto, como dice el amiguete, yo me dejo de “drones” y monto en globo. O sea, que ahora toca ir al rescate del sentido común.

Y luego está el resto, el gremio de charlatanes de tópicos, algunos tan antiguos como el candil de aceite, que, con un par de palabros de uso obligatorio, “calidad y sostenible”, hablan como doctos en ciencia infusa, pero, o no dicen nada o solo obviedades, como lo del Programa de Impulso a la Construcción Sostenible de nuestros gerifaltes, que hay que ser gaznápiro. Oye, cuándo hiciste la casa donde vives desde hace cincuenta años, ¿la construiste sostenible o no? ¿O es que antes las casas no se sostenían? De lo que no dicen ni pio es lo insostenible que resultan los impuestos que pagamos por tener una vivienda “digna”, como dicen ahora, y no como el puente donde vivía Carpanta. También han reinventado el transporte sostenible, o sea la bicicleta, que era poco sostenible porque más de una vez me tiró por los suelos. Como no tenía frenos, para frenarla apretaba el pié sobre la cubierta y más de una vez metí la alpargata entre los radios, y zas ¡tierra! y desollón. Como la bici es de tiempos del dictador a lo mejor le aplican la Memoria Histérica y la quitan, y lo mismo podrían borrar la Seguridad Social y el tren Talgo, de la misma época, a poco que se les ocurra, aunque creo que lo que quieren es  resucitar a Franco para darle masculillo.

Como con la caló se ha salido la tinta del bolígrafo, otro día te contaré lo de las “nacionalidades hispánicas” a cuenta del cambio climático.

jueves, 2 de julio de 2015

Carta a Robledillo 2 de julio de 2015

Estimado Robledillo:

Hablan en la tele, y no paran, de una ola de calor, la primera del verano, y lo explican con mapas de colores amarillos, naranjas y rojos para molestar al prójimo que somos tú y yo con el invento de las alertas, que es lo más moderno que despachan en la tienda del clima, ahora llamado climatología que farda más. Recordarás que mi primer empleo fue en Sevilla y en el primer mes abril, cuando me quejaba de “la caló”, los sevillanos decían, “Ya verá usté en julio y agosto” (entonces se hablaba con el usted por delante), “ya será menos, pensaba yo”, y ¡vaya si lo vi y lo sudé! Entonces, lo mismito que ahora, hacían 40º a la sombra (“de los pinos”, dice la canción) y Écija, con tantas torres como casas, era la sartén de Andalucía, pero con el botijo a mano se pasaba el verano, que es estación con el horno de leña a tope en el hemisferio norte desde que Sol empezó hacer de Sol. A los gachós de la matraca de las alertas los ponía yo a segar de sol a sol como hacían mis abuelos en el campo para que vieran lo que es hartarse de calor.

Quien entiende bien eso de no pasar calor son los nuevos lidereses políticos Pedro Sánchez, el guapo que le dicen,-buen mozo-; y Pablo Iglesias, pablemos que lo llaman otros, de peor hechura. Los dos visten camisas remangadas de colores claros para hacer la política del “lava más blanco” sonrisa incluida, procurando no manchar su impoluta camisa. De esta guisa estos nuevos apóstoles, que no creen en San Pedro y San Pablo, “venden” un futuro paradisiaco, no el Edén de Adán y Eva en el que no creen, ni el de las Huríes de Mahoma, que tampoco creen, sino el de Alexis Tsipras, -otro de camisa blanca- junto al Partenón griego, si antes no se les cae, pues anda algo desmejorado. Prometen que habrá calderilla para todos, abanicos para el verano, braseros de cisco para el invierno, coches de gasógeno, patatas asadas en el horno de la Herminia, sardinas de la Prisca, leche de cabra, pan candeal, películas toleradas, garbanzos torraos, alpargatas de cáñamo y polos de limón para los más pobres. Todo a base de una economía basada en la moneda única, el real, invento patrio, dejando el euro y demás gaitas para la Merkel, que con su pan se lo coma. ¿A qué te suena todo esto?

Sigue leyendo. Hace tres años unos tíos de cabezas privilegiadas y muy premiados ellos,  auguraron que España estaba al borde del rescate, vaya que estaríamos como hoy la Grecia del Syriza, el partido gemelo del Podemos, el que tú llamas “chiripa”. Siendo de mentes tan lúcidas, los muy doctos ni se acercaron a Madrid, que a lo mejor no saben dónde cae, y lanzaron sus conjeturas derrotistas desde mucho más allá de los Pirineos. Como los tales ignoran como se las gasta el macho ibérico cuando ve los cuernos al toro, -con capote de grana y oro-  y están pez en lo de “meter la pata hasta el corvejón”, sus proclamas resultaron tan equivocadas como Judas cuando cambió la seda por el percal. Los pobrecillos metieron el remo hasta la entrepierna.

Resulta que uno que venía del Noroeste con chaqueta y corbata, un gallego más soseras que un saco de croquetas liquidas (made in Ferrán Adrià), de discurso ovejuno, sin pizca de gracia pero un tío de hincar los codos, y con los pies en la arena del ruedo ibérico, ha conseguido doblar el pulso a los reputados agoreros de diagnósticos tan fantasmas como ellos, y mira por donde ahora estamos con las maletas a punto de vacaciones con dinerillo fresco en la cartera, sin más preocupación de lucir moreno de playa a la vuelta. Dirás que lo del gallego ha sido a costa de nuestro bolsillo, vale y muchos lo habrán pasado mal, pero esto prospera y que siga así no sea que venga uno de los nuevos caudillos con su odio a espuertas, sus rebajas y su paraíso de chichinabo y lo estropee.    

Verás que me ha salido una carta “a la griega”. Será que he pillado un virus tertulianitis en la tele, ese sitio de las gachises del tiempo moviéndose como maestras antiguas en la pizarra para decirte que en verano hace una caló sofocante y asfixiante. Y hasta cobran por eso.

Espero verte pronto para tomarnos unas cañas en Ca´Juan, pero cada uno paga una ronda.

domingo, 10 de mayo de 2015

Carta a Robledillo 10 de mayo de 2015

Estimado Robledillo:

Sé que te debo carta, mas como no tengo excusa verídica, omito las disculpas por la demora, que aunque seas de natural generoso en la clemencia, pudiera darte un mal aire   y mandarme con viento fresco a las ollas del infierno. Valga como pretexto las fiestas que hemos tenido y una campaña electoral, tiempo inhábil (sic) para coger pluma y papel.

Sabrás que mi carta, la de los piropos, Antonio, el menor de los Ramblas, la comentó con su amigo Pedro el “Arrancao”, que, según dice, montó en cólera, y quiso desahogarse escribiendo unas letras y soltar la rabia que tenía: «Dicen que una de las que mandan en las altas jerarquías, ha propuesto que el piropo se prohíba porque atenta al pudor de la mocicas. ¡Válgame san Juan Bendito, santa Engracia y santa Rita! ¿Pero es que estamos mochales o es que nos “pue” la malicia? Señora mía, el requiebro, por más que su señoría dé en pensar cosas raras, es una expresión bien linda que el hombre hace a la mujer por guapa, maja y bonica. Así que al piropo deje tranquilo su señoría y siga este consejo que me dio la Benita, que por aquí la llamamos “filosofa” con justicia: Lo que en los tiempos que corren las mujeres “nesecitan” es que “naide” las maneje a su antojo, ni les digan que es lo que “puen” o no hacer, que ellas “solicas” se endilgan lo que a “ca” cosa conviene sin “tonteos” ni cortapisas». Colijo yo, que a quien menta el gachó como “su señoría” no ha pateado en su vida una calle o una plaza de un pueblo cualquiera; será por tener estrecho su horizonte, que no irá más allá del edificio que tiene frente a su despacho en la gran capital, y le da por “tonteos” y cortapisas, como filosofa Benita.

El arrebato de Pedro y la “filosofía” de Benita, me ha recordado un chisme o cuentecillo que viene al pelo en los tiempos hueros que vivimos. El chisme cuenta cómo vino al mundo y cómo vivió una moza entrada en años. Ahí va…

«Mi madre recogía las gavillas del bancal, cuando le entraron los dolores del parto. Y entonces nací yo. La pobre pasó lo suyo porque yo tenía la cabeza como la mitra de san Braulio, dicho por mis abuelas. Cuatro días mal contados y... ¡al bancal otra vez! Mientras trabajaba de sol a sol agachada con la azada, no perdía ripio para impartirnos deberes, obligaciones y enseñanzas de aquel tiempo, hoy arrumbadas en los barrancos del olvido, como la urbanidad. “Déjale la silla a la abuela, que es mayor”, me decía… igualito que ahora. En hacer deporte, así nos animaba: “Echad a correr que llegáis tarde a la escuela”. Para acomodar visitas familiares la solución era fácil: “Os va a tocar dormir en el suelo en el colchón a rayas, que vienen los tíos de Francia a pasar unos días”. A su manera nos enseñaba lo que hoy llaman Naturaleza: “En acabar los deberes hay que segar hierba para echar de comer a los conejos”. Mereció un Máster Chef con esta fórmula: “Cuando hierva el puchero con las judías, échale dos patatas y luego a por caracoles a ver si este domingo podemos hacer un arroz”. Y no digamos en el arte; era algo muy simple: “Coge la brocha y dale cal a esa pared que ya tiene desconchones”. Como enfermera, su remedio lo mismo valía para un roto que para un descosido: “Ven acá que te pongo un pañuelo en el rasguño”. Era única repartiendo justicia: “¡Dale la mitad a tu hermana! Que como me quite la alpargata…”. Y para los domingos y fiestas de guardar: “Calienta agua en caldero, échala en el barreño y lávate con jabón y estropajo, y arréglate para la misa”. Vivió entre espigas y amapolas; con frio o calor; con sol o con nubes, sin una queja.»

De ella aprendió su hija esta escuela, y, aunque en otra época y en otro ambiente, siempre estará agradecida a su madre que le enseñó a vivir sin remilgos; como una buena mujer –con piropos o ellos- sin afectaciones rebuscadas y sin egoísmos de ninguna especie; femenina, que no feminista, maneja a su familia con vocación y descaro, y agradece un buen requiebro… dicho con salero y educado.

Como todo esto me ha salido después del dicho que Pedro el “Arrancao” hizo a Antonio, el menor de los Ramblas, si te lo encuentras en alguna bocacalle, háblale de este chismecillo, que seguro le gusta.

Cuídate, y echa por la sombra que ya empiezan “las calores”.